Las primeras historias miticas de Iberia

HISTORIA Y LEYENDA HISTÓRICA SOBRE LOS ORÍGENES DEL REINO IBÉRICO DE TARTESSOS

 

FUENTES HISTÓRICAS Y DATOS ARQUEOLÓGICOS

Jarra con cabeza de felino (Tartessos)

La Historia antigua de los pueblos y culturas prerromanas de la Península Ibérica nos es conocida básicamente por dos vías principales: los escritos de geógrafos e historiadores grecorromanos y la propia Arqueología contemporánea, especialmente fructífera en hallazgos a lo largo del pasado siglo XX: restos arquitectónicos y urbanísticos (construcciones megalíticas proto-ibéricas, poblados y necrópolis ibéricas y celtohispánicas), piezas cerámicas decoradas, objetos artísticos y utilitarios (objetos metalúrgicos -armas, orfebrería-, estatuaria), así como abundantes restos epigráficos en monedas, lápidas y otras inscripciones transcritas en los silaboalfabetos indígenas de origen fenicio y griego o en alfabeto latino.

Los textos clásicos referentes a los pueblos hispánicos antiguos se refieren mayoritariamente a los acontecimientos históricos más relevantes, a las circunstancias geográficas, económicas y culturales, a la organización política y social, o a la etnografía y costumbres de esos pueblos hispanos, coetáneos de la dominación romana de la Península en sus diversas fases históricas, y se extienden cronológicamente entre el siglo II a.C. hasta el siglo V de nuestra Era. Pero para la historia hispánica anterior a la dominación romana sólo disponemos de algunas pocas noticias transmitidas por las fuentes historiográficas y mitográficas griegas más antiguas o por otras latinas tardías pero procedentes de otras fuentes helénicas y en algún caso de fuentes autóctonas o indígenas (obviamente muy mitificadas por su propia antigüedad y transmisión a lo largo de siglos y generaciones). Con todo ello, a partir de las informaciones de todas estas fuentes y de los propios hallazgos arqueológicos, es posible hacer algunas "reconstrucciones históricocontextuales" de esa historia hispánica prerromana con carácter más o menos general y desde luego muy "resumido".

Lo demás es "historia mítica o mitificada" (con un fondo histórico indudable, pero en todo caso difícil de separar de lo ficticio y de lo legendario), ya sea en los propios mitos griegos sobre las tierras del occidente mediterráneo (el "finis terrae" o fin del mundo por aquel entonces), o ya sea -como en el caso que vamos a ver seguidamente- de leyendas de los propios indígenas hispanos que fueron recogidas por historiadores grecolatinos tardíos, leyendas procedentes principalmente de los pueblos del sur ibérico llamados "turdetanos", a los que todas las fuentes grecorromanas hacen descendientes o al menos herederos directos de los que esas mismas fuentes denominan "tartesios", habitantes de una región (la Tartésside) cuyo núcleo territorial principal y originario parece que se extendía desde el litoral suroccidental de la península en las tierras onubenses y gaditanas a ambos lados de la parte peninsular del Estrecho de Gibraltar, y se adentraba también en una amplia zona del interior entre los valles de los ríos Anas (Guadiana) y Betis (Guadalquivir), prolongándose por occidente hasta el hinterland continental de las tierras portuguesas más meridionales y occidentales. Esas fuentes hablan asimismo de un reino o confederación de pueblos tartésicos y de al menos una gran "capital" o ciudad principal (denominada precisamente Tartessos), protagonista de una civilización muy refinada y notablemente rica en recursos metalíferos (cobre, oro, plata, estaño), así como en ganadería, agricultura y comercio de metales, y que floreció hacia los siglos IX-VII a.C. y estuvo en contacto ocasional con algunos comerciantes y exploradores griegos y de forma mucho más permanente y continua con los colonizadores y comerciantes fenicios, hasta ser finalmente "destruida" (conquistada o asimilada) por los herederos de los fenicios y de sus colonias y factorías más occidentales, los cartagineses, cuyas posesiones peninsulares caerían después en manos romanas. Para entonces, esos legendarios tartesios eran ya un pueblo ibérico más, los llamados turdetanos, desintegrados en pequeños núcleos urbanos independientes, aunque seguían siendo todavía los más civilizados y avanzados de todos los demás pueblos indígenas peninsulares (genéricamente diferenciados por los romanos en dos grandes macrogrupos étnicos y culturales: iberos y celtas).

Broche tartésico
 

Estos datos históricos generales coinciden a grandes rasgos con los que ha proporcionado la arqueología, bien que por el momento no ha podido hallarse esa supuesta capital, esa "Tartessos" tan ponderada en las fuentes, que generalmente se supone ubicada en la zona de la bahía de Huelva y de la desembocadura del Gualdalquivir (posiblemente en las marismas que hoy, desecadas en buena parte, constituyen el "Coto de Doñana", zona conocida por los romanos como Lacus Ligustinus, que es una región que ha experimentados grandes cambios en su morfología hidrogeográfica, pues ha sido en gran parte anegada por las aguas). La Arqueología confirma asimismo que se trataba de una civilización autóctona muy influida por la colonización fenicia vecina (cuyas bases principales era la gaditana Gadir y un pequeño rosario de factorías fenicias menores a lo largo de todo el litoral andaluz oriental, al este de la propia Tartéside). Se ha confirmado también que esa "civilización" tartésica poseía núcleos urbanos propiamente dichos, y además una escritura particular (adaptación de la fenicia a su lengua propia), de la que derivarían a su vez las posteriores escrituras ibéricas del levante y la celtohispana de la Celtiberia.

El propio contexto histórico general sugiere que el auge y desarrollo de esa civilización tartésica prerromana se produjo debido a la gran demanda de metales de las civilizaciones de Oriente Medio y a la abundancia en las tierras y dominios tartésicos de grandes reservas de mineral de cobre, de plata y de estaño. Esas civilizaciones orientales necesitaban esos dos metales básicos (cobre y estaño) para la fabricación de bronce de calidad, tanto para sus propias necesidades armamentísticas como suntuarias y económicocomerciales, y las reservas de cobre (excepto en la isla de Chipre) eran cada vez más escasas en el extremo oriental del Mediterráneo. Con los mercaderes y navegantes fenicios, que hicieron de intermediarios en ese comercio metalífero entre ambos extremos mediterráneos, los pueblos iberotartesios prosperaron y sus élites dirigentes se convirtieron "casi de la noche a la mañana" en los nuevos ricos del Mediterráneo occidental, en una especie de primitivos "jeques" del cobre y del estaño, aunque fueron naturalmente los propios fenicios los que más se beneficiaron de esa intermediación comercial exclusiva. Puede decirse, por tanto, que es precisamente a partir de los tartesios cuando la península ibérica entra de lleno en los propios circuitos económicos y comerciales de las civilizaciones mediterráneas orientales, cuando Hispania o Iberia entra por primera vez en la Historia, de la que ya no volverá a salirse. Ésa es la importancia histórica más trascendental de Tartessos .

Pero mucho antes de ese primer contacto entre el Mediterráneo oriental y el occidental y antes de ese desarrollo de una civilización autóctona orientalizante en el otro extremo del mundo conocido, que se produjo entre la fundación de Gadir o Gades (Cádiz) por los fenicios hacia el siglo IX a.C. y el dominio definitivo de las costas ibéricas por los fenicios occidentales o cartagineses (s. IV a.C.), la Arqueología nos muestra en esas mismas tierras ibéricas y tartésicas unas culturas muy desarrolladas ya en la Edad del Bronce (cultura almeriense de El Argar y cultura de Los Millares, con notables influencias de las civilizaciones del Egeo), culturas sin duda subsumidas después sin solución de continuidad por la propia civilización tartésica, y mucho antes aun la Cultura del Vaso Campaniforme, que se extendió por el comercio hasta centroeuropa, y antes la gran Cultura de los megalitos o sepulturas de grandes dimensiones, la primera gran arquitectura de la (pre)Historia europea, que se extendió por todo el Occidente atlántico e Islas Británicas y entró en la península por el País Vasco, Navarra y la Rioja, hasta alcanzar las tierras portuguesas y las andaluzas orientales y occidentales, donde se encuentran los prototipos de tumbas megalíticas más grandes y complejas (cuevas-dólmen almerienses y dólmenes-túmulo en Antequera y Huelva, por ejemplo), en nada inferiores a otras grandes realizaciones megalíticas europeas en tierras de Bretaña y en las Islas Británicas.

Lingote de oro con forma de piel de buey
 

La Arqueología ha puesto de manifiesto además la existencia de una amplia área cultural, el llamado Bronce Atlántico, que muestra conexiones culturales y comerciales entre lugares tan alejados como Irlanda, País de Gales, Galicia, Portugal occidental y Andalucía, y que evidencian que las técnicas de navegación de aquellas culturas atlánticas eran mucho más sofisticadas de lo que se suponía y que el comercio y los contactos culturales eran mucho más intensos y directos que lo que cabía esperar en unas culturas y pueblos casi recién salidos del Neolítico, pero que ya eran capaces de navegar por el Atlántico. Por lo demás, estos datos arqueológicos son todavía necesariamente muy provisionales, abiertos a nuevos descubrimientos y a nuevas y revisadas dataciones, periodizaciones y cronologías, aunque de momento nos permiten un esquema mínimo de comprensión histórica general tan escueto como el que acabamos de exponer. Los interrogantes, con todo, siguen siendo mayoritarios con respecto a las certezas. Y casi todo lo demás son puras especulaciones.

Los grandes descubrimientos del Neolítico (agricultura, herramientas de piedra pulimentada, cerámica) llegaron desde luego desde sus focos principales en el Oriente Medio, pero no se sabe con certeza si llegaron al Occidente por el África del Norte o por navegaciones en el Mediterráneo de isla en isla, o por Europa oriental y central, ni qué pueblos o gentes los trajeron (¿poblaciones caucásicas? ¿mediterránidas?, ¿africanas?). Y lo mismo el megalitismo y las primeras prospecciones de metales. Dejemos, pues, a la Arqueología con sus enigmas irresolubles, y vayamos a la Historia, a las primeras fuentes escritas sobre esa civilización tartésica ya plenamente cuajada en la primera Edad del Hierro y que había asimilado sucesivamente todas esas culturas pre-ibéricas anteriores que se extienden desde el Neolítico hasta el Bronce final.

Las primeras noticias históricas sobre Tartessos podrían ser las referencias y citas que menudean en diversos libros de la Biblia hebrea y que se refieren a las "naves de Tarschish" o al "país de Tarschish", que suele interpretarse como la forma semita del topónimo Tartessos. Se la nombra como una tierra lejana y rica, de donde se importaban oro y plata y productos exóticos como marfil, pavos reales y monos. Sin embargo, la propia naturaleza de estos productos no parece apuntar precisamente a tierras ibéricas sino a países subtropicales, lo que ha hecho pensar que quizá -en determinados contextos- "Tarsis" podría aludir más bien a las tierras del Cuerno de África, surcadas por naves fenicias que saldrían sobre todo del puerto de Aqaba, en el Mar Rojo (pero los pavones podrían ser faisanes y los monos una especie autóctona de Berbería y Gibraltar; en cuanto al marfil, es evidente que provendría del África subsahariana, pero nada se opone a que pudiera llegar por vía caravanera a los puertos de Tarshish-Tartessos, y de allí exportarse por los fenicios a todo el Mediterráneo oriental). Sea como fuere, no es nada improbable que el topónimo Tarsis pueda aludir ocasionalmente también a otros países lejanos desconocidos, pero sin que su significado básico y principal dejara de ser precisamente la referencia al otro extremo del Mediterráneo y a la península e islas ibéricas, y que la expresión "naves de Tarshish" pudiera referirse a algún tipo de barco de carga fenicio capaz de cubrir grandes distancias transmediterráneas. Dentro de este ámbito semita no se conservan textos cartagineses, excepto una noticia del historiador romano Salustio que dice haberla tomado de fuentes púnicas y que se refiere a la invasión del norte de África por los primeros pueblos proto-bereberes nórdicos ("el ejército de Hércules-Melkart") procedentes de la Península Ibérica, que cruzaron el Estrecho y se mezclaron con los pre-bereberes autóctonos, formando así los diversos pueblos del África blanca extra-egipcia que conocieron los cartagineses, griegos y romanos en tiempos históricos: berebéres númidas y mauretani o mauri. Pero son noticias históricolegendarias que probablemente aluden a emigraciones de época epipaleolítica o eneolítica, muy anteriores al reino tartésico.


Sarcófagos fenicios (Cádiz)

 

En segundo lugar tenemos las diversas alusiones de la mitología griega a las fabulosas tierras del occidente mediterráneo: las "Islas de los Bienafortunados" (que en la Odisea homérica parecen aludir sobre todo a las Islas Canarias); el mítico "Jardín de las Hespérides" y sus manzanas de oro, robadas por el superhéroe griego Heracles o Hércules al gigante Atlas; el viaje de Heracles hasta la isla Erythia, frente a Gades, metido en la copa de oro de Helios (el Sol), etc. Más adelante volveremos sobre algunas de ellas. Estas mitologías helénicas, así como los datos de la Odisea, embellecen y al mismo tiempo ocultan bajo el velo del mito unas tierras reales del Mediterráneo occidental que por entonces eran objeto de una fuerte competencia comercial entre los mercaderes fenicios y los comerciantes y colonizadores griegos, pues se trataba de rutas marítimas que interesaba mantener en secreto y que conducían a tierras muy ricas en oro, cobre y estaño, y ni a griegos ni a fenicios interesaba que se desvelasen.

Los griegos, sobre todo los procedentes de la colonia griega de Massilia (Marsella), colonizarían después todo el litoral ibérico oriental (desde Rhode y Ampurias hasta Sagunto y Hemeroscopion-Dianium), donde fueron el principal catalizador para el surgimiento y cristalización definitiva de la cultura ibérica levantina hacia el siglo V a.C; pero el sur peninsular -Tartessos incluido- quedó como mercado preferente y de influencia cultural directa de los mercaderes fenicios, que desde allí controlaban también la exclusiva del comercio de la ruta del estaño, que llevaba hasta Galicia y luego a las Islas Británicas. Los griegos llamaron a la península "Iberia", es decir, tierra de los "iberos", un término procedente quizá de la propia lengua ibérica, donde significaría algo así como "río" o "ribera" (compárese el término vascónico ibai, "río", o ibar, "ribera"), aunque no podemos saber si aludía al principal río de la Península (el "Iberus" o Ebro), pues esa misma denominación se aplicó también a otros ríos como el levantino Júcar o a algún meridional río de la Bética. El nombre de "Hispania" que dieron los romanos a la Península parece derivar -según algunos- de un término fenicio o púnico: i-she-pha-nim, o algo similar, latinizado luego en Hispania, aunque el vocablo originario pudiera proceder a su vez de un término usado por los marinos griegos, sfén, "cuña" o "punta" (de Europa), referido al extremo suroccidental peninsular, el verdadero "finis terrae" del Mediterráneo en el cabo portugués de San Vicente.

Moneda turdetana
 

Con todo, los marinos griegos llegaron a arribar ocasionalmente a Tartessos, y de ellos proceden las primeras noticias sobre el Tartessos histórico. El geógrafo Hecateo de Mileto (siglo VI a.C.), los poetas Estesícoro y Anacreonte, y el historiador Heródoto (siglo V a.C.), aluden a un legendario rey de Tartessos llamado Argantonio, famoso por su longevidad (pues se le atribuyen ciento veinte años de vida y un reinado de ochenta años), que debió de reinar entre el 630 y el 550 a.C., recibiendo con mucha generosidad a los marinos griegos de Focea, con los que parece que pretendía sustituir el comercio que monopolizaban en su reino los fenicios. Se piensa que el nombre podría aludir más bien a una dinastía de varios reyes sucesivos que a un solo rey. Este Argantonio financió a los griegos de Focea con grandes cantidades de plata para que fortificasen su ciudad, amenazada por entonces por los persas (el comercio de los metales había colapsado por la presión anterior del imperio asirio sobre las metrópolis fenicias). El sucesor de Argantonio es llamado Timeo en las fuentes griegas, y su predecesor se llamaba Habis, según una noticia grecorromana tardía, a la que ahora aludiremos.

Este Habide (nominativo latino Habis, genitivo Habidis) y su padre, Gárgoris, son dos legendarios reyes de Tartessos cuya "historia" conocemos por un resumen o compendio que hizo el mitógrafo Justino sobre una obra hoy perdida del historiador latino Pompeyo Trogo. La fuente originaria (oral, con elementos de cuento popular y de leyenda) pudiera ser de procedencia turdetana (con todos los elementos arquetípicos, recurrentes y universales que caracterizan el nacimiento y la infancia legendaria de los grandes héroes de todas las culturas antiguas). Se cuenta que un rey llamado Gárgoris, que reinaba sobre la tribu tartésica de los curetes o cunetes, engendró un hijo incestuoso con una hija suya, y luego quiso deshacerse del recién nacido arrojándolo al río, a unos perros, etc; pero el niño salió indemne de todos esos intentos de su padre por matarlo y fue criado en los bosques por una cierva. Apresado años después por los soldados de Gárgoris, éste decidió admitirle como hijo y sucesor. Habide fue un rey excepcional, que suprimió la servidumbre de su pueblo en las labores de las minas y les enseñó la apicultura o cría de abejas (ya iniciada por su padre), la agricultura intensiva y otras innovaciones tecnológicas.

En resumen, en el mito tenemos un pueblo -el tartesio- bastante barbarizado en su origen pero que con el tiempo, gracias a la colonización fenicia y a la explotación comercial de las minas a cielo abierto de plata y de cobre en su territorio, se "civilizó", y un rey de oscuros orígenes que en un momento dado revertió y utilizó las grandes ganancias obtenidas de ese comercio metalífero manejado por los fenicios no sólo en el lujo y refinamiento de la clase dirigente tartesia, como hasta entonces, sino en elevar también el nivel de vida de todo su pueblo. Con él, parece ser que los tartesios llegaron a ser los verdaderos dueños de su propia riqueza.

Desgraciadamente las noticias históricolegendarias de este tipo no se extienden a otros aspectos o a otros momentos históricos del reino tartesio, con lo que de nuevo tenemos que volver a los datos helénicos estrictamente mitológicos, sobre todo al ciclo legendario del semidiós Heracles.

El gigante Gerión (cerámica griega)
 

 

OTROS MITOS GRIEGOS RELACIONADOS CON IBERIA Y LOS PUEBLOS IBEROTARTESIOS

El héroe griego Heracles o Hércules (asimilado luego al Melkart fenicio) fue el primero en visitar los países hispánicos o ibéricos. Una de las leyendas lo hace el artífice de la apertura del Estrecho de Gibraltar, llamado a partir de entonces por griegos y romanos "las Columnas de Hércules", e incluso se le atribuye la creación mítica de los Montes Pirineos, que recibió su nombre de la hija del rey de los berobriges (un pueblo céltico del sur de Galia), amada por Hércules, y que fue abrasada por las llamas de un incendio accidental; el propio Hércules depositó grandes peñas en el lugar donde murió, formando así las montañas de "Pyrene" o Pirineos (del griego pur, "fuego"). No menos famoso es su enfrentamiento con un rey tartesio del sur, llamado Gerión, que según el mito tenía tres cuerpos (algunos lo interpretan como "tres hermanos" o "tres reinos confederados"), al que mató en combate tras robarle sus numerosísimos rebaños de bueyes (que suelen racionalizarse en relación con los lingotes de oro con forma de piel de buey que este rey atesoraba).

También hay nebulosos ecos del reino tartésico en los relatos de la Odisea homérica sobre el país de los "feacios" (llamado Esqueria, "Continente", en el poema), donde recaló Odiseo-Ulises y recibió su hospitalidad y su ayuda para regresar a su isla natal. Eran estos feacios un pueblo de expertos marineros, muy diestro en las cosas del mar, y famoso también por su aislamiento de otros pueblos y sus refinamientos (por ejemplo sus bailarinas adolescentes, que dejaron maravillado al mismísimo Ulises con sus bailes, y que quizá son la primera referencia literaria a una "especialidad" turdetana muy famosa todavía en época romana imperial: las famosas y procaces "bailarinas gaditanas"). En la Odisea, el reino feacio se describe como un reino que evoca un ambiente "orientalizante" (no griego, pero tampoco estrictamente fenicio, aunque muy influido por éstos últimos), con lo cual es muy posible que en realidad refleje la civilización y el refinamiento de un pueblo histórico, periférico y real en el extremo del Mediterráneo occidental (que en esa época -siglo VIII a.C.- sólo podían ser los legendarios y cuasidesconocidos tartesios hispánicos).

Tesoro de La Aliseda
 

 

Y UN POCO DE ETNOGRAFÍA Y DE FILOLOGÍA IBEROTURDETANA (PARA TERMINAR)

Mitos posteriores como el de la Atlántida en el "Timeo" de Platón pueden ponerse también en relación con los tartesios, aunque evidentemente parecen aludir sobre todo a los cretenses y al colapso de la civilización pregriega minoica causado por las consecuencias inmediatas de la gran explosión volcánica de la isla de Tera en el siglo XVI a.C., que deshizo la flota cretense y arruinó el comercio y la agricultura de Creta en las décadas siguientes. Pero quizá se sacan las cosas míticas de su quicio estrictamente "histórico" desde el momento en que se las reinterpreta literalmente y se pretende la existencia de un cataclismo geológico universal del que no hubiera sobrevivido nadie para contarlo, como es el supuesto hundimiento marino de un continente, pues además la memoria colectiva humana mitifica y magnifica sucesos hasta que éstos alcanzan unos límites de antigüedad y de generaciones, pues es virtualmente imposible que los mitos (que, por lo demás, se fabrican siempre en todos los pueblos y culturas - a veces sin ningún contacto entre sí ni orígenes comunes- según modelos mentales comunes y esquemas arquetípicos y recurrentes en todos ellos) puedan aludir a "recuerdos colectivos" mantenidos de forma exclusivamente oral durante más de dos milenios, y menos aun que tales recuerdos puedan interpretarse en sentido literal e histórico, tal y como pretenden los "mitologicistas" y "atlantistas" actuales.

Que hubo un ámbito cultural mediterráneo con bastantes rasgos comunes, quizá incluso idiomáticos, en las cuatro penínsulas mediterráneas con anterioridad a su masiva indoeuropeización histórica respectiva, por los hititas (en Anatolia), por los griegos (en la península helénica), por los itálicos (en la península itálica) y por los celtas (en la península ibérica), es un hecho que las propias fuentes históricas posteriores confirman (en especial en lo referente a la refinada civilización cretense y pelásgica y a su "talasocracia" o dominio marítimo del Egeo y quizá de todo el Mediterráneo). Pero Tartessos, como "civilización", es muy posterior a la Creta minoica, aunque sin duda hubo navegaciones y contactos de navegantes cretenses y micénicos con la península ibérica en las épocas pre-tartésicas del Bronce antiguo.

Otro error (o por lo menos una conjetura bastante infundada), esta vez de la historiografía contemporánea, es presuponer en la etnogénesis del pueblo y de la civilización tartésica una influencia mayoritariamente céltica, procedente de las grandes invasiones celtas que ocuparon más de la mitad de la península ibérica a partir de por lo menos el siglo VI a.C., procedentes de Europa central. La celtización de la mayor parte del territorio peninsular, en diagonal desde el noreste hasta el suroeste, es un hecho históricamente comprobado (tanto por la toponimia como por las propias fuentes históricas y epigráficas y por la arqueología), con la exceción de los territorios ibéricos e iberotartesios propiamente dichos, que los ocupaban pueblos ibéricos no-indoeuropeos en el noreste, en la zona subpirenaica oriental, en el Levante y en la región meridional comprendida entre el Guadalquivir y la costa mediterránea (pues incluso la región suroccidental portuguesa, originariamente tartesia, también fue posteriormente celtizada). Pero aunque hay evidencias de diversas oleadas migratorias proto-célticas en la Península a lo largo del primer milenio (desde los pueblos de los llamados "Campos de Urnas" en el nordeste, expulsados o asimilados por los iberos nororientales), el apogeo del reino tartésico es incluso cronológicamente anterior a la última gran inmigración celtohispana, la de los llamados celti-beros, aunque pudo haber influencias de las oleadas protocélticas anteriores (lusitanos, vetones, carpetanos, etc), y se sabe que los últimos reyezuelos turdetanos contaron sobre todo con mercenarios celtíberos en sus ejércitos locales.


 

Pero los argumentos para defender esa supuesta celtización nuclear de Tartessos carecen de base filológica rigurosa, como la de presuponer que el onomástico Argantonio contiene claramente un lexema típicamente indoeuropeo para designar a la "plata" (argant-), común al celta, al latín y al griego. En realidad, utilizar la filología como "prueba" es algo tan aleatorio como indemostrable, pues nadie puede asegurar que el nombre de Argantonio no sea en realidad ibérico, aunque algo desfigurado por la rehelenización de la transcripción de un nombre indígena tomado de oído.

Hoy se sabe que la lengua de los tartesios o turdetanos debía de ser en realidad una variante dialectal de la lengua de los iberos del Levante peninsular, del ibero del nordeste y del vascoaquitano antiguo. Y, conjetura por conjetura, es posible reinterpretar muchos nombres y topónimos tartésicos desde el único resto lingüístico subsistente de las antiguas lenguas ibéricas, es decir, desde la lengua vasca. Para empezar, el gentilicio tartessos puede relacionarse con la raíz vascónica tarte- ("medio", "centro"), y suponer que significaría algo así como "los intermediarios" (y realmente lo eran en el comercio del metal, sobre todo en el comercio del estaño), aunque acto seguido tenemos que suponer también que no sería el nombre que se dieron a sí mismos, sino más bien un nombre que les dieron -ante los fenicios y griegos- sus vecinos ibéricos del levante y sudeste peninsular. Y lo mismo con los onomásticos: Argantonio (quizá de argi, "luz", "faro", y andi o aundi, "grande", "alto"); Gerión (de geri, "ganado lanar", y on, "bueno"); Gárgoris ( de gar, "llama", "fuego", y gorri, "rojo", nombre alusivo quizá al "cobre", el metal predominante en el territorio tartésico propiamente dicho); Habidis (quizá relacionable con abide, "primo", y recordemos que el legendario Habis era nieto de su padre y hermano de su propia madre, pues era fruto de un incesto padre-hija). También pueden establecerse estas relaciones "filológicas" en la onomástica atribuida a los míticos feacios en la Odisea homérica: Nausicaa (vasco nausi, con sufijo diminutivo femenino -ka: "la señorita", "la amita", "la princesita"), Alkinoos (que en su reinterpretación griega significa algo así como "espíritu poderoso" o "poder espiritual", pero que en una reinterpretación vascoibérica podría relacionarse con alki-n, "trono", y -ots, "fama", "renombre", "boato", "pompa", es decir, algo así como "trono afamado o fastuoso"), Areté (que reintepretado en griego significa "virtud", "excelencia", pero que podría ser originariamente de la misma raíz que el vocablo polisémico vasco are, "linaje", "casta", "generación"; recordemos que la reina Areté provenía también de un linaje real incestuoso), etc. Desde luego son meras conjeturas, con las que no pretendemos demostrar otra cosa que la inutilidad de esas supuestas e indemostrables toponimias y onomásticas "célticas" entre los tartesios.

Una cosa es cierta: la lengua de los tartesios (luego turdetanos) era la propia lengua ibérica de los demás iberos, una lengua caucásica aglutinante muy anterior a las lenguas célticas flexivas e indoeuropeas habladas en la otra mitad de la península, y que quizá fue traída a Iberia por las migraciones procedentes del Cáucaso de los primeros prospectores de metales que introdujeron el megalitismo en la Península, si es que no eran las mismas gentes que trajeron también los grandes avances neolíticos. Todo en este terreno, entre los tiempos míticos y los tiempos propiamente históricos, entre la historia y la mitohistoria, se vuelve necesariamente conjetural y hay que echarle un poco de imaginación a esas conjeturas. Pero hay algo indudable: Tartessos es la primera gran cultura que podemos considerar ibérica, y su papel principal en la Historia antigua es haber puesto a Iberia en el mapa y en la historia de las civilizaciones mediterráneas, precisamente por haber sido durante varios siglos el principal productor de cobre del Mediterráneo occidental y el principal suministrador del valioso estaño, además de notable productor de oro y de plata en el mundo antiguo.


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Buey (escultura de piedra)
Signos y figura grabados en piedra
Yelmo greco-tartesico (Huelva)
Relieve de Osuna (Museo Arqueológico Nacional, Madrid)