LOS EVANGELIOS INTERTEXTUALES

ARMONIZACIÓN HISTÓRICA DE ALGUNOS EPISODIOS EVANGÉLICOS


(1) LAS ACTIVIDADES DE JUAN EL BAUTISTA EN RELACIÓN CON LAS DE JESÚS DE NAZARET


(Lc 3, 1-2; 1, 5-80) cronología aproximada

Fue en el año décimoquinto del imperio de Tiberio César, con Poncio Pilato gobernando en Judea, siendo Herodes (Antipas) tetrarca de Galilea, y el hermano de éste, Filipo, tetrarca de la región de Iturea y de la Traconítide, y Lisanias tetrarca de Abilene, bajo los sumos sacerdotes Anás y Caifás, cuando tuvo lugar la Palabra de Dios a Yeohánnes, el hijo de [el sacerdote] Zacarías, en el desierto. (1)

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(1) Esta cronología de Lc 3, 1-2 sólo nos ofrece una fecha precisa, la que está en relación con el reinado del emperador Tiberio. Los demás datos temporales, excepto el del tetrarca Lisanias (mencionado en un par de inscripciones arqueológicas), se encuentran también en los demás evangelios (sin precisión del año). Pilato desempeñó su mandato como prefecto (o procurador) de Judea entre el 26 y el 36 d.C.; Herodes Antipas gobernó la Galilea y la Perea (Transjordania) entre el 4 a.C. y el 36 d.C., en que fue destituido y desterrado por el emperador Calígula; Filipo gobernó su tetrarquía (la Traconítide, la Gaulanítide y la región Batanea) durante algo más de 37 años y murió en el año 20 de Tiberio (34 d.C.), según Flavio Josefo; y Caifás, yerno de Anás, fue sumo sacerdote entre el 18 y el 37 d.C.

Palestina en tiempo de Cristo
 
 

El reinado de Tiberio empezó en el 14 d.C. (año 767 de la era de Roma), tras la muerte de Octavio Augusto el 19 de agosto de ese mismo año. Ahora bien, se argumenta que el año comenzaba en octubre en la región de Siria (en Roma comenzaba en marzo), con lo que el inicio de las actividades de Juan el Bautista habría que fijarlo el año 781 de la era romana (= 28-29 d.C.). En cualquier caso, si consideramos que el año 1º de Tiberio fue también, simultáneamente, el último de Augusto, ese primer "año" tiberiano sería el 14 d.C., y el año 15º de su reinado sería el 27-28 d.C.

Según el evangelio de Jn (2, 20), el Templo, que había empezado a construirse en el año 20 a.C., había tardado en terminarse cuarenta y seis años (lo que sitúa estos hechos después del año 26 d.C. en todo caso). Ese mismo evangelio menciona el comienzo de las actividades de Jesús no mucho después del comienzo (o quizá del apogeo) de las del Bautista, y menciona tres Pascuas consecutivas entre su encuentro con Jesús en el Jordán y la última venida de éste a Jerusalén (Jn 2, 13; 6, 4; 11, 55). Por todo ello, el año más probable para las actividades bautismales de Juan, y en todo caso para el inicio de las de Jesús, sería el año 28 d.C. (y aun podría precisarse más, aunque conjeturalmente, pues entre el bautismo de Jesús por Juan y la siguiente Pascua mediaron como mucho unos 40 días, curiosamente los mismos que los evangelios sinópticos -no el evangelio joánico- dicen que Jesús pasó en el desierto, con lo que ese encuentro entre el Bautista y Jesús pudo producirse quizá a comienzos de febrero del año 28). Es cierto que el evangelio de Jn maneja la cronología de los sucesos según un esquema simbólico y numerológico preconcebido y acomodaticio, pero también lo es que ese evangelio es el más riguroso en la historicidad espacio-temporal de los sucesos que narra, e incluso se permite a veces corregir a los otros tres en algunos detalles (p.e. en Jn 3, 24 dice expresamente que "Juan aún no había sido metido en la cárcel", como si quisiera contradecir a Mt 4, 12 y Mc 1, 14). Por Lc 3, 23 sabemos que Jesús tenía "treinta-y-tantos años" al iniciar sus actividades públicas, y si nació - como parece lo más probable- hacia el 7 a.C., en la época de su coincidencia con el Bautista tendría aproximadamente unos 35 años (28+7). De todas formas, es muy posible que la precisión cronológica de Lc 3, 1-2 haga referencia sobre todo al "momento culminante" de las predicaciones de Juan (su reencuentro con Jesús) y que su actividad bautismal -y quizá sus propias predicaciones- hubieran comenzado por lo menos unos cuantos meses atrás, en el año anterior.


(Mt 3, 1-2, 5; Mc 1, 4-6) aparición de Juan el Bautista

En aquellos días, en efecto, vino Yeohánnes "el Bañista" predicando en el desierto de Judea un baño de reconversión para liberarse de los errores, diciendo: "¡Reconvertíos! Que el Reino de los Cielos está ya al venir".(2) Y acudían a él (de) toda la región de Judea y los de Jerusalén, y (de) toda la región transjordana, y eran bañados por él en el río Jordán, tras haber reconocido sus errores (públicamente ante todos). [ Iba vestido Yeohánnes con un vestido de piel de camello y un cinturón de cuero en la cintura, y se alimentaba de langostas y de miel silvestre ].(3)

Inscripción con el nombre de Pilato, hallada en Cesarea

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(2) o bien: "...porque el Reino de los Cielos está para llegar (=es inminente)" o "se acerca ya". Mt, reacio siempre a consignar el nombre sagrado de la Divinidad, prefiere la expresión metafórica "Reino de los Cielos" en lugar de la de "Reino de Dios" de los otros evangelistas. El término griego metagnoia (="cambio de mente"), y su verbo correspondiente, designan el "arrepentimiento", la "conversión o cambio", el "reconocimiento" de las faltas o pecados, y ese cambio profundo de la conciencia es la condición previa para un cambio de la conducta. Aunque alude a antiguas costumbres tradicionales judaicas, que se traducían de ordinario en actos de rigurosa penitencia y ayuno (vestirse de saco, cubrirse de ceniza, etc), creemos que su traducción habitual por "penitencia" o "hacer penitencia" está demasiado conceptualizada por su uso ritual en el cristianismo posterior, al igual que el término para "pecado" (literalmente "error"), y que por ello no reflejan ya todo el sentido técnico-psicológico de estos conceptos originarios, esenciales en el cristianismo posterior. Los textos esenios (1QS, col. III) hablan también de "conversión" o "reconversión".

El rito del baño o "bautismo" no era nuevo en el judaismo tradicional, tan dado a abluciones y ritos purificatorios con agua (cf. Levítico 14, 8 y 15, 16-18), pero Juan hizo de ello algo bastante distintivo y novedoso, convirtiéndolo en la principal seña de identidad externa de su movimiento (hasta el punto de que él mismo fue conocido como "el Bañista", baptistés en griego evangélico). El cristianismo derivado de Jesús lo adoptaría como uno de sus ritos de iniciación principales. Es muy posible que este rito de inmersión lo tomara Juan de la secta de los esenios: el documento 1QS, Col. III, de los escritos esenios de Qumrán, menciona la "purificación (del cuerpo) por las aguas lustrales de contrición", y en otros textos qumránicos se habla de baños "en aguas vivas" (=ríos) o de hacerlo en aguas que "cubran el cuerpo por completo". Este rito de inmersión en el agua iba precedido (según Mt 3, 6 y Mc 1, 5) de una "confesión" pública de los pecados, que quizá no se hacía de modo individual, sino colectivo, con algún tipo de plegaria similar a la que nos ha conservado el documento 1QS, Col. I, de Qumrán:

"Hemos obrado inicuamente,
[hemos transgredido,
hemos pe
]cado, hemos actuado impíamente,
nosotros y nuestros padres antes que nosotros,
por cuanto que marchamos

[contrariamente a los preceptos] de verdad y justicia
[...]su juicio contra nosotros y contra nuestros padres"

El historiador judío Flavio Josefo, la segunda de las dos únicas fuentes históricas principales sobre Juan el Bautista (la otra son los propios evangelios), especifica que el bautismo de Juan era una "purificación del cuerpo", y que debía ir precedida en todo caso de un auténtico cambio de conducta y de una práctica de la justicia mutua y de la religiosidad sincera (Antigüedades Judías, 18.5.2).

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(3) Este desierto de Judea donde vivía Juan haciendo vida anacorética era el desierto de los alrededores del Mar Muerto, no lejos del centro monástico esenio de Qumrán, de donde con toda probabilidad el propio Juan había salido (Lc 1, 80 dice que desde su infancia "moraba en los desiertos"). Esenio era su rito bautismal, y esenio era el "eslógan" de la secta (cf. 1QS VIII 13-14 y 4Q 259 III 3-6) con el que él mismo se identificaba, tomado de Isaías, 40,3: "Una voz (que) clama en el desierto: Preparad los caminos del Señor" (que Mc 1, 2-3 fusiona además con una profecía de Malaquías 3,1 ). En lo demás, Juan vivía como un ermitaño, al margen de los refinamientos de la civilización (incluidos los del vestido y la alimentación). Sabemos por Lc 1, 15; 7, 33, y Mt 11, 18, que desde niño había sido consagrado por sus padres como "nazareo" (de acuerdo a una antigua costumbre ritual judía recogida en Números 6, 1 ss, según la cual durante el tiempo de su consagración estos nazareos no podían cortarse el cabello ni beber vino y licores o comer uvas ni contaminarse teniendo contacto con personas muertas, aunque fueran sus parientes). El aspecto del nazareo Juan, con el cabello largo recogido en trenzas y la piel tostada por el sol, debía de ser tan impresionante como sus propias imprecaciones y discursos, pronunciados en el mismo tono apocalíptico y amenazante que emplearon los profetas antiguos de Israel, con predicaciones teñidas de metáforas y sugestivas parábolas (que, según Mc 6,20, incluso el propio Herodes Antipas, cuando le tuvo preso, escuchaba con gusto).

La supuesta vestidura del Bautista podría ser un eco de 2 Reyes 1, 8, donde también se describe al profeta Elías vestido de pieles y con un cinturón de cuero a la cintura. En cuanto a su alimentación, una cita de San Epifanio, del siglo IV, sobre el evangelio usado por la secta herética de los ebionitas, que eran vegetarianos estrictos, dice que según éstos el alimento de Juan era "miel silvestre, cuyo gusto era el del maná, como empanada en aceite", tergiversando el término griego akrís ("saltamontes") con el término hebreo egkrís ("empanada"). Sin embargo la langosta y el saltamontes no eran animales impuros y la Ley mosaica no los vedaba como alimento. Solían comerse asados al fuego, ensartados en alguna ramita de espino, y también cocidos, y eran una fuente nutricional de gran aporte proteínico, muy propia de pastores y nómadas. Un texto esenio de Qumrám (Doc. Damasc., Col. XII) dice que "todas las langostas, según sus clases, serán metidas en fuego o en agua cuando aún están vivas".

(Mt 3, 7-12; Lc 3, 16-17, 10-14; Mc 1, 9; Mt 3, 13-15) doctrina ética del Bautista

Y como viera a muchos de (la secta de) los fariseos y de los saduceos que acudían a su baño, les decía (a ellos y a todos los judíos presentes): <<¡Raza de víboras! ¿Quién os ha enseñado a huir de la ira que está a punto de llegar? Haced, pues, frutos dignos de reconversión (y arrepentimiento). Y no os digáis a vosotros mismos: "Tenemos por padre al propio Abraham", pues yo os digo que la Divinidad podría hacer 'hijos de Abraham' incluso de estas piedras. Ya está puesta el hacha en la base de los árboles, y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego. [Yo ciertamente os baño en agua como (signo de) reconversión (o arrepentimiento). Pero el que viene tras de mí es más poderoso que yo. Él os bañará en espíritu puro y en fuego. Tiene ya el bieldo en la mano para limpiar su era y almacenar el trigo en su granero; pero quemará la paja en fuego inextinguible] >>.

Y las gentes le preguntaban: "¿Pues qué hemos de hacer? ". Y él les respondía diciéndoles: "El que tenga dos túnicas, dé una al que no la tiene; y el que tenga alimentos, que haga lo mismo". Y acudían también para ser bañados algunos recaudadores (de impuestos) y le decían: "Maestro, ¿y qué hacemos nosotros? ". Y él les respondía: "No cobréis más de lo que os ha sido tasado". Y le preguntaban también algunos soldados (herodianos): "¿Y nosotros? ¿qué tenemos que hacer?". Y él les contestaba: "No extorsionéis a nadie ni denunciéis falsamente, y contentáos con vuestra paga".

Y sucedió que en aquellos días vino Yeoshuá desde Nazaret de Galilea y se presentó a Yeohánnes para ser bañado por él en el Jordán. [Al principio Yeohánnes se oponía a ello, diciéndole: "Soy yo el que debería ser bañado por tí, ¿y vienes tú a mí?". Pero Yeoshuá le contestó: "Permíteme hacerlo así ahora, pues es conveniente que también nosotros cumplamos con todos los formalismos (rituales)". Entonces él se lo permitió].(4)

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(4) Una cita de San Jerónimo hacia el año 420 sobre el Evangelio usado por los ebionitas y por los nazarenos o nazoreos judeocristianos dice así: "(...) En el Evangelio según los Hebreos, que fue escrito en lengua caldea y siriaca (aramea) pero con caracteres hebreos, según los apóstoles o, como prefiere la mayoría, según San Mateo, conservado en la biblioteca de Cesarea, se cuenta esta historia: << Entonces la madre del Señor (Jesús) y sus hermanos le decían: Juan el Bautista bautiza en remisión de los pecados; vayamos y seamos bautizados por él. Pero él les dijo: ¿Y qué pecados he cometido yo para que tenga que ir a ser bautizado?, como no sea que esto que acabo de decir sea (un pecado mío) por mi ignorancia>>". El texto, aunque sea apócrifo, pone de manifiesto las dificultades que tuvieron los primeros cristianos en admitir la más mínima dependencia o subordinación de Jesús con respecto al Bautista. Por lo demás, ninguno de los evangelistas explica los motivos personales exactos de la presencia de Jesús en el Jordán, lo que en cierto modo hace sospechar que el reencuentro entre ambos no fue circunstancialmente casual sino premeditado.


Pintura del Bautista en la iglesia de Gésera (Huesca)

 
 
 

(Lc 3, 15; Jn 1, 19-28) entrevista de Juan el Bautista con los emisarios de los jefes judíos

Hallándose la gente en gran expectación y preguntándose todos entre sí sobre Yeohánnes, si acaso sería éste el (esperado) Cristo (el Rey-Mesías), los (jefes) judíos le enviaron desde Jerusalén sacerdotes y (clérigos) levitas para preguntarle:

-¿Tú quién eres?

Él respondió y no se tuvo a menos de confesar y de decir:

-Yo no soy el Cristo.

Y le preguntaron:

-¿Entonces, eres acaso (el profeta) Elías?

Él respondió:
-No lo soy.
 
-¿Eres el (último) Profeta?

Y contestó:

-No.

Dijéronle entonces:

-¿Qué dices de tí mismo? Dínoslo para que podamos llevar una respuesta a los que nos han enviado. ¿Quién eres pues?

Respondió:
-Yo... la voz del que clama en el desierto: "Enderezad el camino del Señor", según dijo el profeta Isaías.

Había también enviados de (la secta de) los fariseos, que le interrogaron diciéndole:
-¿Entonces por qué bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías ni el (último) Profeta?

Y Yeohánnes les respondió:
-Yo baño en agua. Pero ya está en medio de vosotros uno al que vosotros no conocéis, que ha llegado después que yo y a quien yo no soy digno ni de desatar la correa de sus sandalias.

Esto sucedió en Bet-a(i)nia(n), al otro lado del Jordán, donde Yeohánnes se encontraba bautizando.(5)


 
Mapa de Madaba, mosaico, siglo VI

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(5) La mayor parte de los manuscritos más antiguos dicen "en Bethania", y algunos otros "en Bethabara". La aldea de Betania (="Casa-de-Anías" o "Casa-de-la-barca" según otros) es bien conocida en los evangelios como lugar de la finca de Lázaro y sus hermanas, amigos íntimos de Jesús. Según Jn 11, 18, distaba de Jerusalén unos quince estadios (unos tres kilómetros), y se han hallado de ella restos arqueológicos antiguos. Pero no puede ser éste el lugar donde bautizaba Juan, ya que no está "al otro lado del Jordán", ni siquiera junto a este río. Otra tradición, que es la que recogen los manuscritos en los que se lee "en Bethabara", remonta por lo menos hasta Orígenes y Juan Crisóstomo (siglos III y IV) y la recoge también el Mapa de Madaba (siglo VI) con el letrero "Bathabara, el sitio del bautismo de San Juan", pero lo coloca en la orilla oeste, cisjordana. Más o menos a esa misma latitud, pero en la orilla transjordana, donde el mapa de Madaba sitúa un sitio llamado "Ainón, donde está ahora Sapsaphas", se han hallado restos arqueológicos de varias iglesias monásticas cristianas de época bizantina. Otras tradiciones, relacionadas con el lugar del "paso del Jordán" por Josué tras el Éxodo (Bathabara significaría precisamente "casa o lugar del vado") y con el sitio de la ascensión del profeta Elías, sitúan ese lugar mucho más al norte, cerca ya del Mar de Galilea, en los territorios de la Decápolis, no en Judea o en Perea, pero no se han encontrado restos arqueológicos. Y, en fin, hay otra hipótesis que considera que esta "Bethabara" o "Betania transjordana" sería en realidad la misma que en ese evangelio (Jn 3, 23) se llama "Ainón, cerca de Salim", donde también Juan bautizaba, y se resuelve la dificultad suponiendo que esa "Betania" fuera en realidad una corrupción antigua de Bet-Ainón o Bet-ainá(n) ; pero tampoco hay datos arqueológicos que lo confirmen, y el contexto de la cita de Jn 3, 23 parece sugerir que esta Ainón estaba en el lado oeste del Jordán, en Samaria o en la Decápolis, no en la Transjordania.

Cuando Juan les dice a los emisarios judíos: "en medio de vosotros está ya", se puede suponer que, sin señalarle, estaba mirando a Jesús, que en ese momento estaría presente de forma anónima entre la masa de discípulos y seguidores del Bautista que allí se encontraban.


Icono s. XVII


 

(Jn 1, 29-39) ex-discípulos de Juan y primeros discípulos de Jesús

Al día siguiente vió venir hacia él a Yeoshuá y dijo: "He aquí el Cordero [o siervo] de la Divinidad, el que va a quitar el error al mundo. Éste es aquel de quien dije: detrás de mí viene un hombre que ha venido antes de mí, porque era primero que yo. Yo no le había conocido, pero para que él fuese manifestado a Israel he venido yo, bañando en agua". Y Yeohánnes dió testimonio diciendo: "Yo he visto al Espíritu bajando desde el cielo como una paloma y posarse sobre él. Y yo no le había reconocido; pero aquel que me envió a bañar en agua me dijo: Sobre quien vieres descender el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que bañará en el espíritu santo. Y yo lo he visto, y doy testimonio de que éste es el Hijo de la Divinidad".

Al día siguiente, estando Yeohánnes otra vez con dos de sus discípulos, puso la vista en Yeoshuá que pasaba, y dijo: "He aquí el Cordero de la Divinidad". Los dos discípulos, al oírle, siguieron a Yeoshuá. Se volvió Yeoshuá y, viendo que le seguían, les dijo: "¿Qué buscáis?". Y ellos le dijeron: "Rabbí (que traducido quiere decir Maestro), ¿dónde estás residiendo?". Él les dijo: "Venid y lo veréis". Y fueron ellos y vieron donde residía, y permanecieron con él aquel día (...)(6)

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(6) Esta versión de Jn sobre el (re)encuentro entre Jesús y el Bautista es posterior en su redacción definitiva a la común de Mt, Mc y Lc pero anterior a éstas en su fuente originaria, y sin duda refleja de manera mucho más exacta lo que pasó (no se menciona el bautismo de Jesús, pero ello no significa que no se produjera, sino que tuvo lugar de una forma menos solemne y mitificada que la que transmiten los otros tres evangelistas). En éstos, la afirmación del Bautista sobre Jesús se transforma en una voz sobrenatural oída desde el Cielo, con reminiscencias de Isaías 42, 1, y la anterior experiencia que el Bautista narra sobre Jesús en sentido más o menos figurado se materializa como un hecho presente en el momento mismo del bautismo (una paloma venida desde lo alto y posándose sobre él). Nótese la significativa reiteración de Juan sobre el hecho de que "no conocía" a Jesús, que sólo cabe interpretar en el sentido de que tardó bastante en "reconocerle" como al Mesías, a pesar de haberle conocido y tratado antes, no en el sentido de que nunca hasta entonces le hubiese visto (cf. 1 Sm 16, 11, donde se dice que el profeta Samuel tampoco conocía a David cuando le consagró como rey).

Los datos sobre los discípulos de Juan son también especialmente significativos, porque nos muestran que por lo menos cuatro de los discípulos personales de Jesús, de entre los doce que eligió, habían sido previamente discípulos o seguidores del Bautista, y por el contexto parece verosímil que fuera el propio Bautista el que se los cedió o recomendó a su primo (probablemente esas palabras de Juan las acompañó de algún gesto o seña con que les invitó a que siguieran a Jesús). Dos de estos cuatro eran Andrés y su hermano Simón ("Pedro"), galileos de Betsaida; el otro discípulo del Bautista, de los dos que siguieron a Jesús por recomendación de aquél, aparece innominado en el texto y algunos lo identifican con Juan el evangelista, el hijo de Zebedeo y hermano de Santiago o Jacobo el Menor, galileos ambos también; según otras interpretaciones sería Felipe, mencionado a continuación y también galileo de Betsaida; éste atrajo al llamado Natanael bar-Tolomé, que según algunas interpretaciones psicoanalíticas podría ser el novio de la boda celebrada poco después en Caná de Galilea, donde Jesús convirtió el agua en vino (según cierta interpretación, el sentido simbólico parece indicar que la novia "no era virgen", algo que aparte de ella sólo sabrían la madre de Jesús, el propio Jesús y el novio, Natanael, de ahí la sorpresa de éste cuando supo que Jesús lo sabía).

En resumen, las fuentes originarias sobre el Bautista en los evangelios procederían en primer término de esos ex-discípulos de Juan, y serían por tanto fuentes "de primera mano", conservadas sobre todo en el evangelio joánico y, aunque ya muy mitificadas, también en los restantes.

Los datos evangélicos sobre este episodio inicial de la aparición de Juan y del bautizo de Jesús pueden distribuirse en su procedencia del siguiente modo:

Datos evangélicos de Juan y de Jesús

Para este episodio inicial hay al menos una fuente común a Mt, Mc, Lc y Jn (nº13, 16, 17, 22, 23). De todos ellos parece que es Jn el que transmite la versión más fidedigna, pues las otras tres parecen mucho más mitificadas en su transmisión común. La versión de Jn no menciona el bautismo de Jesús a manos del Bautista (o lo da por hecho) , ni tampoco la vestimenta y el alimento del Bautista en el desierto ni sus imprecaciones y discursos. Lc depende sobretodo de Mt , pero aporta datos nuevos de otra fuente desconocida por los otros tres (nº 4 y 14). Mc no aporta ningún dato nuevo y exclusivo, a diferencia de Mt (nº 1, 5, 10, 12, 18, 21). El esquema de fuentes podría ser el siguiente:

Esquema de fuentes bíblicas

 
 

(Jn 3, 22-30; 4, 1-3) otros testimonios sobre el Bautista y sobre Jesús

(...) Después de esto vino Yeoshuá con sus discípulos a la tierra de Judea, y allí permaneció con ellos bautizando. Yeohánnes bautizaba también en Ainón, cerca de Salim, donde había abundante agua, y acudían a bautizarse, pues Yeohánnes todavía no había sido metido en la cárcel. Y se originó una discusión entre los discípulos de Yeohánnes y cierto judío acerca de la purificación, y vinieron a Yeohánnes y le dijeron: "Rabbí, aquel que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tú diste testimonio, está ahora bautizando, y todos acuden a él". Yeohánnes les respondió diciéndoles: "No debe el hombre tomar nada para sí, si no le ha sido dado del cielo. Vosotros mismos sois testigos de que dije: Yo no soy el Mesías, sino que he sido enviado delante de él. El que tiene esposa es el esposo; el amigo del esposo, que le acompaña y le escucha, se alegra grandemente de oír la voz del esposo. Pues así mi satisfacción está ahora cumplida. Es preciso que él crezca y yo disminuya (...).

En cuanto supo el Señor que habían oído los fariseos cómo Yeoshuá hacía más discípulos y bautizaba más que Yeohánnes (aunque Yeoshuá mismo no era el que bautizaba, sino sus discípulos), abandonó Judea y partió de nuevo hacia Galilea.


 

(Lc 3, 19-20; Mc 1,14; Mt 11, 2-15; Lc 7, 18-28) prisión de Juan; dudas de éste sobre Jesús

Pero el tetrarca Herodes, reprendido por él a causa de Herodías, la mujer de su hermano, y por todas las demás maldades que cometía, añadió ésta a todas las otras, encarcelando a Yeohánnes (...) Después de que Yeohánnes fue preso vino Yeoshuá a Galilea.

Los discípulos de Yeohánnes dieron a éste noticia, en la cárcel, de todas estas obras de Yeoshuá, y envió a dos de ellos a decirle: "¿Eres tú el que ha de venir o hemos de esperar a otro?". Y Yeoshuá en respuesta les dijo: "Id y contad a Yeohánnes lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, y los pobres reciben la Buena Noticia. ¡Y bienaventurado aquel que no se avergonzare de mí (teniéndome en poco)!".

Cuando éstos se hubieron marchado, Yeoshuá comenzó a hablar de Yeohánnes a la muchedumbre: ¿ A quién habéis ido a ver al desierto? ¿A una caña agitada por el viento? ¿A quién habéis ido a ver, si no? ¿A un hombre vestido con refinamiento? Pero los que visten con refinamiento están en las mansiones de los reyes. Pues entonces ¿a qué habéis ido? ¿A ver a un profeta? Sí, y yo os digo que más que a un profeta. Éste es aquel de quien está escrito [Malaq. 3, 1]: "He aquí que yo envío a mi mensajero delante de tí, que preparará tus caminos delante tuyo".

De verdad os digo que entre los seres nacidos de mujer no ha aparecido uno más grande que Yeohánnes; pero el más pequeño en el Reino de los Cielos es ya mayor que él. Desde los días de Yeohánnes el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos se concibe con violencia, y los violentos pretenden acapararlo. Pues el caso es que todos los profetas y la Ley profetizaron hasta Yeohánnes. Y si queréis oírlo, él es Elías, el que iba a venir. El que tenga oídos que oiga.(7)

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(7) Algunos ven aquí una alusión, más que al nacionalismo violento y extremista de los celotes, a una concepción muy generalizada entre la mayoría de los judíos de la época (y que al parecer era también la propia concepción del Bautista e incluso la de los propios discípulos más cercanos a Jesús), sobre la reinstauración del "Reino Mesiánico" concebido como un reino terrenal, material, "de este Mundo", y que no habría de instaurarse sin violencia. Aquí está la diferencia sustancial entre la doctrina del Bautista (con una concepción todavía tradicional y conservadora de ese "Reino", aunque mucho más ética y progresivamente más espiritualizada) y la de Jesús, para quien ese "Reino" no es en absoluto terrenal, sino una vivencia y metaconciencia individual y mística destinada a transformar también -a muy largo plazo- el mundo terrenal y las relaciones entre los hombres. Por eso todavía la concepción de Juan es mucho más estrecha (= "pequeña") que la de los que, como Jesús, puedan entender y vivir en sí mismos esa plena y auténtica experiencia del "Reino". Pero el propio Jesús reconoce que era necesaria y providencial la aparición precursora de una figura carismática y profética como la de Juan para empezar a "abrir los ojos a los ciegos" y los "oídos a los sordos".


Icono copto del Bautista

 

(Mc 6, 17-29; Mt 14, 3-14) muerte del Bautista

Herodes, en efecto, había hecho detener a Yeohánnes y le había encarcelado en la prisión a causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con la que se había casado. Pues decía Yeohánnes a Herodes: "No te es lícito tener la mujer de tu hermano". Y Herodías estaba enojada contra él y pretendía matarle, pero no podía, porque Herodes tenía miedo de la muchedumbre, que le tenía por profeta; además, sentía respeto por Yeohánnes, pues sabía que era hombre justo y santo, y le amparaba, y cuando le oía se quedaba muy perplejo, y con todo le escuchaba con gusto. Pero se dió una ocasión en que Herodes, en su cumpleaños, ofrecía un banquete a sus magnates, a los tribunos y a los principales de Galilea, y entró la hija de Herodías y se puso a danzar, dando tanto gusto a Herodes y a sus comensales que el rey dijo entonces a la muchacha: "Pídeme lo que quieras y te lo daré". Y le juró: "Cualquier cosa que me pidas, aunque fuera la mitad de mi reino, te la daría". Salió ella y consultó con su madre: "¿Qué quieres que pida?". Y ella le respondió: "La cabeza de Yeohánnes el Bañista". Entró luego ella rápidamente e hizo su petición al rey, diciéndole: "Quiero que me des ahora mismo en una bandeja la cabeza de Yeohánnes el Bañista". El rey, apesadumbrado por su juramento y por los convidados, no quiso desairarla, y enseguida envió un verdugo al que ordenó traer la cabeza de Yeohánnes. Aquél fue y le degolló en la cárcel, trayendo su cabeza en una bandeja, que se le entregó a la muchacha, y ésta se la entregó a su madre.

Sus discípulos, cuando lo supieron, vinieron y tomaron el cuerpo, que pusieron en una sepultura, yendo luego a anunciárselo a Yeoshuá.(8)

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(8) La única cita histórica sobre el Bautista (aparte de las evangélicas citadas e independiente de éstas) es, como se ha señalado, la del historiador judío del siglo I Flavio Josefo, que en sus "Antigüedades Judaicas" (18.5.2) dice lo siguiente:

<< Por este tiempo surgieron disensiones entre Aretas, el rey de Petra, y Herodes, por el siguiente motivo. Herodes el tetrarca se había casado con la hija de Aretas, y vivió con ella durante mucho tiempo. En un viaje a Roma fue a visitar a su otro hermanastro [llamado también] Herodes, hijo de otra madre, pues Herodes el tetrarca era hijo de la hija de Simón, el sumo sacerdote. Y se enamoró de Herodías, la mujer de su hermanastro, hija de Aristóbulo, otro de sus hermanastros, y hermana de Agripa el Grande. Tuvo la audacia de proponerle matrimonio, y a ella no le desagradó la idea. Se acordó entre los dos que ella iría a su casa en cuanto él regresara de Roma; además, él le prometió repudiar a la hija de Aretas.

>>Después de formalizar estas propuestas, él se marchó de Roma. Y cuando ya estaba de regreso, concluidos los asuntos que le habían llevado a Roma, su esposa, informada de lo pactado con Herodías, y antes de que él se enterase de que ella lo sabía, se dirigió a Maqueronte, fortaleza que se encuentra en los límites de los territorios de Herodes y Aretas, sin que él sospechara sus propositos. Herodes, pues, la dejó ir a donde ella pedía, ignorando que su esposa estaba bien informada. Pero ella, que había enviado algún tiempo antes unos emisarios a Maqueronte, lugar que por entonces dependía de su padre, encontró allí todo preparado para el viaje por su comandante. De allí pasó a Arabia, haciéndose escoltar por los comandantes de los sucesivos puestos, para llegar cuanto antes a presencia de su padre y descubrirle las intenciones de Herodes. Aretas buscó un pretexto de hostilidad a propósito de las fronteras del territorio de Gamala. Los dos reunieron ejércitos para la guerra y enviaron a sus generales.

>>Cuando finalmente se iniciaron las hostilidades, todo el ejército de Herodes fue vencido y muerto, pues fueron traicionados por algunos prófugos que estaban al servicio de Herodes, aunque eran de la tetrarquía de Filipo. Herodes informó sobre esto por carta a Tiberio, y éste, indignado con Aretas, escribió a Vitelio [el gobernador romano de Siria] que le hiciera la guerra y se lo enviara vivo y encadenado o, si resultaba muerto, que le enviara su cabeza. Tales fueron las órdenes de Tiberio al procónsul de Siria.

Ruinas del palacio-fortaleza de Maqueronte

>>Algunos judíos creyeron que el ejército de Herodes había perecido por la ira de Dios, sufriendo el correspondiente castigo por haber dado muerte a un tal Juan, llamado el Bautista. Herodes lo había hecho matar, a pesar de que se trataba de un hombre justo que predicaba la práctica de la virtud, exhortando a vivir con justicia mutua y con devoción hacia Dios, para así poder recibir ese "bautismo" o baño. Con esta condición, Dios consideraba agradable ese bautismo. Y se servían de él no para hacerse perdonar determinadas faltas, sino para purificar el cuerpo, con tal de que previamente el alma hubiera sido purificada por una recta conducta. Hombres de todos los lugares habían acudido a él, pues se entusiasmaban al oírle hablar. Pero Herodes, temeroso de que su gran popularidad indujera a sus súbditos a rebelarse, pues el pueblo parecía estar dispuesto a seguir sus consejos, consideró más seguro quitarlo de en medio, antes de que se originara alguna revuelta inusual, de lo contrario quizá tendría que arrepentirse más tarde, si se produjera alguna conspiración. Y así, por estas sospechas de Herodes, aquél fue apresado y enviado a la fortaleza de Maqueronte, de la que antes hablamos, y allí fue muerto. Los judíos creían que, en venganza de su muerte, fue derrotado luego el ejército de Herodes, deseando castigarlo Dios>>.

La derrota del ejército herodiano por los árabes del rey nabateo Aretas debió de producirse hacia el año 36 a.C., siete u ocho años después de la ejecución del Bautista. Y excepto el nombre del hermanastro de Herodes, que los evangelistas Mt y Mc llaman Filipo y que Josefo llama también Herodes (probablemente se llamaba Herodes Filipo, distinto de los tetrarcas de dichos nombres), y salvo algunos detalles aparentemente discordantes en la cronología de los hechos, ambos testimonios históricos (el evangélico y el flaviano) son perfectamente compatibles y complementarios. En el relato de Josefo la secuencia narrativa parece ser: viaje de Herodes a Roma-encuentro y pacto con Herodías- fuga de la mujer de Herodes- hostilidades de los árabes nabateos- derrota completa del ejército herodiano.

Para concordar esos datos con los relatos evangélicos, la ejecución de Juan podría ubicarse algún tiempo después de la huida de la hija de Aretas y de la llegada de Herodías, y desde luego varios años antes de la guerra entre Herodes y Aretas (de hecho, nada en el relato flaviano sugiere que todos esos hechos sucesivos se produjeran de modo inmediato sin mediar un lapso de tiempo entre ellos, sino más bien al contrario, pues la alusión a que la antigua fortaleza herodiana de Maqueronte, en aquel tiempo de la huida de la esposa de Herodes, estuviera en poder de los árabes de Aretas, y que hubiera vuelto a manos de Herodes en la época del Bautista, sugiere más bien que las hostilidades entre Herodes y Aretas duraron todavía varios años, hasta desembocar en la grave derrota militar herodiana del año 36. Por tanto el episodio del casamiento con Herodías, que en el texto flaviano parecería posterior a la detención y ejecución del Bautista, no tuvo por qué ser históricamente posterior y pudo ser, en efecto, el desencadenante de la prisión y muerte de Juan, aunque el motivo de fondo fueran de hecho los temores del propio tetrarca ante la posibilidad de rebeliones o conspiraciones (como también sugiere Mt 14, 5). Según Josefo, la hija de Herodías (habida con Filipo) se llamaba Salomé.

Sin duda Herodes Antipas fue informado desde el principio de las actividades de Juan por sus propios soldados que le vigilaban de cerca (en su mayoría idumeos, no judíos, como lo fueron también los de su padre Herodes el Grande), y así se deja ver en el texto evangélico (cf. Lc 3, 14). No es nada improbable que algunas críticas públicas del Bautista hacia ese "concubinato" entre tío y sobrina, contrario a las leyes judaicas pero muy frecuente entre la numerosa familia herodiana, desencadenara el odio de Herodías y el temor de Herodes a que se tomara como pretexto para alguna conspiración en favor de sus otros hermanastros, especialmente del tetrarca Filipo, y que ello provocase la detención del Bautista y su posterior ejecución algún tiempo después. Con todo, las condiciones del encarcelamiento de Juan, en una de las mazmorras del palacio-fortaleza de Maqueronte, no parece que fuesen en exceso inhumanas, pues se le permitía el contacto con sus discípulos, e incluso el propio Antipas acudió a verle y a conversar con él. Todos estos detalles, y otros que se dan más adelante sobre supuestos "remordimientos" de Antipas por la ejecución del Bautista, no son mera fantasía literaria de los evangelistas, pues entre los seguidores de Jesús sabemos que había algunas personas que estaban al servicio de Herodes (se habla, p.e., de una de las mujeres seguidoras y proveedoras de Jesús y de sus discípulos, la llamada Yeohánna o Juana, esposa de Cusa, administrador e intendente de Herodes, Lc 8, 3), personas que conocían confidencias del propio Herodes que éste sólo pudo manifestar a sus íntimos y criados de confianza. En este punto, las fuentes de los evangelios (incluidos antiguos discípulos del Bautista) podrían ser de primera mano en comparación con las propias fuentes del historiador Josefo sobre estos sucesos.

Tras la muerte de su hermanastro, el tetrarca Filipo, Herodes Antipas intentó del emperador Calígula que éste le confiriese también los dominios de la tetrarquía de aquél; pero Calígula, lejos de complacerle (y seguramente aconsejado por otro de los hermanastros, Herodes Agripa, íntimo del nuevo emperador) le despojó de su propia tetrarquía y le desterró a tierras de la Galia, donde moriría poco después (su esposa Herodías le acompañó voluntariamente en el destierro); sus tierras, la Galilea y la Perea o Transjordania, fueron conferidas al nuevo reino de ese Agripa I, hermano de Herodías.


Banquete eucarístico cristiano, catacumbas de San Calixto (Roma)

 
 

(Mt 17, 10-13; 11, 16-19; Lc 7, 29-35; Mt 21, 23-27; Mc 11, 27-31; Lc 20, 1-8) juicios de Jesús sobre el Bautista

Le preguntaron los discípulos: "¿Cómo es que dicen los escribas que (el profeta) Elías tiene que venir primero?". Él respondió: "En verdad que Elías estaba para llegar y restablecería todo. Sin embargo yo os digo que Elías ha venido ya, y no le reconocieron; al contrario, hicieron con él lo que quisieron. De la misma manera el Hijo del hombre tiene que padecer a manos de ellos". Entonces entendieron los discípulos que les hablaba de Yeohánnes el Bautista (...)

"¿A quién compararé yo esta generación? Es semejante a unos niños sentados en la plaza que se gritan unos a otros diciendo: Os tocamos la flauta, y no habéis danzado; hemos entonado canto de duelo, y no os habéis golpeado el pecho.

Porque vino Yeohánnes, que no comía pan ni bebía vino, y decían: Está poseído de algún demonio. Vino el Hijo del hombre, comiendo y bebiendo, y dicen: Es un comilón y bebedor de vino, amigo de recaudadores y pecadores Pero la sabiduría se justifica por las obras (...)".

Entrando en el Templo, se le acercaron los jefes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo mientras enseñaba, y le decían: "¿Con qué poder haces tales cosas? ¿Quién te ha dado ese poder?". Y Yeoshuá les respondió diciéndoles: "Yo también quiero haceros una pregunta, y si me contestáis, os diré con qué poder hago todo esto. El bautismo de Yeohánnes, ¿de dónde procedía? ¿Del cielo o de los hombres?". Ellos comenzaron a pensar entre sí: Si decimos que del cielo, nos dirá: ¿Entonces por qué no habéis creído en él? Si decimos que de los hombres, tememos a la muchedumbre, pues todos tienen a Yeohánnes por profeta. Y respondieron a Yeoshuá: "No lo sabemos". Y Yeoshuá les contestó: "Pues tampoco os diré yo con qué poder hago estas cosas".

(Mt 14, 1-2; Lc 9, 7-9; Mc 6, 14-16; Lc 13,31-33) juicios de Herodes sobre Jesús

Por aquel tiempo llegaron a Herodes el tetrarca noticias acerca de Yeoshuá, y estaba dudoso porque algunos decían que era Yeohánnes, que había resucitado de entre los muertos; otros que era Elías, que había aparecido, y otros, que había resucitado alguno de los antiguos profetas. Dijo Herodes a sus servidores: "A Yeohánnes le degollé yo; ¿quién puede ser éste, de quien oigo tales cosas?". Y deseaba verle (...)

Se le acercaron algunos fariseos diciéndole: "Sal y márchate de aquí, porque Herodes quiere matarte". Él les dijo: "Id y decid a esa raposa: yo expulso demonios y hago curaciones hoy, y las haré mañana, y al día tercero terminaré de hacerlo. Pues he de andar hoy, y también mañana, y al día siguiente, porque no conviene que un profeta perezca fuera de Jerusalén".(9)

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(9) Todo esto es, poco más o menos, lo que sabemos de Juan el Bautista y de sus relaciones con Jesús, a partir de los datos de las fuentes históricas primarias (los cuatro evangelios y el referido pasaje de Flavio Josefo).

El movimiento religioso de Juan fue desde luego un movimiento de masas importante, de carácter mesiánico, que tuvo lugar entre los años 27 y 28 d.C., localizado primeramente en la Transjordania (Perea) y extendido también a Judea, y se prolongó en el tiempo durante varias décadas, después incluso de la ejecución del propio Bautista (como se ve por Hech. 19, 1-7). Algunos grupos cristianos de finales del siglo I y principios del siglo II d.C. (heterodoxos judaizantes o simplemente heréticos: nazoreos, ebionitas, "mendeanos"...) todavía se consideraban continuadores del Bautista tanto o más que del propio Jesús.

El Cristianismo "oficial" (paulino), por lo menos desde la segunda mitad del siglo I d.C., tenía ya su propia versión sobre el Bautista y sobre el significado de su movimiento en relación con el de Jesús, del cual lo consideraban precursor y anunciador (expresiones como "el que venía tras él", "el bautismo de penitencia", etc, se incorporan a los evangelios y a las propias epístolas paulinas casi como "clichés", así como todos aquellos aspectos más o menos mitificados que dejaban más o menos clara la subordinación misional del Bautista con respecto a Jesús, y no a la inversa). Y del movimiento de Juan los cristianos cogieron además desde el principio, como es sabido, su rito iniciático principal (el bautismo o baño).

La cuestión es: ¿hubo coordinación o hubo subordinación entre ambos movimientos, el de Juan y el de Jesús, o sólo coincidencias temporales, doctrinales y rituales?, y sobre todo: ¿cómo lo percibieron las gentes? Ya hemos visto que la mayoría de los grupos cristianos de finales del siglo I en adelante los llegaron a ver como movimientos religiosos interdependientes y de común origen divino, con Juan el Bautista más o menos subordinado a Jesús. Sobre la percepción del movimiento joanista por los no-cristianos el paradigma principal es el historiador Flavio Josefo, que ve la figura de Juan -desde fuera- como la de un líder religioso independiente de todas las demás sectas judaicas coetáneas, y probablemente no lo relacionó o no quiso hacerlo explícitamente con el movimiento cristiano (eso suponiendo, y es mucho suponer, que su única cita sobre Jesús sea verdaderamente flaviana, cosa que se ha puesto en duda con muy buenas razones).

Con los datos históricos que tenemos podemos aventurar que ambos movimientos pudieron ser quizá más o menos autónomos en origen, pero sin duda no independientes en absoluto. No podemos obviar ni menospreciar el importante testimonio del Bautista que algunos de los discipulos directos de éste (y luego de Jesús) recogieron de la boca del propio Juan (y esto no podía adulterarse ni falsificarse en lo esencial, por mucho que se mitificaran luego los detalles, que sin duda se mitificaron bastante). Tampoco hay que pasar por alto el hecho indudable de que ambos, Juan y Jesús, aparecen ligados de uno u otro modo a un mismo ámbito geográfico originario: el desierto de Judea, junto al Mar Muerto, que es tanto como decir ligados al centro esenio principal en ese desierto (Qumrán). Juan vivió allí prácticamente desde su infancia (Lc 1, 80) y Jesús también estuvo allí durante un tiempo (Mt 4, 1-11; Mc1, 12-13; Lc 4, 1-13) y presumiblemente fue educado allí por lo menos desde los doce años, en todo ese oscuro periodo de su adolescencia y juventud del que los evangelios no cuentan absolutamente nada. Tampoco es despreciable (aunque no sea contrastable) el dato del parentesco entre ambos, consignado tan sólo por Lc 1, 5-80 y por algunos de los evangelios apócrifos, pues se decía que la madre de Jesús (María) y la de Juan (Elisabet o Isabel) eran "primas": el dato desde luego era difícil de "inventar" sin una base tradicional real que no lo cuestionase. Queda además, como conjetura bastante verosímil a tenor de lo que cuenta Josefo sobre la costumbre esenia de adoptar niños huérfanos y educarlos entre ellos (no dice qué clase de niños huérfanos, pero es obvio que muchos de ellos serían hijos bastardos o ilegítimos de personajes notables, sacerdotes, etc), la posibilidad de que Juan, consagrado al nazarenato, fuera un niño de esta clase; y en el de caso de Jesús, con sus orígenes paternos asimismo dudosos, prácticamente podría decirse lo mismo. Así pues, Juan y Jesús (no hay datos explícitos pero tampoco base lógica alguna para dudar de ello) parece que estuvieron personalmente relacionados y que se conocieron o trataron sobre todo en Qumrán, entre los esenios.

Sin embargo, sus personalidades (y también sus doctrinas) son bastante diferentes. Son dos modos distintos de actuar: un tono profético, exaltado y apocalíptico (el de Juan) y un tono místico, reforzado por acciones taumatúrgicas extraordinarias (el de Jesús). La ética de ambos es similar en el fondo; pero el lenguaje es sensiblemente distinto. Cronológicamente son casi simultáneos; ambos bautizan, comparten discípulos, intercambian información, no discriminan en su proselitismo ni a las clases más marginales y despreciadas de la población (Juan tenía fama de ser seguido incluso por publicanos o recaudadores y por prostitutas: Mt 21, 32). Pero sus mensajes son diferentes en la forma y en el fondo.

Ambos hablan con un lenguaje bastante similar (el de su época y el de su cultura religiosa común), pero no hablan exactamente de lo mismo. Juan es un profeta a la antigua usanza, que predica la inminente llegada del Mesías y de su "Reino" (de la misma forma en que lo concebían y esperaban la mayoría de los judíos de la época). De ahí las dudas posteriores de Juan sobre Jesús: "¿Eres tú el que ha de venir o hemos de esperar a otro? " (Mt 11, 3). Pero Jesús es otra cosa bastante distinta de lo que se esperaba: no viene para ser un Mesías-Rey terrenal y restaurar el antiguo reino territorial judío en todo su esplendor, o para "liberarlo" del dominio de los romanos. Su "misión" es otra, su "reino" no es de este mundo (Jn 18, 36). Según Mt 3, 2 y 4, 17, ambos utilizaron fórmulas de predicación y expresiones similares. Pero incluso una expresión joanista como la de "¡Rectificad (metanoeíte!), porque el Reino de los Cielos está al llegar!" (Mt 3,2), puede tener otro sentido muy distinto dicha por Jesús, incluso con las mismas palabras: "¡Conciencializáos de que el Reino de los Cielos está inmediato (a vosotros)!", si lo ponemos en relación con la manera en que el propio Jesús entendía ese "Reino de los Cielos" (cf. Lc 17, 21: "porque el Reino de Dios está dentro de vosotros").

La otra cuestión, muy ligada a la anterior, es la de la finalidad de fondo de ambos movimientos mesiánicos, que evidentemente eran más o menos autónomos pero estaban conectados y coordinados con algún fin. Si damos por hecho que ambos salieron de Qumrán, es obvio que ello obedeció a alguna clase de "plan" preconcebido, en el que se dejó a ambos actuar con autonomía y cada uno a su manera, pero sin interferirse mutuamente. No parece nada casual que en los textos de Qumrán, incluidos los más antiguos, se hable repetidamente de la llegada de dos Mesías simultáneos: el "Mesías de Aarón" y el "Mesías de David". ¿Representaron de algún modo Juan y Jesús, respectivamente, ambos papeles? No parece casual tampoco que Juan fuera descendiente del linaje sacerdotal de Aarón (su padre putativo era el sacerdote Zacarías, según Lucas, y su madre Elisabet era también de ascendencia sacerdotal aaronita). Y por lo que se refiere a Jesús, los propios evangelios, reinterpretando las antiguas profecías sobre el Mesías, lo hacen descendiente del linaje regio de David, el de los antiguos reyes hebreos.

En Jn 1, 33, el Bautista dice a sus discípulos unas palabras un tanto enigmáticas sobre Jesús: "Yo no le había reconocido; pero el que me envió a bautizar en agua me dijo: Sobre quien vieres descender el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que bautiza en el espíritu santo". Generalmente, suele interpretarse por la mayoría de los comentaristas que ése que "envió a Juan a bautizar en agua" es el propio Dios; pero creemos que la expresión puede entenderse mucho más literalmente: alguien (alguno de los jefes esenios de Qumrán) envió a Juan a esa misión bautismal general, pero advirtiéndole que él mismo identificaría al verdadero Mesías por algún signo en concreto, y entonces debía dejarle hacer y subordinarse a él. Y Juan, según confesó a sus discípulos, vió ese signo en quien menos se lo esperaba: en su primo Jesús (probablemente cuando ambos estaban todavía viviendo en Qumrán o en sus inmediaciones). Poco después del encuentro de ambos en el Jordán, Jesús comienza sus predicaciones y sus bautismos propios, pero procurando no interferir en las actividades de Juan (cf. Jn 4, 1-3), de manera que se retira con sus discípulos a Galilea para no estorbarlas (todo lo cual hace suponer un cierto "reparto" entre ambos de sus respectivas zonas de actuación).


 
Atrio del palacio de Maqueronte (reconstrucción)

Pero la pregunta sigue sin contestar: ¿por qué los jefes esenios de Qumrán tuvieron necesidad de impulsar ambos movimientos mesiánicos precisamente entonces? En este punto ya sólo podemos hacer conjeturas, pues los datos disponibles son escasos y ambiguos. Los propios textos esenios no aclaran mucho (ya que tratan sobre todo sucesos antiguos, no contemporáneos de Juan y de Jesús). El contenido de esos textos es muy variado (textos bíblicos, literatura parabíblica o bíblica apócrifa, reglas antiguas de la secta, comentarios bíblicos, rituales, textos escatológicos, etc), pero no hay certeza alguna de que se refieran a los esenios del siglo I y no a los de los siglos anteriores, pues se sabe que esos textos siguieron copiándose en Qumrán hasta bien entrado el siglo I d.C.

En el lenguaje del propio Bautista, y en el de Jesús, se reconocen no pocas expresiones y conceptos procedentes de ese esenismo tradicional escrito (y también en el cristianismo posterior), e incluso aspectos "éticodoctrinales" muy similares, aunque esos aspectos están de hecho implícitos también en los textos bíblicos proféticos y en la literatura sapiencial bíblica tradicional. Pero no hay referencias directas e inequívocas a sucesos de la época de Juan y de Jesús. Es de suponer, además, que el neo-esenismo del siglo I d.C. habría evolucionado un tanto con respecto al rigorismo que reflejan esos textos qumránicos antiguos, y que las enseñanzas esenias serían ya de transmisión básicamente oral (por lo menos algunas de ellas que no aparecen explícitamente en los textos qumránicos y que el propio Jesús tuvo que aprender necesariamente entre ellos: conocimientos taumatúrgicos, demonología, farmacopea, etc). Pero hay algunos textos de Qumrán que sí que parecen reflejar -si es que fueron redactados o reelaborados en el siglo I d.C.- cierta radicalización extremista de la secta (p.e. la llamada "Regla de la Guerra", que es un completo tratado del arte militar que combina tácticas y armamentos de tipo macedónico con prescripciones y asociaciones simbólicas de tipo bíblico escatológico; el enemigo potencial son los "kittim de Asur", que tanto podrían ser los partos como los propios romanos).

En este punto surge la cuestión de las relaciones de los últimos esenios con el difuso movimiento ultranacionalista y antirromano de los llamados "zelotes" (=fervientes, celosos de la Ley). A pesar de que Flavio Josefo pone el origen histórico de estos zelotes en la revuelta de Judas el Galileo en el año 4 d. C., durante el censo del gobernador romano Quirino, en realidad no hay evidencias de una continuidad ideológica ininterrumpida de esos "zelotes" desde dicha revuelta hasta los tiempos inmediatamente anteriores a la gran sublevación judía del año 66 (porque nunca se definieron por una ideología religiosa concreta, salvo su nacionalismo antirromano, y decir que alguien era "celoso de la Ley" era algo que podía aplicarse prácticamente a cualquier judío especialmente devoto y practicante, desde un esenio a un fariseo). Se sabe que esos zelotes antirromanos existían desde décadas atrás y sobre todo en las décadas inmediatamente anteriores a esa gran sublevación, cuando degeneraron en ese complejo fenómeno terrorista de los llamados "sicarios"; pero es muy probable que los "zelotes" de la época de Jesús no fueran otra cosa que esenios extremistas, ultranacionalistas y antirromanos. Entre los discípulos del propio Jesús se cita a Simón "el celote" (quizá habría que leer simplemente "Simón el esenio", considerando que por entonces esa denominación de "zelote" designaría, como decimos, sobre todo a los esenios más radicales y extremistas); de otro discípulo, el llamado Judas Iscariote, se ha pensado que su sobrenombre podría ser una arameización ("sicarioth") del término latino "sicarius", y aunque ese término sería un anacronismo en época de Jesús, no lo sería en la época en que se suponen compuestos los evangelios. También sabemos por Jn 18, 10 que algunos de sus discípulos llevaban armas y que estaban dispuestos a usarlas llegado el caso.

Pero el mensaje de Jesús es básicamente pacifista, y en ningún momento se manifiesta como "antirromano" ("Dad al César lo que es del César"). Con la excepción del episodio con los mercaderes del Templo, que buscaba sobre todo llamar puntualmente la atencion, no se conoce ninguna otra acción violenta de Jesús, y sus consignas de "amar a los enemigos", "devolver bien por mal", etc, no se compaginan bien con las características de los zelotes (algunas frases que se le atribuyen, como la de "no he venido a traer la paz, sino la espada", evidentemente tienen un contexto simbólico y escatológico que impide tomarlas literalmente). El movimiento de Jesús no era, por tanto, subversivo y violento en el orden político, aunque parece claro que en un principio Jesús se movió con la suficiente ambigüedad para atraerse incluso a algunos elementos extremistas de ese mesianismo violento (pero esos extremistas terminaron distanciándose de él e incluso traicionándolo).

Más clarificadoras parecen, en cambio, algunas observaciones de Flavio Josefo sobre los esenios de su época (Guerra de los Judíos 2, 8, 2-13), pues da a entender que el núcleo de los esenios más rigoristas era minoritario (probablemente el de Qumrán) y que la mayoría de los esenios vivían en aldeas y pequeñas poblaciones campesinas, hacían vida matrimonial normal y mantenían sus creencias individualmente y en grupos familiares y vecinales. ¿Se puede deducir de esto que el esenismo de tiempos de Jesús y del Bautista había sufrido ya alguna especie de escisión o cisma interno, como quieren algunos investigadores contemporáneos? No hay datos para afirmarlo con seguridad, pero parece claro que en esa época el esenismo estaba en proceso de desintegración y falto de dirección y liderazgo. En Qumrán quedarían los más integristas, junto con otros que veían la perentoriedad de buscar por una vía "mesiánica" especial una cohesión que el movimiento estaba perdiendo a marchas forzadas, con una comunidad esenia todavía numerosa pero dispersa y un núcleo integrista minoritario progresivamente decantado ya hacia posiciones belicistas y antirromanas (éstos serían propiamente los zelotes de Qumrán o pre-zelotes ideológicos).

Es en este contexto donde quizá puedan explicarse mejor los dos movimientos mesiánicos más importantes de la época (el del Bautista y el de Jesús), como un último intento de aglutinar a los esenios en un mesianismo pacífico pero productivo a medio y largo plazo. Y lo cierto es que se tuvo éxito, pues apenas un par de décadas después de la desaparición física de Jesús el esenismo se había convertido en cristianismo sin demasiadas dificultades doctrinales o rituales; de hecho, tanto Flavio Josefo como Filón de Alejandría confundían el número de esenios existentes en Palestina a mediados del siglo I d.C., unos cuatro mil, con lo que en realidad era ya la primera comunidad eseniocristiana (cf. Hchos. 4, 4). Ello explica también por qué el judaísmo posterior silencia cualquier referencia hacia los esenios, pues se sabía que este movimiento antiguo era el que había evolucionado y dado lugar al cristianismo.

Pero seguimos sin saber cómo se hizo todo esto, cómo se gestó y quién lo planeó. Parece indudable que Jesús contó con el pleno apoyo de algunos jefes esenios (e incluso con secretas adhesiones de algunos fariseos importantes). No cabe duda de que era un hombre extraordinario y fuera de lo común, y que tenía su propia doctrina y su particular visión de las cosas, y seguramente también un "plan" que contó con el visto bueno de esos jefes esenios y de algunos fariseos individualmente. Juan el Bautista y su movimiento desempeñaron un papel de preparación, incluso de "maniobra de distracción". Juan era un asceta fanático; Jesús era un místico mucho más calculador y con una visión de futuro verdaderamente excepcional y fuera de lo habitual; pero no era en absoluto un fanático. Y cualquiera que no estuviera cegado por el fanatismo podía darse cuenta de que cualquier clase de movimiento mesiánico, en esa época y en esas explosivas circunstancias, terminaría degenerando en una revuelta nacionalista y en una implacable represión romana (esto era precisamente, y con razón, lo que temían las autoridades políticas y religiosas judías, cuando llegaron a la conclusión, lógica por lo demás, dentro de la lógica imparable de los acontecimientos, de que era preciso que "un hombre muera por -en lugar de- todo el pueblo"). Así que el propio Jesús, y los jefes esenios que le apoyaron, tuvieron que ser perfectamente conscientes de que el movimiento mesiánico que se pusiera en marcha tendría que tener dos caracteres esenciales para triunfar a medio y largo plazo: ser radicalmente y esencialmente pacifista y estar liderado por un hombre que estuviera dispuesto a "desaparecer", y no simplemente a entregarse voluntariamente a la muerte y a sacrificarse por su movimiento, sino a hacerlo de una forma espectacular que sorprendiese incluso a propios y extraños. En este sentido, no es tan inverosímil que el propio Jesús planease al detalle cómo habría de ser su "muerte" y su "resurrección".

El destino del Bautista debió de ser una contingencia inesperada, aunque previsible, pero en todo caso benefició al propio movimiento mesiánico de Jesús y lo reforzó y resguardó de otras contingencias imprevisibles similares. Su muerte sin duda afectó a Jesús (de lo que hay reflejo en los propios evangelios), que no la esperaba o no la esperaba tan pronto y tan inopinadamente, debida al excesivo temor injustificado de un déspota de segunda categoría como era el tetrarca Herodes Antipas. Pero esa muerte, nunca mejor dicho, se amortizó con creces.

Lo más sorprendente de toda esta historia, conjeturas explicativas al margen, es el hecho de que unas inteligencias realmente excepcionales supieran, en unos tiempos y circunstancias tan enrarecidos y confusos, tomarle el pulso y la medida a la historia misma y hacer triunfar -de otra forma de la que las gentes esperaban- un movimiento mesiánico excepcional destinado a cambiar las conciencias y a cambiar el mundo. La enigmática secta esenia, la menos ruidosa hasta entonces entre todas las sectas judaicas, supo jugar sus cartas de la forma más inteligente posible y mediante un hombre de una inteligencia excepcional ("astuto como una serpiente y sencillo como una paloma"), y finalmente consiguió salvar su propia identidad y su doctrina para las generaciones venideras. También lo consiguieron los fariseos, verdaderos artífices del judaísmo rabínico posterior. Pero los demás (saduceos acomodaticios, herodianos, celotes extremistas) desaparecieron para siempre por el sumidero de la Historia, de una historia a la que no sobrevivieron por haber sido radicalmente incapaces de comprenderla.

Moneda con el rostro de Herodes Antipas
Retrato del Bautista
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