Lenguas ibéricas Historia Hispánica Historia en el Arte Historia de América Literatura y anécdota

Aula de Estudios Ibericos e Iberoamericanos


MÁS QUE UN CONCEPTO, "ESPAÑA" Y LO "HISPÁNICO" ES (LO HA SIDO SIEMPRE) UN PROBLEMA, un problema conceptual desde luego (aunque también, históricamente, muy real). Para empezar, "España" no es propiamente un pueblo, una etnia o menos aun una "raza" (tal como se entienden actualmente estos conceptos), sino muchas gentes, más o menos afines, más o menos "compatibles" y más o menos "unidas políticamente" por una historia también más o menos común y más o menos asumida por casi todos (¡qué remedio!, dirán algunos). Tampoco es exactamente una cultura, pues son muchas las culturas hispánicas, y aun más las hispanoamericanas, aunque existan unos rasgos culturales más o menos comunes a todas ellas, no sólo el idioma más común y generalizado.

Afortunadamente también, no es un solo país, un solo paisaje y un solo paisanaje, sino muchísimos, y tan variados como atractivos. Y hasta es dudoso que lo "hispánico" sea o proceda de una sola nación, y no más bien de varias y diversas nacionalidades históricas. Pues, en efecto, es esa HISTORIA inicialmente conjunta, mucho más que la supuesta cultura común basada sobre todo en la religión y en el idioma, lo que ha ido modelando una comunidad (una común-unidad ) idiomática, éticorreligiosa, y en definitiva cultural, que es lo que define a los distintos (pero cada vez menos distantes) pueblos hispánicos como tales.

Está claro que esa Historia hay que conocerla (y asumirla) toda ella, sin mitificaciones, sin resentimientos, sin sentimentalismos, sin nacionalismos, sin "patrioterías", "patriotismos" u otros idiotismos trasnochados. El nacionalismo (y especialmente el "nacionalismo de los Estados") parte de la apropiación política más o menos indebida de una visión estrecha, miope, anacrónica y mitificada de la Historia, teñida de sentimentalismo (más que de sentimiento auténtico) y a menudo desfigurada por el resentimiento (o sentimiento resentido). Es la enfermedad del "ego" de los pueblos, de lo que creen ser o les gustaría haber sido, no de lo que en realidad han sido, ni de lo que son y de lo que podrían llegar a ser. No es una enfermedad incurable, aunque tiene algo de "terminal" en muchos casos, pero se cura leyendo más (precisamente lo que en principio menos nos gustaría leer: historia verdadera) y viajando más, por lo menos todo lo que sea necesario para llegar a ver y a descubrir que lo que consideramos "ajeno" no es más que el reverso y la otra cara de lo que consideramos "propio" (el fondo mismo del espejo o espejismo en el que gusta contemplarse a sí mismo el narcisismo de lo "propio").

Por eso aquí, en el estudio de esta HISTORIA más o menos común o más o menos propia o apropiada, no queremos mitificar nada ni a nadie. Y por eso tampoco queremos hacer una mera idealización, sino propiamente una reflexión y un sentido racionalizado e intelectualizado sobre una historia común, sobre una convivencia cultural y sobre una comunidad que trasciende los localismos geográficos o los localismos puramente étnicos, políticos o "nacionalistas". Pues la Historia (también la HISTORIA DE AMÉRICA postcolonial), el conocimiento completo y no-mitificado de lo que los pueblos hispánicos han sido, es ante todo la única gran perspectiva que tienen esos pueblos para saber lo que son y acaso para intentar ser lo que todavía pueden llegar a ser.

Lo demás, es casi pura anécdota cultural. Por ejemplo la extensa y rica LITERATURA en el idioma hispánico más común a uno y otro lado del Océano, un idioma que al fin y al cabo no deja de ser lo que es: un utilísimo instrumento de comunicación compartido (ahora más que nunca) por varios centenares de millones de personas en varios continentes. O por ejemplo el ARTE o la HISTORIA EN EL ARTE. O por ejemplo la necesidad de incluir en esa comunidad hispánica (o "ibérica") a la nación y a la nacionalidad portuguesa (y a su proyección americana y brasileira), pero también a la difusa hispanidad asiática (filipina), o a la hispanidad sefardí o judeoespañola, o a la africanidad hispánica (ecuatoguineana, angoleña, mozambiqueña, e incluso "mora", o sea, sahariana occidental y nor-magrebí).

Escudo Real Felipe II

Y anecdótico es también el nombre que queramos darle a esa comunidad. El término "Latinoamérica" nos puede gustar más o menos o parecernos más inexacto o menos (parece ser además de origen anglosajón, no hispánico); pero si es el que a los propios latinoamericanos les gusta, y si además puede ser alusivo también a otras nacionalidades europeas (italianos, franceses, etc) que han contribuido no poco a la formación de algunas de las nacionalidades americanas, aceptado y bienvenido sea, aun con todo su etnocentrismo implícito. Y lo mismo respecto al término "Iberoamérica", geográfica y políticamente más neutro, si con ello se sienten más cómodos los portugueses, por mucho que nos parezca que llamar "ibérico" a un español o a un portugués, y más aun a un americano, sea tan anacrónico e inexacto como llamar "azteca" a un mexicano contemporáneo o "inca" a cualquiera de los pueblos andinos actuales. Porque lo propiamente IBÉRICO (también lo veremos aquí) es más bien lo propiamente pre-hispánico de la historia de la península ibérica (como lo indígena es lo pre-hispánico propio de la historia del continente americano), aunque de hecho tanto lo ibérico prerromano como lo indígena precolombino conformen también en cada caso una parte integrante sustancial e imprescindible de cada respectiva cultura hispánica.

Pero la Hispanidad no es una "patria". Es (siempre lo ha sido y sólo puede ser) un proyecto común, intelectualizado o espiritual, pero no sentimental, una matria más que una patria, un proyecto o una perspectiva común que incluye -afortunadamente- muchos pueblos, muchas culturas, muchas lenguas, muchas naciones... y muchas "patrias".