PRESENTACIÓN

La historia -como magistra vitae- enseña más bien poco (ésa es la verdad), y siempre según lo que se busque aprender previamente en ella. Si la reducimos a anécdota, distrae y entretiene, pero no enseña nada. Si la idealizamos en mito, al final no es más que un refuerzo del ego individual, de las propias frustraciones individuales, compensadas en un imaginario ego colectivo asimismo frustrado. La historia científica (?) no es, a su vez, más que un desideratum moderno: nunca ha tenido validez científica y nunca la tendrá, en la medida en que es completamente inservible para preveer comportamientos y desarrollos futuros de las colectividades políticas. No hay leyes históricas, como no sean leyes puramente biológicas o incluso antropologicas.

Lo que debería enseñar, si fuera una genuina y auténtica maestra, es a cómo salirse definitivamente de ella a nivel colectivo. Es un hecho que a veces viven más felices (=convivencialmente mucho más equilibrados) los pueblos sin historia que las naciones históricas. Los Estados, en cambio, son sencillamente la peor pesadilla de los pueblos, pero también una necesidad de organización social inevitable una vez que las colectividades alcanzan cierto grado de civilización (y la civilización humana no ha inventado hasta ahora nada mejor para protegerse a sí misma y sobre todo de sí misma).


 

¿Para qué o para quién sirve una "conciencia nacional"? ¿Se trata de verdadera conciencia o de mera borrachera o espejismo nacionalista? Las naciones, los Estados, se construyen siempre bajo la distinción básica entre "los otros" y "nosotros" (una especie de "yo" colectivo tribal-nacional). Pero, ¿quiénes son "ellos" realmente, y sobre todo quiénes somos "nosotros"?.

Así que, desde nuestra manifiesta incapacidad para exponer una Historia verdaderamente pedagógica, instructiva, o por lo menos humanizadora, nos quedamos aquí con pinceladas de lo anecdótico, y todo lo más con algunos esquemas de comprensión generales que nos ayuden a entender algunas cosas pasadas y presentes. Una mirada al pasado, nada más. ¿Para mejorar el presente? Eso es cosa de la política, no de la historia. ¿Comprender el pasado es poder llegar a entender el presente? Seguramente sí, pero desde luego es totalmente ineficaz para prevenir el futuro.

Comenzaremos nuestra historia episódica en plena Edad Media hispánica, en ese siglo-bisagra entre la alta y baja Edad Media propiamente dichas, es decir, hace aproximadamente mil años, un milenio, porque creemos (la historia nacional, la que sea, es también ante todo cuestión de "fé") que la Historia de España (mejor dicho, de la Hispanidad española) comienza precisamente ahí: en su autodefinición con Europa occidental en una idea más o menos común de "cristiandad" (todo lo anterior -hacia atrás- era sólo historia de los reinos y principados post-visigóticos, o del califato y del anterior emirato musulmán, o historia visigoda, o historia romana, o historia prerromana ibérica...).

Empezamos, pues, esa historia de la "Hispanidad española", hasta donde llegue y hasta donde podamos llegar, para unirla luego a la Hispanidad americana. Y ¿quién sabe?, quizá encontremos y descubramos ahí, en esos episodios históricos sueltos de la historia peninsular, un hilo conductor no hacia un "modo de ver común", sino más bien hacia unos modos de sentir hispánicos más o menos comunes. Ésa es nuestra pretensión y nuestro intento en los artículos que siguen y que podrán ampliarse con otros muchos más en entregas sucesivas (y lo mismo en lo relativo a la Historia de la América hispánica, colonial y post-colonial).

greca