EL IMPERIO ESPAÑOL EN SUS AÑOS CRUCIALES


     AÑO 1521: EL INICIO DEL ESTRENO MILITAR IMPERIAL


Ataque a la Goleta (Tunez) por tropas imperiales
 

A partir de 1517, tras la muerte del rey de Aragón Fernando el Católico y la incapacidad de la reina de Castilla doña Juana, hija de Isabel la Católica, el joven Carlos (Karl) de Habsburgo se dispuso a hacerse cargo de los reinos hispánicos heredados de sus abuelos maternos. En septiembre de 1517 desembarcó en el norte de España procedente de Flandes con un nutrido séquito de cortesanos flamencos. En febrero de 1518 las Cortes de Castilla le juraron como rey, en defecto de su enajenada madre doña Juana, a la que visitó en su retiro de Tordesillas, y le otorgaron un importante subsidio en dinero para financiar sus gastos, no sin muchas reticencias de los diputados castellanos, que veían con gran desconfianza a ese nuevo monarca que no sabía hablar castellano, que venía rodeado de extranjeros y que usaba el pomposo tratamiento de "majestad" (nunca usado por los reyes y reinas de Castilla, que recibían el tratamiento tradicional de "alteza"). En el verano de ese mismo año, las Cortes de Aragón le juraron también como rey y le dieron los dineros correspondientes, y otro tanto hicieron en 1519 las Cortes catalanas (al año siguiente juraría los fueros valencianos). En junio de 1519, tras la muerte de su abuelo Maximiliano de Habsburgo, Carlos es elegido emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, uniendo bajo su corona unos dominios europeos considerables, a los que se unían los dominios castellanos ultramarinos en el nuevo continente descubierto apenas tres décadas atrás.

Pero pronto surgieron las primeras dificultades del nuevo emperador, precisamente en Castilla, cuyas ciudades se negaron a pagar nuevos subsidios y pronto se pusieron en situación de franca rebeldía, negándose a ser gobernados por cortesanos extranjeros y viéndose relegados y menospreciados en sus aspiraciones, que en realidad sólo pedían al emperador algunos gestos puramente simbólicos. Muchas ciudades castellanas se unieron a esta rebelión de las comunidades castellanas, aunque la alta nobleza se desmarcó rápidamente de ella y se pusieron de parte del emperador.

En realidad, este movimiento castellano de las "comunidades", al margen de los motivos y trasfondos económicos (entre ellos la rivalidad entre la industria lanera castellana y la industria de paños de Flandes), no era más que el primer desajuste creado por el paso de un Estado nacional, formado tres décadas antes por los Reyes Católicos en una especie de "confederación" de los reinos hispánicos, a un Estado plurinacional europeo que integraba dispersos territorios flamencos, borgoñones, franceses, itálicos y sobre todo austríacos y alemanes. Los castellanos sentían que salían perdiendo con el cambio monárquico y se apresuraron a ponerse a la defensiva armando a las milicias ciudadanas de sus propios concejos.

Tras la derrota de las tropas comuneras castellanas en Villalar (23 de abril de 1521), todas las ciudades castellanas quedaron sometidas a las autoridades que gobernaban los Estados hispánicos en nombre del rey y emperador, con la excepción de Toledo, Madrid y algunos lugares del reino de Murcia, que no se someterían hasta finales de octubre de ese año.


El emperador Carlos en su madurez, por Tiziano
 
 

El emperador Carlos sostenía también por ese tiempo guerras en Flandes, Francia e Italia. En mayo de 1521, un ejército francés (Francia era la más perjudicada en sus intereses por estar prácticamente rodeada por los dominios imperiales en sus propias fronteras y en su propio territorio) había invadido y ocupado Navarra y llegó a sitiar Logroño sin éxito (11 de junio), pero la llegada de fuerzas castellanas consiguió rechazar a los invasores y recuperar el país navarro, que pese a la existencia de un fuerte partido pro-francés (Navarra había sido invadida y anexionada por las tropas castellanas del duque de Alba en 1515) ya había jurado fidelidad a Carlos en mayo de 1516.

En Valencia se había producido además la rebelión generalizada de las llamadas germanías o hermandades de los artesanos contra la nobleza local. El nuevo virrey, Diego Hurtado de Mendoza, huyó de la ciudad, y con las fuerzas aportadas por los nobles (que habían armado a sus vasallos y a los campesinos moriscos) organizó la lucha para someter a los rebeldes del país valenciano. Ciudades como Morella se declararon leales al virrey, mientras que otras (Elche, Mogente, Jérica, Segorbe, Onda y Orihuela) se pasaban a los agermanados, además de la propia Valencia y de otras villas regias. El movimiento tenía sobre todo características y condicionantes de fuerte raíz social.

Dos ejércitos, uno al norte y otro al sur del país valenciano, llevaron a cabo las operaciones contra los agermanados, que al principio fueron más afortunadas para los rebeldes en la zona meridional, pues vencieron en Biar a las tropas del virrey; pero en la zona norte el duque de Segorbe venció en Oropesa a los valencianos rebeldes. Los agermanados se habían apoderado del castillo de Játiva, pero el 18 de julio de 1521 sufrieron en campo abierto una grave derrota. También hubo una importante rebelión agermanada en Palma de Mallorca.

La intervención de tropas castellanas decidió la lucha. Estas tropas eran las que a las órdenes del Marqués de los Vélez habían operado recientemente contra los comuneros de la región murciana, por orden del Condestable y del Almirante de Castilla. El marqués de los Vélez se apoderó de Elche, Crevillente, Aspe y Alicante, y la Junta de los agermanados capituló tras ser derrotadas sus milicias cerca de Orihuela por las tropas del virrey. Éste (asesorado por el marqués de los Vélez, el marqués de Moya y los señores de Albatera y Mogente) aceptó las condiciones de rendición, y la Junta se disolvió y las milicias valencianas entregaron las armas. La resistencia se prolongó todavía durante algún tiempo en Játiva y Alcira, que finalmente fueron también sometidas al final del primer semestre de 1522.

El año 1521 fue en los territorios hispánicos centrales y orientales un año militar especialmente agitado. Y también lo fue en el otro extremo del Mundo, en las tierras descubiertas tres décadas atrás, cuando un grupo de soldados-aventureros capitaneados por Hernando Cortés, tras una sangrienta lucha, llevaban a cabo la primera conquista en tierras continentales americanas, la de la capital del imperio de los indios aztecas mexicanos.


Asalto a la plaza de Calais
 
 

     Un nuevo ejército para unos tiempos nuevos


Entre el último tercio del siglo XV y las dos primeras décadas del siglo XVI se produjo una gran transformación de los ejércitos europeos, debido sobre todo a los importantes cambios operativos y tácticos ocasionados por la masiva introducción y generalización de las armas de fuego (tanto las cada vez más perfeccionadas de la artillería como las más novedosas representadas por las armas de fuego individuales y portátiles: arcabuces, escopetas y primeros mosquetes).

El cardenal Cisneros, regente de los reinos hispánicos, había creado en el reino de Castilla, a imitación francesa, una milicia ciudadana denominada "gente de la Ordenanza", que pretendía ser el embrión de un ejército estatal permanente que sustituyera ventajosamente al heterogéneo ejército medieval predominante hasta entonces en los reinos hispánicos y formado por diversas tropas del rey, "guardias" reales, compañías de mercenarios, mesnadas de los grandes señores laicos y eclesiásticos, milicias de los Concejos y caballeros de las Órdenes Militares (un ejército así, todavía netamente medieval, es el que había operado en las largas guerras de Granada contra el último reino musulmán hispánico).


Infanteria española en formación de combate en cuadro
 
 

El servicio militar se hizo obligatorio en cada población castellana para uno de cada doce hombres comprendidos entre los veinte y los cuarenta años, vecinos honrados y conocidos de las ciudades y villas, que podían ser llamados cuando la necesidad militar lo requiriese (por servir en el ejército se concedía a los villanos la hidalguía y con ello la exención tributaria para ellos y sus descendientes). El proyecto no cuajó al principio por la fuerte oposición de la nobleza, pero este ejército estatal volvió a reorganizarse durante el reinado del emperador Carlos V.

Las anteriores guerras de los ejércitos españoles en Italia introdujeron ya bastantes innovaciones y crearon el tipo de soldado profesional que predominará a lo largo del siglo XVI, al tiempo que produjeron las principales modificaciones organizativas en los ejércitos hispánicos.

Aparte los cuerpos de intendencia y sanidad militar, que se organizaron por aquel entonces, la unidad básica de la infantería era la compañía o capitanía (500 soldados), al mando de un capitán, asistido por un alférez o abanderado y varios sargentos. Doce compañías constituían un escuadrón o coronelía (6000 soldados), al que se agregaban 600 caballos y 64 piezas de artillería (lombardas y otros diversos cañones de calibre grueso, y culebrinas, falconetes y otras piezas de artillería ligera).

Infantería imperial, hacia 1521 (dibujo)
 

Los soldados de infantería se dividían en piqueros (infantería pesada armada con largas picas) y rodeleros (infantería ligera de apoyo y de asalto, armados con espada y escudo pequeño o rodela), que maniobraban en cuadro, apoyados por arcabuceros.

La caballería, formada por la nobleza de mayor rango, fue perdiendo importancia en los nuevos planteamientos tácticos de las batallas, pues los jinetes eran cada vez más vulnerables frente a la artillería y frente a los disparos de los arcabuces, contra los cuales de muy poco servían las pesadas armaduras cerradas por piezas metálicas articuladas en las que se enfundaban de pies a cabeza los jinetes y a menudo también sus caballos (las mejores de estas aparatosas armaduras, tan vistosas como elaboradas, se fabricaban en armerías del norte de Italia). Por otro lado, tampoco las arrolladoras cargas de caballería eran ya del todo eficaces contra las compactas y disciplinadas masas de piqueros. Pero su ocaso definitivo se produciría a partir de la victoria de los arcabuceros tudescos del ejército imperial contra la crème de la crème de la caballería francesa en la batalla de Pavía en 1525, en tierras noritálicas.


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El emperador Carlos en su juventud, retrato de Bernaerd van Orley
Casco para el Emperador Carlos V. - Milán 1553 (Real Armería - Madrid)