RESUMEN DE LA HETERODOXIA RELIGIOSA ESPAÑOLA DE LOS SIGLOS XVI Y XVII


Uno de los primeros nombres con el que fueron conocidos los protestantes o reformistas españoles en los siglos XVI y XVII, y en especial sus grupos más místicos, fue el de "alumbrados" (en el sentido de "iluminados"), un término que ya había empezado a oírse en España a finales del siglo XV, referido a algunos grupos heréticos surgidos en esa centuria.

Los primeros "alumbrados" protestantes de que se tiene noticia aparecieron en Andalucía y Extremadura (en esta última región hubo entre 1574 y 1578 un ruidoso proceso contra un foco de alumbrados en Llerena). Algunos de ellos eran al parecer panteístas, y defendían la idea de que mediante la práctica de la oración intensiva y sincera (esto es, plenamente consciente) se podía llegar a un estado de perfección que hacía innecesarios los sacramentos y las buenas obras. Sus detractores decían que justificaban las acciones más reprobables considerando que no pecaban con ello, aunque no puede creerse en modo alguno que justificasen acciones objetivamente reprobables desde el punto de vista moral, por ejemplo los crímenes, sino que hay que pensar más bien que habían llegado a una "subjetivización" y "relativización" tal de la noción de pecado que con ello consideraban que la superaban completamente desde una ética pura no teñida de subjetivismo moral (pero esto es también la esencia del mensaje evangélico originario en su consciente superación de la ley mosaica, y lo es también en la propia interpretación que San Pablo hizo de las ideas sobre el "pecado"). Esta secta mística concreta es la de los llamados también "quietistas", partidarios de una contemplación meditativa pura en la que el alma, perdida su individualidad y desligada de su "yo", llegaba a un grado de perfección e irresponsabilidad en que el pecado dejaba de verse como tal (es decir, un estado de supraconsciencia, como ocurre en determinadas prácticas de algunas religiones orientales místicas). Esta doctrina es obra de un oscuro sacerdote aragonés llamado Miguel de Molinos (también se llamó a sus seguidores "molinosistas", y con frecuencia se les acusó de prácticas extremas de libertinaje y de lujuria). Molinos fue detenido en Roma, procesado y condenado a cárcel perpetua, pero el quietismo se propagó por Italia y Francia y no dejó de influir en posteriores corrientes filosóficas europeas.

Biblia de Ferrara
 

En cuanto al protestantismo hispano propiamente dicho, lo cierto es que la propaganda luterana en España fue temprana y dió algunos frutos: en 1524, por ejemplo, se descubría en San Sebastián un contrabando de libros luteranos, el primero de muchos otros que seguirían. Pero el principal propagador del luteranismo en Castilla fue el canónigo, fraile predicador (dominico) y doctor en Salamanca Agustín de Cazalla, capellán del emperador Carlos V, al que había acompañado por Alemania entre 1542 y 1552 (había, no obstante, algunos precedentes, entre ellos un capellán graduado en Artes en la Universidad de Alcalá hacia 1531).

La Universidad de Alcalá había sido, en efecto, un activo foco de erasmismo intelectual en las décadas anteriores, aunque el erasmismo sólo fuese la versión filosófica más depurada -ni siquiera estrictamente una versión teológica- del humanismo renacentista y post-renacentista del siglo XVI, y no exactamente la cara intelectual del Protestantismo religioso, por muchas coincidencias y afinidades que presentasen ambos movimientos en cuestiones tan esenciales como la "libertad de conciencia", la traducción de la Biblia a la lengua vulgar o su oposición al desvirtuamiento de la doctrina evangélica y al "monopolio" de la Iglesia católica sobre el cristianismo. Lo cierto es que las ideas del humanista holandés Erasmo de Rotterdam (1467-1536) fueron una de las principales semillas intelectuales -no la única- de la Reforma protestante. Su nombre y sus obras fueron un modelo y una referencia para muchos españoles de la época, y probablemente en pocos países tenía Erasmo tantos admiradores como en España, ni en otro lugar sus obras eran leídas y discutidas con más apasionamiento que en la Universidad de Alcalá, principal centro de difusión del erasmismo hispánico. Pero este "erasmismo intelectual español", como han dejado claro algunos historiadores modernos, fue "un movimiento cultural complejo, ampliamente humanista y laico, sin duda, pero también religioso" (por lo menos en sus consecuencias y derivaciones inmediatas), e incluye a personalidades como Luís Vives y a precursores como Antonio de Nebrija (1444-1522).

En 1512 había aparecido en Castilla el "iluminismo" (uno de los denunciados por su propagación fue el franciscano Fray Melchor de Burgos, al que se llamó -irónicamente- "el alumbrado con las tinieblas de Satanás"). Pero hasta 1535 la Inquisición no se pronunció sobre los libros de Erasmo (residente por entonces en la ciudad suiza de Basilea, y a quien en cierta ocasión el propio Carlos V había invitado a venir a España, aunque él declinara la invitación). Las persecuciones contra los erasmistas fueron primero encubiertas (se les solía acusar de iluminados o de luteranos). Los arrestos, las torturas y las denuncias darían lugar a varios procesos, y muchos huyeron al extranjero. La Inquisición buscó y destruyó con verdadero celo los libros de los erasmistas españoles, aunque algunos se salvaron (Inglaterra era el principal centro de impresión de las obras protestantes en diversas lenguas), pues no en vano en Europa llevaba ya varias décadas de pleno funcionamiento la imprenta, lo que impidió la completa destrucción de todos los libros, como ocurría con los libros heréticos en épocas medievales pasadas.

Entre las obras más destacables de algunos erasmistas españoles, sobresalen el "Diálogo de Mercurio y Carón" (1528) y el "Diálogo de la Lengua", obras ambas de Alfonso de Valdés, que fue secretario del propio emperador Carlos. Su hermano, Juan de Valdés, influido por la lectura de Melanchton, acabó por propagar el luteranismo, fundando una secta mística propia; ganó en Nápoles más de tres mil adeptos, de todas las clases sociales, incluidos miembros de la alta aristocracia y hasta algunos obispos, que -burlando la vigilancia del Virrey- se reunían en pequeños grupos en su casa, en una finca campestre o en el palacio de la princesa Julia Gonzaga, famosa por su belleza (se decía que el propio sultán turco Solimán el Magnífico había querido raptarla y llevarla a su harén). En 1536, hallándose Carlos V en Nápoles, muchos de los seguidores de Valdés huyeron cuando se promulgó un severo edicto contra la herejía (algunos de esos seguidores fueron decapitados, y la secta valdesiana ya no se recuperó y no volvió a levantar cabeza), pero fracasaron los intentos de establecer la Inquisición española en Nápoles por la oposición y resistencia de los propios napolitanos. Valdés murió en 1541.


Miguel Servet
 

Otros luteranos españoles famosos del siglo XVI fueron Francisco de Enzinas y sobre todo el aragonés Miguel Servet (en realidad Servet no fue luterano ni anabaptista, y mucho menos "calvinista", sino más bien un reformista sui géneris). Servet se estableció en Basilea, se enemistó con Zuinglio por un libro en el que el español atacaba la divinidad de Cristo, estudió medicina y se graduó en París: fue -como es sabido- el precursor de la idea de la circulación pulmonar de la sangre (antes que el inglés Harvey), y vivió de su profesión como médico afamado. Mantuvo una relación epistolar muy agria y tensa con el protestante Calvino, que le denunció a la Inquisición de Francia, y huyendo fue a parar a Ginebra, el peor de los refugios para un enemigo de Calvino; éste, en efecto, consiguió que lo procesaran por "hereje", y Servet fue condenado y quemado vivo en Ginebra, en un paraje junto al lago Lemán, en 1553.

En España hubo por entonces dos procesos muy ruidosos contra protestantes españoles, que funcionaban como una verdadera sociedad secreta, de fuerte base familiar. Las ideas del mencionado Agustín de Cazalla, las del doctor Constantino o las del arzobispo Carranza se basaban en el iluminismo erasmista y en la doctrina de la "justificación (y salvación) por la fé", negando la existencia del Purgatorio.

En lugares como Villamediana (en la Rioja), en Toro, en Zamora, en Toledo y sobre todo en Valladolid, varias personas de alta posición social y con lazos familiares y fuertes relaciones de inquietudes religiosas compartidas formaron diversos núcleos de creyentes. La Inquisición los procesó y condenó, incluidas todas las monjas de un mismo convento de Valladolid, una hija de los marqueses de Alcañices (famosa por su belleza), un comendador de la Orden militar de Alcántara (y su esposa), el marqués de Poza, y varias familias enteras; otros fueron detenidos al intentar pasar a Francia. El propio ex-emperador Carlos, retirado ya en Yuste, pidió rigor contra los acusados, aunque no vivió lo suficiente para ver su castigo. El Auto de Fé se celebró en la Plaza Mayor de Valladolid el 21 de mayo de 1559. De los treinta penitenciados, doce fueron entregados al brazo secular para su ejecución (fueron estrangulados y luego quemados), entre ellos dos sacerdotes (uno el propio Cazalla; su madre, que ya había muerto, fue desenterrada y quemada, y las casas de esta familia fueron destruidas y sembradas de sal, según era costumbre en estos casos). Este Auto fue tan sólo el preparatorio de otro que se celebró también en Valladolid el 8 de octubre de 1559, con presencia del propio rey Felipe II, en el que se agarrotó y quemó a trece personas, la mayoría de alta alcurnia (entre ellas cinco monjas; una de ellas intentó suicidarse en la cárcel y vivió algunos días, pero no se retractó y fue luego quemada "en efigie y en sus huesos"); dos de los hombres, que no se retractaron, fueron quemados vivos; otros penitenciados fueron condenados a diversas penas. Así se extinguió el foco luterano de Valladolid (aunque todavía en 1568 la Inquisición haría quemar viva a una mujer, Leonor de Cisneros).

Otro de los focos protestantes coetáneos fue el formado en Sevilla, cuyos principales dirigentes eran dos clérigos predicadores: el doctor Egido (que en 1550 había sido propuesto para el arzobispado de Tortosa por Carlos V debido a su gran prestigio) y el doctor Constantino Ponce de la Fuente, gran orador, autor de una "Confesión del Pecador", de carácter místico; éste último fue finalmente encarcelado y murió en la cárcel. Pero en esa ciudad los protestantes eran ya numerosos. Se hicieron dos Autos de Fé (en 1559 y 1560), con un total de treintaicinco personas quemadas, entre ellas varias damas de la aristocracia (una de tan sólo 21 años de edad), una mujer con sus tres hijas, y un individuo que había transportado hasta Sevilla, desde Ginebra, dos toneles con libros en su interior (ejemplares del "Nuevo Testamento", traducido al castellano por el doctor Juan Peres); un mercader inglés que había expresado públicamente opiniones anglicanas fue asimismo condenado a la hoguera. La orden jesuíta, recién establecida en la capital sevillana, se ocupó con mucho celo de la inmediata campaña antiluterana. Desde 1560 a 1590 fueron varios los procesos contra protestantes, la mayoría extranjeros (calvinistas, luteranos, anglicanos, y algunos "huguenaoz", es decir, hugonotes).

Biblia del Oso
 

Así se "defendía" el catolicismo en la muy católica España del siglo XVI, una de las épocas en que la "Iglesia" católica, de la mano del Estado, alcanzó uno de los mayores grados de perversidad, de vesanía, de locura y de monstruosidad de toda su historia. Entre tanta superficial religiosidad popular exteriorizada, empapada de supersticiones atávicas, aquellos "herejes" eran en la mayoría de los casos hombres y mujeres con hondas y sinceras preocupaciones espirituales y religiosas, buscadas y encontradas en un cristianismo mucho más auténtico, en un cristianismo interior, y su único "delito" era haber intentado encontrar el cristianismo genuino por debajo de tanta contradicción flagrante, de tanta corrupción eclesial y de tanta paja y hojarasca teológica, dogmática, ritual y pseudomoral acumulada durante tantos siglos.

En el siglo siguiente, el siglo XVII, los protestantes españoles eran ya muy pocos, y por lo general se trataba de frailes que habían abandonado sus conventos.

En el siglo XVIII hubo en España una especie de "jansenismo" de determinadas élites del poder (no eran exactamente defensores o propugnadores de las tesis de Janseno o de Quesnel, sino más bien canonistas contrarios a la omnipotencia de Roma en asuntos canónicos, contrarios a los jesuítas y más o menos partidarios -con matices- de una Iglesia nacional); algunos ministros de los reyes borbónicos españoles profesaban estas ideas, y seguramente no fue ajena a su influencia la expulsión de los jesuítas de todos los reinos hispánicos y portugueses. Pero hubo muy pocos casos comprobados de estricto protestantismo en esa centuria, a pesar de que la Inquisición estaba ya en evidente decadencia. Hubo algunos casos de "molinosistas" (el quietismo místico fundado por Miguel de Molinos en el siglo XVI): por ejemplo el del obispo de Oviedo José Fernández de Toro, que fue llevado a Roma y encerrado en el castillo papal de Santángelo, o el de un canónigo de Tudela, acusado de "corruptor" de los conventos de monjas de Lerma y Corella (su discípula, la abadesa de Corella, Águeda de Luna, fue encerrada en la cárcel inquisitorial de Logroño y murió a consecuencia de las torturas a que había sido sometida). Pero fueron casos bastante excepcionales, en una época en que la Inquisición había perdido ya tanto prestigio como fuerza y sólo imponía penas más o menos leves (aunque con los eclesiásticos actuaba más a su gusto y con frecuencia "se le iba la mano", como en el caso de la abadesa mencionada). Por su parte, el Estado hacía ya tiempo que había dejado atrás la "lucha por la defensa de la Fé católica" como principal justificación de toda su política.

Fuera de España hubo también algunos casos de apostasía y conversión al protestantismo en alguna de sus opciones religiosas, entre ellos el de Félix Antonio de Alvarado, natural de Sevilla, que llegó a ser en Inglaterra presbítero de la Iglesia anglicana y luego se afilió a la secta puritana de los cuáqueros (tradujo en 1710 al castellano la obra de Robert Barclay "Apología de la verdadera Teología Cristiana", uno de los libros básicos de esa secta ultrapuritana).


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El Nuevo Testamento, Francisco de Enzinas
Antonio de Liendo y Goicoechea