SOBRE LA ESTÉTICA POÉTICA "MODERNISTA"


ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LA POESÍA DE RUBÉN DARÍO Y SOBRE SU MODELO PERSONAL DEL "MODERNISMO LITERARIO HISPANOAMERICANO"


De sobra sabemos ya la poca precisión y la mucha inexactitud, arbitrariedad y convencionalismo que suelen tener a veces las "etiquetas" y los "chichés" artísticos y literarios, aunque forzosamente tengamos que reconocerles su necesidad y su utilidad descriptiva en la periodización y agrupamiento de los diversos fenómenos culturales, artísticos, literarios e históricos.

Gustav Klimt, Die feindlichen Gewalten
 
 

El término "modernismo" es tanto más arbitrario y confusionista cuando se trata de aplicar a tendencias artísticas dispersas y muy variadas en sí mismas (literatura, pintura, escultura, arquitectura, etc), que a veces lo único que tienen realmente en común es la propia época de su desarrollo histórico, en este caso el periodo que va desde las dos últimas décadas del siglo XIX hasta los comienzos mismos de la I Guerra Mundial, acontecimiento que marcó el final de una época y el comienzo del siglo XX propiamente dicho. Coincide también con el periodo final decimonónico que luego -tras esa guerra mundial precisamente- se denominó, de forma retrospectiva y con cierta nostalgia generacional de algunos, "La Belle Époque".

Fue una época de plenitud de los grandes cambios tecnológicos surgidos de la última revolución industrial (todavía esas dos últimas décadas decimonónicas traerían consigo una serie de innovaciones tecnológicas que cambiarían en poco tiempo la propia fisonomía de las ciudades y las propias comunicaciones humanas: la luz eléctrica, el fonógrafo, el teléfono, el cinematógrafo, los automóviles, los primeros aeroplanos...). Y fueron cambios vertiginosos además, apenas digeridos del todo por las propias sociedades occidentales que los producían, unos cambios que imperceptiblemente también crearon un "vacío" espiritual y un cierto "vértigo" en esa anterior creencia ciega en el progreso material de las sociedades burguesas occidentales. En cierto modo, esas tres décadas que unen el siglo XIX con el siglo XX tienen algo de "milenarismo" más que de "modernismo", manifestado en primer término en las artes plásticas (en sus modelos estéticos), que es donde primero suelen manifestarse anticipadamente los cambios de los modelos sociológicos y culturales que esos mismos cambios tecnológicos propician y traen consigo, y asimismo en los últimos grandes modelos filosóficos e intelectuales del siglo XIX (psicoanálisis freudiano, estructuralismo lingüístico, etc).

Pero, propiamente hablando, ¿qué tienen que ver con el "modernismo" literario otras tendencias artísticas coetáneas como el llamado "Art Nouveau" o la pintura inglesa de los "prerrafaelistas" o la arquitectura personal y excepcional de un Gaudí? Nosotros diríamos que tienen en común ante todo la propia época (ubicación cronológica, geográfica, sociológica, histórica y cultural), y secundariamente unas actitudes individuales "desubicadas" y "confusas" ante tanto progreso material y tecnológico, actitudes individuales más o menos generalizadas de rechazo de esa época contemporánea y de sus realidades materiales e intelectuales. Pero las respectivas realizaciones artísticas no sólo son muy variadas, sino a veces incompatibles entre sí estéticamente, y a veces difícilmente desligables de lo que también, por esa misma época, desde perspectivas academicistas y clasicistas muy mal asumidas, algunos denominaron "arte decadente".

En lo estrictamente literario, y en concreto en lo que se refiere a ese movimiento literario (básicamente poético) que se ha dado en llamar "modernismo literario hispanoamericano", cuya figura central y principal es el nicaragüense Rubén Darío (Félix Rubén García Sarmiento, Metapa, Nicaragua, 1867-1916), hay desde luego unas características comunes muy generalizadas pero que tampoco llegan a ser por sí mismas características esenciales del movimiento en sí, sino de determinados individuos que en algún momento hacen de ellas las señas de identidad de su propia obra literaria.

En la literatura y en las artes, unas tendencias artísticas nacen siempre como oposición a otras anteriores, como alternativa o respuesta a otras dominantes, pero siempre también como tendencias individuales de personalidades artísticas excepcionales, tendencias que terminan por generalizarse y extenderse -generacionalmente- hasta llegar a ser más o menos asumidas, para ser contestadas y rechazadas a su vez por las generaciones artísticas siguientes (p.e. "academicismo"/ "antiacademicismo"; "clasicismo"/ "romanticismo"/ "realismo"-"naturalismo", etc). Si el clasicismo es -por así decirlo- "de límites cuadrados y rígidos", el romanticismo sería más "de límites circulares y flexibles", y los modernismos serían más bien "de límites circulares poligonales", dependiendo de cada autor en concreto.

Por ello se puede afirmar sin exageración que el "modernismo literario" es, ante todo, Rubén Darío ("rubenismo"), y secundariamente los escritores en lengua española inspirados en su obra e imitadores directos o indirectos, temporales o permanentes, de su estilo poético, que como es sabido fueron "legión", tanto en Hispanoamerica como en España (cubanos como José Martí, argentinos como Leopoldo Luganes o Enrique Larreta, mexicanos como Amado Nervo o Gutiérrez Nájera, chilenos como Carlos Pezoa, colombianos como José Asunción Silva, ecuatorianos como Ernesto Novoa, peruanos como José Santos Chocano, venezolanos como Rómulo Gallegos, españoles como Eduardo Marquina, Valle-Inclán o Manuel Machado, y tantos otros).

Pero Rubén es Rubén, único, personalísimo y poliédrico. El "modernismo" es él (como actitud personal, como estilo y actitud literaria, como obra poética). Él mismo es un imitador de unos modelos literarios (franceses) que siempre admiró y que asumió y asimiló completamente, pues supo hacer además una buena síntesis de lo mejor de todos ellos. Sobre todo del "parnasianismo" francés (más interesante por sus postulados teóricos que por sus realizaciones poéticas: búsqueda de la perfección formal, de la "escultura" u "orfebrería" de las palabras, del "Arte por el Arte", del rechazo del subjetivismo lírico y egocéntrico de los neo-románticos, de la "evasión" de lo contemporáneo, del pesimismo existencial...), y asimismo su asimilación (?) de los poetas "simbolistas" franceses (Verlaine, Rimbaud, Baudelaire...), con sus sugerencias simbólicas y los efectos rítmicos en la musicalidad de sus poemas. Esto fue, asimilada también la poesía hispánica del Siglo de Oro, lo que más influyó literariamente al nicaragüense viajero durante sus estancias en Europa en calidad de periodista, diplomático o mero "turista" (cuando aún ni siquiera los ingleses habían patentado todavía el "touring" europeo). Asume plenamente lo hispánico, repudia la prepotencia política estadounidense (omnipresente en todos los países centroamericanos, y especialmente en el suyo), y le encanta lo mitológico helenista y clásico como tema poético; pero lo "francés" le afrancesa y sencillamente le fascina (aunque todo sigue siendo, en la forma y en el fondo, demasiado hispánico, si se acerca un poco más el oído a esos ritmos métricos):

       "Amo más que la Grecia de los griegos
       la Grecia de la Francia, porque en Francia,
       al eco de las Risas y los Juegos,
       su más dulce licor Venus escancia.

       Demuestran más encantos y perfidias,
       coronadas de flores y desnudas,
       las diosas de Clodión que las de Fidias:
       unas cantan francés, otras son mudas (...)
"

Quizá no confunde del todo la perspectiva el mexicano Octavio Paz cuando dice que "el modernismo literario hispanoamericano fue el auténtico romanticismo que no se dió a su tiempo". Porque, en efecto, lo literario es siempre cuestión de "tempos" y de tiempos. Y el Romanticismo europeo estaba ya -en la época de Rubén- completamente caducado y "pasado de fecha". Pero en absoluto lo estaba la actitud romántica en determinados artistas (que -como la propia actitud conservadora y clasicista- son dos constantes del espíritu creativo de los seres humanos, hasta el punto de que la psicología analítica contemporána ha sospechado desde hace tiempo que los artistas "románticos" suelen ser -en el fondo, inconscientemente si se prefiere el término- los más "clasicistas", y viceversa). Y entre los modernistas hispanoamericanos hubo ciertamente algunos "románticos" avant la lettre.

Los poetas "simbolistas" franceses son -ellos sí- verdaderos "neo-románticos trasnochados", o al menos con "resaca" de tanto "realismo" y "naturalismo" literario anterior. Pero ¿y Rubén?.

Rubén Darío no es (no quiere ser) intimista al modo romántico, pero desde luego es esteticista y narcisista como pocos (como lo es la esencia del "modernismo" literario que representa). Es innovador y renovador, e incluso "rupturista", pero tampoco mucho más allá de lo que lo habían sido con el lenguaje escritores hispánicos como Quevedo o Góngora varios siglos atrás. Pero ese mismo esteticismo y preciosismo literario lo definen necesariamente como conservador. Desde luego no es nada "anti-burgués" (como no lo son nunca, en el fondo, los artistas más pretendidamente "anti-burgueses", pues no se puede confundir el convencionalismo con el conformismo o con lo "burgués"). Y, por supuesto, es cosmopolita y amante de lo exótico ("multiculturalista", diríamos ahora), y por ello poco o nada dado a exaltaciones nacionalistas "románticas" (que tampoco faltan en su obra poética, como su conocida "Oda a Rooselvelt"). Descreído, y formalmente -no éticamente- ateo, lo que más le acerca y le asimila a los neo-románticos es su pesimismo existencial, su concepción hedonista de la vida que le lleva inevitablemente a precipicios "trágicos", lúgubres a veces. Porque su vitalidad es puramente hedonista, casi enfermiza, donde predomina ante todo la melancolía existencial.


La Diosa, Josep Clarà
 
 

Esa personalidad y esa actitud vital le lleva precisamente a la "vía de escape" de una literatura preciosista, a una búsqueda de una forma literaria esteticista al máximo, y al uso de todo tipo de recursos literarios para crear ese nuevo lenguaje en el que plasmar su propia estética básicamente clasicista: aliteraciones rítmicas, sinestesias, estrofas clásicas ya semiolvidadas pero con una musicalidad redescubierta, temas mitológicos renovados (p.e. su "Coloquio de los Centauros"), sensualidad hasta los límites del erotismo ("¡Oh aroma de su sexo!, ¡oh rosas y alabastros!/ ¡oh envidia de las flores y celos de los astros!"), renovación léxica (helenismos, galicismos, barbarismos y cultismos de toda clase), y adjetivaciones precisas y asombrosas: " ¡Carne, celeste carne de la mujer! ". No es desde luego una estética de "acero y cristal", que son los nuevos materiales característicos de la época, como antes había sido el "hierro forjado", pero tampoco de materiales no inventados todavía (como el "plástico").

No es éste el sitio para una "mini-antología" rubeniana, de la que tampoco podríamos excluir algunos de sus mejores "cuentos" en prosa. Pero queremos terminar esta breve introducción a su obra con algunos fragmentos breves.

Unos nos recuerdan a los clásicos hispánicos:

Tiffany, lampara dragonfly

Diré que eres más bella que la luna;
que el tesoro del cielo es menos rico
que el tesoro que vela la importuna
caricia de marfil de tu abanico (...)

Amante así , fatal, cosmopolita,
universal, inmensa, única, sola
y todas; misteriosa y erudita:
ámame mar y nube, espuma y ola.

(...)

La celeste unidad que presupones,
hará brotar en tí mundos diversos;
y al resonar tus números dispersos
pitagoriza en tus constelaciones.

(...)

En la playa he encontrado un caracol de oro
macizo y recamado de las perlas más finas;
Europa le ha tocado con sus manos divinas
cuando cruzó las ondas sobre el celeste toro.

He llevado a mis labios el caracol sonoro
y he suscitado el eco de las dianas marinas;
le acerqué a mis oídos, y las azules minas
me han contado en voz baja su secreto tesoro.

(...)

Otros son confesiones íntimas:

Yo supe de dolor desde mi infancia;
mi juventud..., ¿fue juventud la mía?,
sus rosas aún me dejan su fragancia,
una fragancia de melancolía...

La torre de marfil tentó mi anhelo;
quise encerrarme dentro de mí mismo,
y tuve hambre de espacio y sed de cielo
desde las sombras de mi propio abismo.

Por eso ser sincero es ser potente:
de desnuda que está, brilla la estrella;
y el agua dice el alma de la fuente
en la voz de cristal que fluye d'ella.

(...)

O pensamientos profundos, existenciales:

Y el pesar de no ser lo que yo hubiera sido,
la pérdida del reino que estaba para mí,
el pensar que un instante pude no haber nacido,
¡y el sueño que es mi vida desde que yo nací!

(...)

Dichoso el árbol apenas sensitivo,
y más la piedra dura , porque ésta ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

.…….

Dos ejemplos más de poetas modernistas, uno español y otro cubano:

– Ramón María del Valle-Inclán (1866-1936)


       (UNA EJECUCIÓN PÚBLICA EN "GARROTE VIL")

       ¡TAN ! ¡TAN ! ¡TAN ! canta el martillo.
       El garrote alzando están.
       Canta en el campo un cuclillo,
       y las estrellas se van
       al compás del estribillo
       con que repica el martillo:
       ¡TAN ! ¡TAN ! ¡TAN !

       El patíbulo destaca
       trágico, nocturno y gris,
       la ronda de la petaca
       sigue a la ronda de anís,
       pica tabaco la faca
       y el patíbulo destaca
       sobre el alba flor de lis.

       Áspera copla remota
       que rasguea un guitarrón
       se escucha. Grito de jota
       del morapio peleón.
       El cabileño patriota
       canta la canción remota
       de las glorias de Aragón.

       Apicarada pelambre
       al pie del garrote vil,
       se solaza muerta de hambre.
       Da bayas al alguacil,
       y con un rumor de enjambre
       acoge hostil la pelambre
       a la hostil Guardia Civil.

       Un gitano vende churros
       a socaire de un corral,
       asoman flautistas burros
       las orejas al bardal,
       y en el corro de baturros
       el gitano de los churros
       beatifica al criminal.

       El reo espera en capilla,
       reza un clérigo en latín,
       llora una vela amarilla,
       y el sentenciado da fin
       a la amarilla tortilla
       de yerbas. Fue a la capilla
       la cena del cafetín.

       Canta en la plaza el martillo,
       el verdugo gana el pan,
       un paño enluta el banquillo.
       Como el paño es catalán,
       se está volviendo amarillo
       al son que canta el martillo:
       ¡TAN ! ¡TAN ! ¡TAN !


 
 

.…….

– José Martí Pérez (La Habana,1853-1895)


       CUARTETAS

       Yo vengo de todas partes
       y hacia todas partes voy:
       arte soy entre las artes;
       en los montes, monte soy.

       Gocé una vez, de tal suerte
       que gocé cual nunca, cuando
       la sentencia de mi muerte
       leyó el alcaide llorando.

       Oculto en mi pecho bravo
       la pena que me lo hiere:
       el hijo de un pueblo esclavo
       vive por él, calla y muere.

       Duermo en mi cama de roca
       mi sueño dulce y profundo:
       roza una abeja mi boca
       y crece en mi cuerpo el mundo.

       Si ves un monte de espumas,
       es mi verso lo que ves:
       mi verso es un monte, y es
       un abanico de plumas.

       Mi verso al valiente agrada:
       mi verso, breve y sincero,
       es del vigor del acero
       con que se funde la espada.

       ¡Arpa soy, salterio soy
       donde vibra el Universo:
       vengo del sol, y al sol voy:
       soy el amor, soy el verso!

       Vierte, corazón, tu pena
       donde no se llegue a ver,
       por soberbia, y por no ser
       motivo de pena ajena.

       ¡La edad es ésta de los labios secos!
       ¡De las noches sin sueño! ¡De la vida
       estrujada en agraz! ¿Qué es lo que falta
       que la ventura falta?


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Gaudí, Casa Batlló
Rubén Darío (fotografía)