ESPAÑA, LA ESPAÑOLA Y LOS INDÍGENAS DOMINICANOS


 

LOS COMIENZOS DE UNA CONQUISTA

Croquis de Cristobal Colón sobre la costa norte de La Española
 

Croquis de la costa norte de la isla de Santo Domingo (La Española), dibujado a pluma por el propio almirante o por alguno de los pilotos. Se considera el primer "mapa" de una tierra americana.


 
 

ien conocidos son ya los acontecimientos, el contexto y las circunstancias generales que llevaron al descubrimiento y posterior conquista y colonización del Nuevo Mundo: desde las primeras exploraciones portuguesas en busca de una nueva ruta hacia las fabulosas Indias o "Tierras de las Especias" (cuyas vías terrestres cerraban por entonces los turcos otomanos) hasta los grandes progresos de la cartografía náutica y del arte de la navegación, todo ello en medio de un notable florecimiento económico de la burguesía comercial europea y de una progresiva renovación y cambio en las ideas, en la mentalidad y en los modos de ver y de pensar que configuran la época que designamos convencionalmente con el nombre de "Renacimiento".

Europa occidental había alcanzado ya una madurez (política, cultural, religiosa, psicológica) que le permitía "salir fuera de sí misma", conocer el Mundo desde una perspectiva que superaba ampliamente los estrechos límites antropológicos, geográficos, científicos y culturales del teocentrismo y dogmatismo medievales. Y para que no faltara nada, se daba también la coyuntura política adecuada: un reino (Castilla) y un país totalmente reconquistado y recientemente unificado (España), que buscaba en nuevos espacios, en nuevas tierras y en nuevos horizontes la necesaria expansión para la inagotable reserva de fuerzas, de ambiciones y de miserias de sus naturales, un Estado poderoso y modernizado que encontraba en la ruta del Océano un camino inexplorado y prometedor que había comenzado en la rivalidad competitiva con los otros grandes reinos peninsulares (Aragón, ahora unido políticamente a Castilla, y sobre todo Portugal, que iba bastante "por libre" pero en paralelo), reinos más marineros y menos peninsulares ambos que la propia Castilla.

Sobre ese telón de fondo, actúan y desempeñan su papel unos actores históricos y unas individualidades verdaderamente excepcionales, personas de su tiempo que excepcionalmente representan el espíritu y la mentalidad emprendedora de toda una época: un rey (el de Aragón) modélicamente renacentista; una reina (la de Castilla) "de una pieza", como las del ajedrez; un armónico matrimonio políticamente perfecto; una serie de diversos personajes secundarios pero más o menos influyentes y decisivos; un aventurero y visionario genovés (según otros corso, mallorquín o catalán) de oscuros orígenes y manifiestas y ambiciosas vanidades personales, transformado ahora en "Almirante" al servicio de Castilla; tres naves; una abigarrada tripulación de unos 105 hombres procedentes de diversas tierras hispanas; una expedición, un rumbo y un destino vagamente esperado pero completamente desconocido....


India arawak y familia de indios caribes (dibujos de John Gabriel Stedman)
 
 

El descubrimiento es ante todo el encuentro (de recíproco asombro primero, de confrontación más o menos violenta después, de imperfecta integración más tarde) entre dos mundos completamente extraños el uno al otro, entre una historia de muchos siglos de civilización y una prehistoria aun más milenaria, entre un mundo civilizado ("cristiano", se decía entonces) y un mundo salvaje, fascinantemente salvaje, que era en muchos aspectos la antítesis del primero. La historia inmediatamente posterior nos mostrará también el lado más salvaje de los "civilizados" y el lado más civilizado de esos "salvajes". Pero este nuevo continente poco tenía que ver con la codiciada y legendaria India que habían ido a buscar, y sus habitantes tampoco tenían ninguna afinidad con los indios propiamente dichos, aunque desde el primer momento así se los llamase. Los españoles, los castellanos (que presumían más que nadie de "cristianos viejos"), habían llegado -sin saberlo todavía- a una tierra incógnita, a un mundo y a unas gentes inesperadamente nuevas.

....


n este primer viaje de Cristóforo Colombo (Cristóbal Colón), tras el descubrimiento y exploración de varias islas grandes y pequeñas (Cuba entre ellas, donde por primera vez los españoles vieron a los "indios" fumar tabaco, costumbre indígena a la que -de momento- no se aficionaron), las tres naves castellanas arribaron el 5 de diciembre de 1492 a una isla grande (la sexta de las descubiertas) que el Almirante quiso llamar "la Española", en honor de la nación que había hecho posible su casi disparatada empresa. Los españoles capturaron a una india y a través de ella entraron en contacto con los indígenas, y el 16 de diciembre Colón se entrevistó con un joven cacique (palabra indígena que designaba a los diversos jefes o reyezuelos que mandaban en la isla; uno de estos caciques se llamaba Guacanagari y habría de ser un importante aliado de Colón en estas tierras).

Ducado castellano de oro
 
Moneda de 20 maravedís acuñada en Sevilla para Santo Domingo
 
 

En la Española o Hispaniola se produjo el verdadero encuentro de ambos mundos, el europeo y el indígena, y también el verdadero conocimiento de lo que en el fondo más interesaba a los castellanos: el oro (el cacique Guacanagari les había asegurado que podían obtenerse en la isla grandes cantidades de este preciado metal). Esta isla sería también la primera gran base de operaciones de los castellanos en posteriores viajes, exploraciones y conquistas en el vecino continente, y asimismo la primera colonia española en el Nuevo Mundo.

En lo que podría llamarse el "diario de a bordo", constituido por varias cartas publicadas después, el Almirante recoge las primeras impresiones que le produjeron los indígenas de las Antillas:

"Los hombres andan todos desnudos como su madre los parió, y también las mujeres. Verdad es que ellas traen una cosita de algodón que escasamente les cobija su natura y no más (...) Todos los que yo ví eran todos mozos, que ninguno ví de edad de más de 30 años: muy bien hechos, de muy hermosos cuerpos y muy buenas caras". Refiriéndose a las indígenas de la Española, el Almirante anota más adelante: "Ni moza ni vieja cobijan nada, y tienen muy lindos cuerpos las mujeres". La isla Española, en especial, entusiasmó a Colón: "Las sierras y las montañas y las vegas y las campiñas y las tierras son muy fermosas e gruesas para plantar o sembrar, para criar ganados de todas suertes, para edificar villas y lugares. Los puertos de la mar (aquí no habría creencia sin verlo) y de los ríos, son muchos e grandes e de buenas aguas, las más de las cuales traen oro (...) Las sierras están llenas de árboles de mil maneras, y altos, que parece que llegan al cielo. Hay palmas [=palmeras, cocoteros] de seis o de ocho maneras, que es admiración verlas; hay pinares y campiñas grandísimas, e hay miel e muchas maneras de aves y frutas muy diversas. En las tierras hay muchas minas de metales, e hay gente inestimable en número (...) Ellos no tienen fierro, ni acero, ni armas, ni son para ello; no porque no sea gente bien dispuesta e de fermosa estatura, sino porque son muy temerosos a maravilla. No tienen otras armas, salvo las armas de las cañas cuando están en simiente, a la cual ponen al cabo un palillo agudo, e no osan usar de aquellas; que muchas veces me ha acaescido enviar a tierra dos o tres hombres a alguna villa para haber fabla, e salir ellos dellos sin número, e después que les veían llegar, fuían sin aguardar padre a hijo; e esto no porque a ninguno se haya fecho mal... Verdad es que después que se aseguran y pierden este miedo, ellos son tan sin engaño y tan liberales de lo que tienen, que no lo creería sino el que lo viese".

En otras palabras: Colón quería creer que había llegado poco menos que al "Paraíso Terrenal", como pone de manifiesto en otra de sus cartas: "Certifico a Vuestras Altezas [los Reyes Católicos] que no existe ni mejor tierra ni mejor gente: aman a su prójimo como a ellos mismos y hablan la lengua más suave del mundo". El médico, botánico y escribano Diego Álvarez Chanca, que acompañaría a Colón en el segundo viaje, amplió y completó muchos de estos datos en un relato publicado después con el título de "Botánica Medicina antillana".


Mapa de la isla La Española
 
 

La isla Española era llamada por los indígenes Haití (que significa, al parecer, "país montañoso") y también Boío ("país populoso") y Quisqueya ("país grande" o "tierra-madre"). Los primeros habitantes que en ella descubrió Colón pertenecían a una raza atlánticotropical de piel cobriza y carácter pacífico, un subgrupo étnico propio del Caribe, los taínos, que en realidad formaban parte de un grupo de pueblos lingüísticamente afines, los llamados arruacos o arawak, extendido también por la vecina isla de Borinquén (la actual Puerto Rico). Pero en la Española había además algunos grupos importantes de indios caribes, belicosos y atrevidos navegantes, una raza de piel cetrina y cabello liso y negro que habían llegado por mar desde otras islas próximas y desde las costas venezolanas algunos años antes de la venida de Colón. En contraste con los apuestos y espantadizos taínos arawak, a los que el propio Colón califica como "los más temerosos del mundo", los caribes eran un pueblo guerrero y conquistador que surcaba las islas antillanas en sus ágiles canoas; sus armas eran el arco y la maza o macana, conocían el fuego y el uso del metal (oro labrado), aunque desconocían el hierro; también practicaban algunos de ellos cierta antropofagia o canibalismo ritual, sobre todo con sus prisioneros de guerra; se apropiaban sobre todo de las mujeres de los taínos que capturaban en sus expediciones por las islas antillanas.

El 16 de enero de 1493 los castellanos emprenden el viaje de regreso, pero dejaban en la parte noroccidental de la isla una pequeña guarnición de 43 hombres instalados en un fortín denominado "Navidad" (construido con los restos de la nao "Santa María", que había encallado); la guarnición, al mando de Diego de Arana, estaba equipada "con armas e artillería e vituallas para más de un año". Poco antes de la travesía de regreso, el 10 de enero, vieron algunos manatíes, como los llamaban los indígenas, curiosidad que el Almirante recogió en su "Diario" con las siguientes observaciones, todavía muy imbuidas de la mentalidad medieval: "Tres sirenas salieron bien alto de la mar. No eran tan hermosas como las pintan, pues en ninguna manera tienen forma humana en la cara".

Colón llevó consigo a España a presencia de los Reyes diez muchachos indios (en total, los indios traídos por Colón en sus diversos viajes fueron unos quinientos, hombres y mujeres, de los cuales doscientos murieron durante la travesía y los restantes pocos años más tarde, pues no lograron aclimatarse ni al clima ni a las costumbres europeas). Los primeros indios que llegaron a España fueron bautizados, y uno de ellos fue apadrinado por el príncipe heredero, que le tomó gran afecto, y llegó a aprender bien la lengua castellana. Trajo también Colón en este primer viaje, entre otras muchas curiosidades, varios sacos de las codiciadas especias, una piel de iguana, algunos papagayos, piñas tropicales (que los Reyes Católicos tuvieron ocasión de degustar) y algunas espigas de "maíz" (que era para los indios americanos tanto como el trigo para los europeos).

Martín Alonso Pinzón, que había sido el primero en llegar a la Península en la carabela "Pinta", después de algunos incidentes y disensiones con el Almirante, fue también el primero en morir: falleció de sífilis o cosa similar, alguna enfermedad de transmisión sexual desconocida hasta entonces en Europa y que -al parecer- había contraído en la Española entre las "fermosas indias". También los españoles llevarían después al Nuevo Mundo enfermedades endémicas europeas (cólera, viruela) que habrían de causar grandes estragos entre las poblaciones amerindias.


El fuerte Navidad (dibujo)
 
 

Ocho meses más tarde (septiembre de 1493), el Almirante emprende su segundo viaje. Llevaba una flota de diecisiete naves (entre ellas la carabela "Niña", superviviente del primer viaje) y un total de mil quinientos hombres, destinados a poblar aquellos nuevos territorios. Y llevaba también diversas especies vegetales para plantar, entre ellas la caña de azúcar, destinada a arraigar en esas tropicales tierras. La flota recaló en varias islas caribeñas y los españoles tuvieron los primeros encuentros bélicos con los temibles caribes. A los pocos días de su llegada a la Española (18 de noviembre) descubrieron horrorizados que la guarnición del fuerte "Navidad" había sido completamente aniquilada por los indios. Al parecer, tras la partida de Colón, Diego de Arana no había sabido mantener su autoridad y su gente se dividió en dos bandos: el de los vizcaínos (vascos) y el de sus rivales; la mayoría abandonaron el fuerte y se fueron a buscar oro, del que se decía que abundaba en el territorio del cacique Caonabó, un reyezuelo caribe, cuyas gentes mataron a los desertores y después arrasaron el fuerte y exterminaron a los españoles que allí quedaban. El cacique Guacanagari, amigo de Colón, fue cómplice obligado de esta matanza, pues en cierto modo estaba sometido a Caonabó y a sus gentes.

Las naves de Colón abandonaron el lugar y zarparon hacia la zona oriental de la isla, donde fundaron una ciudad de nueva planta a la que llamaron Isabela (en honor de la reina de Castilla), y poco después el Almirante marchó con algunas naves a circumnavegar y explorar la isla de Cuba. En esa ciudad de Isabela se construyó la primera iglesia, celebrándose el día 6 de enero de 1494 la primera misa. En su ausencia, varios caciques isleños se sublevaron, aprovechando las disensiones y luchas internas de los españoles, que además habían tomado la costumbre de coger a indios jovencitos como esclavos. Entretanto, llegaba a la isla desde España el hermano del Almirante, Bartolomé Colón, de mayor energía que Cristóbal y también de mayor crueldad. El encuentro de ambos hermanos sirvió para reforzar la muy debilitada autoridad del Almirante entre los españoles. Los indígenas fueron sometidos y más de mil quinientos indios fueron reducidos a la esclavitud (a pesar de que los Reyes Católicos desautorizaron siempre la esclavitud de los indígenas). Durante una entrevista se apresó incluso al cacique caribe Caonabó, que perecería después en el naufragio de la nave que lo trasladaba a España.


Plano de Santo Domingo, capital de la isla La Española
 
 

Atraídos por informaciones que hablaban de grandes cantidades de oro en la costa meridional de la isla, los españoles fundaron otra nueva ciudad, Nueva Isabela (más conocida luego como Santo Domingo), y allí se trasladó la población de la primera colonia. La estancia de Colón en la Española duró dos años y medio. En marzo de 1496 emprendió el regreso a España en la carabela "Santa Clara", dejando al mando de la colonia a su hermano Bartolomé.

El tercer viaje lo hizo Colón en 1498 con ocho naves y nuevos colonos, entre ellos no pocos facinerosos que acababan de librarse de penas de destierro o de galeras. Traía también nuevos poderes reales que le confirmaban en el mando de aquellas tierras. Su hermano Bartolomé se hacía cada vez más impopular entre los colonos de la Española y volvían a intensificarse las conspiraciones internas y los bandos entre los españoles. Bartolomé Colón había puesto sus miras en el reino de Xaraguá, de cuyas grandes riquezas había oído hablar; este territorio lo regía el cacique Behechio y su hermana Acanaona, viuda de Caonabó. La resistencia indígena fue bastante obstinada en algunos lugares, pero poco podían hacer los indios frente a las armaduras, caballos y armas de fuego de los españoles, que combatían con disciplina y utilizaban incluso perros de presa contra los indígenas. La reina Acanaona se avino a pagar un pequeño tributo y obtuvo la paz en condiciones bastante ventajosas, pero otros caciques continuaron la rebelión hasta que finalmente fueron sometidos.

El Almirante se mostró en ocasiones como un pésimo gobernador: cruel, vengativo, codicioso y mezquino. Las noticias que llegaban a España forzaron a los Reyes a intervenir. En 1499 llegó a la Española con plenos poderes el enviado real Francisco de Bobadilla, que destituyó al Almirante y a sus hermanos, Bartolomé y Diego, y los hizo repatriar a España cargados de cadenas. Los Reyes, que recibieron a Colón en el palacio de la Alhambra, oyeron sus alegaciones y se disculparon por las vejaciones de Bobadilla, pero nombraron un nuevo gobernador, Nicolás de Ovando. Todavía realizaría Colón un cuarto viaje a las nuevas tierras, que por entonces ya se sabía que eran un nuevo continente muy distinto a las esperadas Indias. Cristóbal Colón moriría en 1506, pero sin haber perdido del todo el favor real, a pesar de las calumnias de sus enemigos.

Nicolás de Ovando, el nuevo gobernador de la Española, traía instrucciones precisas de prohibir que los colonos españoles se sirvieran por la fuerza de los indios para emplearlos en las duras labores del campo y en las minas, aunque se le autorizaba para hacer esclavos a los caníbales. Se recomendaban los matrimonios mixtos entre españoles e indias, y se obligaba a los indios a trabajar con los españoles, pagándoles un jornal y teniéndolos "como personas libres que son y no como siervos" y reglamentando humanitariamente el trabajo. Pero las buenas disposiciones reales no siempre se cumplieron e incluso se burlaron de diversas formas (se importaron a las islas caribeñas nutridos grupos de indígenas guanches de las Islas Canarias). En 1511 se creó la Real Audiencia de Santo Domingo, que entre otras funciones servía para separar, diversificar y controlar jurídicamente los concentrados poderes de los gobernadores.

Contra los abusos cometidos contra los indígenas alzó su voz el fraile dominico español Bartolomé de Las Casas, que en 1515 expuso al rey Fernando las constantes injusticias que tenían que sufrir los indios. A la muerte del rey, el regente cardenal Cisneros acogió las reclamaciones de Las Casas y dictó nuevas ordenanzas relativas a la libertad y al trabajo de los indios. Pero tampoco fueron cumplidas inmediatamente. Las últimas luchas de resistencia indígena contra los españoles las sostuvo entre 1520 y 1530 el cacique "Enriquillo", reconocido como cacique por el emperador Carlos V.

Y así, en poco tiempo, fue desapareciendo como tal la raza indígena de las Antillas, sobre todo en Cuba, Santo Domingo y Puerto Rico, tanto por las crueldades de los españoles como por la propia debilidad cultural de estas gentes y su incapacidad para adaptarse a los nuevos géneros de vida importados por los europeos, lo cual llevó a no pocos de ellos -por desesperación- al suicidio y al infanticidio de los recién nacidos. También diezmaron a la población indígena sucesivas epidemias traídas por los colonos. El caso es que de los cerca de 60.000 taínos que se estima que había en La Española a principios del siglo XVI, se dice que apenas quedaban unos 600 a mitad de esa misma centuria. Pero se ha exagerado mucho este supuesto "genocidio" indígena, pues la realidad es que los españoles (que venían sin mujeres) se unieron masivamente en matrimonios con las indias caribeñas, lo que además hizo más invulnerables a sus descendientes a esas mortíferas enfermedades importadas. No hubo, pues, "exterminio" intencionado en absoluto, sino una hibridación masiva y más o menos completa entre "conquistadores" y "conquistados", como en la mayor parte de los territorios americanos sujetos a la Corona española (algo bastante inusual, por cierto, en otras colonizaciones europeas).

Desde 1501 se había autorizado la introducción masiva de esclavos africanos en las Antillas, medida que fue aconsejada incluso por el propio Las Casas, aunque luego parece que se arrepintió de ello. A partir de 1531 se dió licencia para llevar a las Antillas gran número de esclavos negros, que pronto se vió que eran mucho más resistentes al trabajo, a las privaciones y a las enfermedades que los propios indios. La legislación española, no obstante, era mucho más benigna que la de los demás países europeos, pues les permitía contraer matrimonio, comprar su libertad y la de su familia y acusar a sus amos de malos tratos. Con todo, en 1522 hubo en la Española un primer alzamiento de negros, que fue sofocado.

Esta importación masiva de negros africanos cambió profundamente el componente racial de las islas del Caribe, cuya población quedó notablemente diversificada entre criollos (españoles nacidos en América o emigrados, poco mezclados con los indígenas), mestizos (hijo de español e india), mulatos (hijos de español y negra), zambos (hijos de negro e india), etc.


Indios taínos pescando
 
 

....


 Nicolás de Ovando le había sucedido como gobernador de la Española Diego Colón, hijo del Almirante, bajo cuyo gobierno se emprendió la ocupación y colonización de la isla de Cuba, que no tardaría en sustituir a la Española como principal base de operaciones y centro administrativo colonial del Nuevo Mundo. Después gobernaron la isla diversos presidentes de la Real Audiencia, que dependían del recién creado Virreinato de la Nueva España (México). Lo cierto es que, tras la conquista de México, el Perú y otros países americanos continentales, la isla de Santo Domingo (la Española) no prosperó mucho y fue decayendo inevitablemente, pues los colonos emigraban a otros lugares. Para entonces las riquezas auríferas de la isla estaban ya virtualmente agotadas. Con todo, en 1538 se fundaba en Santo Domingo la primera Universidad del Nuevo Mundo, que fue el primer centro intelectual americano durante cierto tiempo, aunque no pudo evitar la progresiva decadencia de la colonia.

Su despoblamiento progresivo la hizo presa fácil de los asaltos de piratas y bucaneros (ingleses y franceses), instalados en la isla de la Tortuga y otras adyacentes (ya en 1586 el corsario inglés Francis Drake había saqueado la capital en una de sus incursiones piráticas). Las Antillas estaban desprotegidas, pues la mayoría de las naves de guerra españolas estaban ocupadas en los conflictos europeos. Los bucaneros franceses se habían instalado en la parte occidental de la isla desde 1630, después de vencer a la guarnición española, y esta posesión francesa fue reconocida por España en el tratado de Ryswick (1697); los ingleses, por su parte, habían ocupado la isla de Jamaica desde 1655, y su posesión les fue confirmada oficialmente por España algunas décadas más tarde. La parte francesa de la isla de Santo Domingo fue explotada por varias compañías comerciales, cuya mala gestión provocó carestías, hambres y epidemias.

En 1795, por el tratado de Basilea, pasó también a dominio de Francia el resto de la isla, hasta que en 1804 los negros de la parte occidental proclamaron la independencia tras expulsar y masacrar a todos los franceses. España, con el apoyo de Inglaterra en el tratado de París (1814), recuperó una parte de la isla, que por entonces se hallaba dividida en tres partes: la de los españoles en Santo Domingo, la del rey negro Cristobal I (Henri Christofe I), y la constituida por una república negra en Puerto Príncipe. En 1821 la parte española se declaró independiente de la metrópoli y poco después fue anexionada por los haitianos a la antigua parte francesa, a la que permaneció unida por la fuerza durante veintidós años. Pero en 1844 se produjo la separación definitiva: la parte occidental, de habla francesa y población negra no mestizada, constituyó la República de Haití; la parte oriental, de habla española y población mestiza, mulata, zamba y criolla, tomó el nombre de República de Santo Domingo o Dominicana.

Esta república tuvo en sus comienzos una existencia muy difícil y llena de miserias y conflictos, hasta el punto de que en 1861 el presidente Santana -para garantizar la paz y el bienestar- proclamó la anexión a España, quedando el propio Santana como gobernador del territorio. La unión duró poco (hasta 1865), y de nuevo se impuso la anarquía en el país, llegándose a pensar incluso en la anexión a los Estados Unidos, aunque finalmente se desechó ese proyecto.

A partir de entonces, la historia de la República Dominicana es la historia de los países sometidos a la poderosa influencia económica, cultural y política estadounidense: intervención y ocupación norteamericana de la capital y de los puertos (el país fue regido por un gobernador militar estadounidense hasta 1922), y posteriormente por diversos intentos de gobiernos constitucionales que terminaron con el inicio de la era del dictador Trujillo, seguida de nuevas intervenciones militares norteamericanas. El 3 de septiembre de 1930 un fortísimo huracán había arrasado la ciudad de Santo Domingo, que fue reconstruida con el nombre de Ciudad-Trujillo (volvería a recuperar su antiguo nombre muchos años después, tras la caída del megalómano dictador).

Este Rafael Leónidas Trujillo, además de ser uno de los dictadores más impresentables de toda América Latina (repudiado finalmente incluso por los estadounidenses que le habían ayudado a hacerse con el poder), será recordado sobre todo por ser el principal inspirador e inductor de un espantoso genocidio llevado a cabo en el otoño de 1937, en que se produjeron matanzas sistemáticas de trabajadores haitianos que habían emigrado en masa a la República Dominicana y trabajaban como peones agrícolas en condiciones de explotación que ni siquiera los dominicanos más pobres soportaban. Aun así, se les acusaba de quitar el trabajo a los negros dominicanos y de actuar secretamente para anexionar de nuevo la isla bajo dominio haitiano. Se la conoce como "Matanza del Perejil", pues la policía y el ejército dominicano interrogaba a los sospechosos de ser negros haitianos (en principio cualquiera que fuera demasiado negro sin mezcla y demasiado pobre) y les hacía pronunciar la palabra "perejil", que los haitianos -en su francés créole- eran incapaces de articular correctamente. El genocidio se estima que causó más de cinco mil muertos (que otros elevan a quince mil), aunque las cifras exactas son difícilmente cuantificables.

....


Hombres y mujeres indios, trabajando los cultivos de una hacienda
 
 

Poco recuerdo quedó en España de la antigua colonia, pero el idioma español conserva todavía varias docenas de palabras de las lenguas taína y caribe que incluso han pasado luego a otros idiomas occidentales: hamaca, naguas (esa "cosita de algodón" que según Colón era el único "vestido" de las nativas, y que dió nombre en español a una prenda interior femenina: las "enaguas"), barbacoa, bohío (choza indígena), cacique, canoa, carey (tortuga), cayuco, sabana, huracán, iguana, caimán, macuto, piragua, maíz, etc. El "redescubrimiento" o "reencuentro" para los españoles actuales ha sido sobre todo turístico en los últimos años (la Dominicana tiene algunas de las más hermosas playas de todo el Caribe, de finas arenas blancas y mar azul-turquesa), pues el sector del turismo se ha incrementado notablemente en la isla durante las últimas décadas.

Pero la principal riqueza y el mejor activo de la isla son precisamente sus habitantes, en especial esa llamativa raza mestiza mayoritaria de "indios de piel negra" (original mezcla de negro y caribe), negros de color cobrizo y de facciones indias que son también, en efecto, la principal herencia histórica española o "españoliana". Los dominicanos son además -entre todos los países de la América hispana- tal vez los que más vínculos sentimentales tienen con España, que ha sido desde siempre su principal punto de referencia para afirmar su propia identidad nacional frente a los "negrísimos" haitianos francófonos de la otra parte de la isla (hoy, son precisamente los emigrantes haitianos en la Dominicana los que constituyen la capas más pobres de la población), y el problema latente de integración de ambas poblaciones continúa activo, pues el país haitiano, mucho más pobre en recursos que el territorio dominicano, ha sufrido también desgracias sin cuento (terremotos devastores, dictaduras sangrientas, etc). En los últimos tiempos los dominicanos de las clases más desfavorecidas han comenzado también su propio "descubrimiento" de España en su emigración (algo que sin embargo no pueden hacer con tanta facilidad sus convecinos haitianos, precisamente por la dificultad idiomática) y vienen a "descubrir" España por necesidad, no por "turismo", como antaño sus antepasados fueron descubiertos, conquistados y civilizados a la fuerza. A nosotros nos toca ahora redescubrirlos de nuevo desde el principio.


(a Lucrecia Pérez, in memoriam)


Botón subir
Maqueta de la nao Santa Maria