CUESTIONARIO EVANGELICO

OCHO PREGUNTAS BÁSICAS SOBRE EL JESÚS HISTÓRICO, Y OTRAS TANTAS RESPUESTAS


1-- ¿Existió realmente Jesús?


En principio no tenemos razones lógicas ni argumentos de peso para negar o dudar en absoluto de la existencia histórica de Jesús de Nazaret en el primer tercio del siglo I de Nuestra Era, por muy controvertidas y mixtificadas que sean las fuentes, por muy insuficientes y no-contrastados que sean muchos de los datos históricos de esas fuentes y por muy mitificados que puedan estar algunos o bastantes de esos datos (que evidentemente lo están, y mucho).

2-- ¿Cómo puede hoy afirmarse racionalmente que Jesús existió de verdad? ¿Cuál es el argumento principal?

Las fuentes históricas prácticamente únicas y principales sobre su vida (los cuatro evangelios canónicos) son unánimes sobre su historicidad biográfica, y además no demasiado lejanas del personaje en el tiempo (por lo menos no tanto como las de otros famosos personajes míticorreligiosos antiguos como Osiris, Zaratustra, Mitra, Buda o Moisés y sus respectivas fuentes biográficas posteriores), y es evidente la dificultad de creación de una figura enteramente ficticia y mítica en un lapso de tiempo tan corto (unas cuantas décadas), y en un tiempo y en un espacio históricogeográfico (la Palestina del siglo I) en el que todavía vivían algunas personas -o sus descendientes más directos- que habían sido contemporáneas del personaje y que le conocieron personalmente (la cita de Marcos sobre Simón de Cirene, p.e., durante el trayecto hacia la crucifixión, parece una alusión clara a alguien coetáneo y testigo directo de la crucifixión, o a los hijos y parientes de éste, conocidos de los oyentes contemporáneos del evangelista).

Por otra parte, no es del todo exacto que no existan fuentes independientes sobre el personaje Jesús de Nazaret, llamado el "Cristo" o "Jesucristo" por sus seguidores (pues, aparte la controvertida y cuestionada cita de Flavio Josefo, tenemos un par de citas de dos solventes historiadores romanos, Tácito y Suetonio, que mencionan brevemente al personaje Chrestos-Christus y que no pueden considerarse en modo alguno influidas o interpoladas por el "cristianismo" coetáneo o posterior). Y por lo demás, es obvio que el acontecimiento de Jesús, en el marco del siglo I de Nuestra Era, no pudo dejar al principio de ser visto (e ignorado) por la historiografía romana como uno más de los muchos sucesos anecdóticos ocurridos en esa época, y además en una región periférica del Imperio, mucho antes de que empezara a calibrarse su verdadera magnitud y trascendencia. Jesús fue, como dijo Tácito, el líder de una secta judaica crucificado (uno más) en tiempos de Tiberio por orden del procurador de Judea Poncio Pilato, y de momento sólo eso y nada más que eso.


3-- ¿Qué se puede obtener de los Evangelios acerca de la existencia de Jesús?


Bastantes datos biográficos, unos más mitificados y distorsionados que otros, pero en todo caso unos datos básicos sobre su lugar de nacimiento y orígenes familiares, sobre su cronología aproximada, sobre sus hechos principales (ordinarios y extraordinarios), sobre sus doctrinas y sobre su muerte y la posterior "desaparición" de su cuerpo, todo ello en un contexto -el palestinense del primer tercio del siglo I- que no resulta en absoluto contradictorio con el que describen otras fuentes independientes sobre ese mismo tiempo y sobre ese mismo lugar.

Algunos han apuntado, y es cierto, que sabemos en realidad bastantes más cosas de Jesús de las que sabemos de otros muchos personajes históricos anteriores o posteriores cuya existencia nadie pone en duda. Sabemos que existió un individuo llamado Jesús (Yehoshuá bar Yehosef) que había vivido en la aldea galilea de Nazaret y que había nacido en esta misma Nazaret o en Belén de Judea (más improbable) hacia los últimos años del reinado de Herodes el Grande. Que era hijo -putativo al menos- de un artesano acomodado llamado José, de supuesta estirpe real judaica antigua. Que su madre era nazaretana y se llamaba María (Miriam), al parecer pariente de la madre de Yehohanán "el Bañista" (quien sería por tanto "primo" de Jesús). Que tenía varios hermanos y hermanas conocidos. Que, tras un periodo de adolescencia y juventud de más de veinte años de los que no sabemos absolutamente nada, reapareció e inició su vida pública en torno al año 28 de nuestra Era, coincidiendo casi simultáneamente con las predicaciones de su pariente Juan "el Bautista", de quien acaso fue discípulo o con quien al menos actuó coordinadamente en las primeras predicaciones de ambos. Que era reconocido como "maestro" (rab) incluso por sus enemigos fariseos y saduceos, pero que la formación religiosa de Jesús (que incluía el conocimiento profundo del hebreo y de las Escrituras bíblicas) no pudo realizarse en las escuelas tradicionales fariseas palestinenses o helenísticas, pues en tal caso los propios fariseos no hubieran dejado de reprochárselo, por lo que tuvo que realizarse al margen de ellos, en otra secta contraria a los propios fariseos pero respetada por éstos: es decir, que el aprendizaje y "doctorado" de Jesús tuvo que realizarse muy probablemente entre los esenios o "neo-esenios" de Qumrán (aunque no lo mencionen explícitamente ninguno de los cuatro evangelistas). Que las actividades públicas de Jesús, predicando y enseñando su doctrina a las gentes, se desarrollaron sobre los años 28, 29 y 30, principalmente en la región de Galilea. Que Jesús escogió esa región de Galilea como base principal de sus actuaciones, con centro en la ciudad de Cafarnaúm. Que realizó curaciones de tipo taumatúrgico más o menos extraordinarias (y que esas técnicas exorcistas y de psicoterapia psicofisiológica tampoco pudo aprenderlas entre los fariseos urbanos). Que llegó a congregar a grandes masas de seguidores de toda condición, aunque sus principales discípulos y confidentes eran un grupo reducido de apenas una docena de varones galileos, escogidos personalmente por él (algunos pudieron serle recomendados a Jesús por el propio Juan el Bautista, de quien habían sido discípulos con anterioridad), y un grupo de mujeres galileas que les atendían en sus necesidades de mantenimiento. Que sus actividades llegaron a preocupar seriamente a las autoridades religiosas judías, tanto por la novedad de sus doctrinas como por la posibilidad de que sus seguidores le aclamaran como "Mesías" (=rey) y provocaran disturbios (como el ocurrido en la explanada del Templo en vísperas de la fiesta de la Pascua) o sediciones contra las autoridades romanas, con las represalias romanas subsiguientes sobre todo el pueblo judío. Que, finalmente, con la complicidad de uno de sus discípulos, lograron apresarlo en la fiesta de la Pascua del año 30, en Jerusalén, y lo entregaron al procurador romano Poncio Pilato exigiendo su castigo como "sedicioso". Y que el procurador lo condenó a muerte para ceder a sus insistentes presiones.

Jesús de Nazaret, según los evangelistas, fue crucificado en la víspera de la Pascua judía, y enterrado luego en una sepultura privada. Poco después, el cuerpo desapareció del sepulcro, y los discípulos aseguraron que había "resucitado" de entre los muertos (tal es la versión que recogieron y divulgaron los Evangelios y la que han creído sus seguidores cristianos hasta el día de hoy).


4-- ¿Podemos fiarnos de los Evangelios como fuente historica?


En líneas generales, sí (por lo menos tanto como podemos fiarnos de cualquiera de las fuentes históricas de la Antigüedad, incluidas las fuentes históricas nacidas de la propaganda política oficial, ya sea romana, griega, hebrea, egipcia o mesopotámica). Los Evangelios son sin duda, y ante todo, propaganda religiosa; pero ello no significa que no contengan datos verídicos y bastante exactos en algunos detalles y poco o nada exactos (exagerados, literaturizados o mitificados) en otros. Naturalmente, los episodios evangélicos que narran sucesos sobrenaturales son la parte principal de esa mitificación biográfica a-histórica, pero también algunos temas de las doctrinas originarias de Jesús parecen estar intencionalmente interpolados y adicionados posteriormente.


5-- ¿Son realmente tan diferentes las imágenes de Jesús que muestra cada Evangelio?


Los tres evangelios llamados "sinópticos" o "de conjunto" (Mateo, Marcos y Lucas) presentan a un "personaje-Jesús" muy literaturizado y hierático, que en cierto modo podría calificarse como psicológicamente plano (pues no trasluce apenas al Jesús-hombre, sino más bien al supuesto Jesús-divino, al "Mesías-Hijo de Dios", al "Jesús-Dios"). El evangelio de Juan presenta a un Jesús mucho más íntimo, y a veces también más humano, pero se trata esencialmente de un "Jesús-místico" que a menudo resulta incluso más inasequible y enigmático que el de los otros tres evangelios.

6-- ¿No hay ningún apócrifo que tenga datos fiables a los que podamos acudir para rellenar los huecos de la vida de Jesús que no vienen en los evangelios oficiales?


Los evangelios apócrifos sobre la infancia de Jesús no son históricos (en su mayor parte fueron compuestos varios siglos después de la vida de éste y difícilmente podrían basarse en relatos históricos orales tradicionales); se trata en la mayoría de los casos de literaturizaciones fantasiosas e imaginativas con elementos arquetípicos sobrenaturales que son muy comunes a los relatos fabulosos populares de todos los pueblos y culturas (aunque puedan ser muy ricos y sugestivos a veces en cuanto a su simbología explícita e implícita, y por tanto bastante valiosos en lo que se refiere a la completación del simbolismo místico y doctrinal del cristianismo primitivo). Por lo demás, no hay ningún relato entre esos apócrifos que nos cuente algo sobre esos años "oscuros" de la adolescencia y juventud de Jesús y que por ello pudiera servirnos para completar las lagunas biográficas de los evangelios oficiales.

Sin embargo, esos relatos apócrifos contienen datos nuevos "extra-evangélicos", y siempre cabe la posibilidad de que algunos de esos datos fuesen conservados por la primitiva tradición oral de la que se nutrieron también los propios evangelios canónicos. Por ejemplo: según Lc 23, 47 hubo un centurión romano (al que no se identifica con un nombre concreto, sino sólo con su rango militar) que, al pie mismo de la cruz, reconoció la filiación divina de Jesús; ese centurión podría ser el mismo que, años más tarde, viviendo con su familia en la ciudad costera de Cesarea y convertido al judaísmo, hizo llamar al apóstol Pedro para conocerle, como se narra en los "Hechos de los Apóstoles", cap. 10, 1-48, donde se dice que se llamaba (más bien se apellidaba) Cornelio, e incluso se da el nombre de su unidad militar: la cohorte "Augusta". En alguno de los apócrifos se nominaliza al centurión citado en Lc 23, 47, con el nombre de Quinto Longino (designándolo con su praenomen y su cognomen o sobrenombre, pero obviando su apellido), y se amplía y adorna el relato con elementos milagrosos y sobrenaturales, claramente míticoliterarios y a-históricos. Ahora bien, ¿no podría ser que el nombre completo de ese centurión fuera Quinto Cornelio Longino?, ¿no podría ser considerado el dato nominal conservado en los apócrifos un dato complementario eventualmente histórico? Desde luego es imposible saberlo (como tantos otros detalles evangélicos más o menos históricos), pero no deja de ser al menos una sugestiva (e "histórica") posibilidad. Si pretendiéramos hacer un riguroso análisis histórico, lo único que con seguridad podríamos afirmar es que existió un cierto centurión muy directamente relacionado con los hechos, con Jesús o con alguno de sus apóstoles (un centurión romano indudablemente, no como ese otro "centurión" aludido en los sinópticos cuyo hijo fue curado por Jesús, y que por el Evangelio de Juan, más fidedigno en los detalles, parece ser que en realidad no era un centurión romano, sino un cortesano herodiano, quizá el llamado Cusa en otro pasaje evangélico). Éste es el tipo de datos "históricos" con que a menudo nos encontramos en los relatos evangélicos (no sólo en los apócrifos) y se necesita mucha flexibilidad crítica para interpretarlos.


7-- ¿Qué nos queda entonces, con qué contamos realmente, para reconstruir científicamente la vida del Jesús histórico?


Queda mucho, queda casi todo. Queda, p.e, hacer una exhaustiva "arqueología metafórica y conceptual" de todos y cada uno de los elementos evangélicos más o menos míticos o mitificados, es decir, analizar sin prejuicios los datos disponibles (que son los que hay, ni más ni menos), pero repensando y conectando esos datos evangélicos explícitos con los datos implícitos y contextuales, que conocemos además por fuentes independientes históricas y arqueológicas, y que son muchos y están ahí, sin que apenas unos pocos se hayan sacado a la superficie (p.e. los datos evangélicos que -in absentia- nos indican que ese periodo desconocido de la juventud de Jesús correspondería con toda probabilidad a su estancia y aprendizaje entre los esenios, incluida su estancia en el "desierto", que seguramente fueron muchos más que esos 40 días simbólicos de uno de sus "ayunos esenios" rituales). Queda "traducir" los datos simbólicos a historia real (p.e. "tentaciones en el desierto" = "preparación psíquica en Qumrán"). Queda racionalizar algunos episodios evidentemente mitificados y sobredimensionados (pero, en el fondo, históricos y reales, siempre que no se tomen al pie de la letra), tales como los poderes taumatúrgicos excepcionales de Jesús y sus hechos supuestamente "milagrosos". Queda comparar entre sí, con rigor, las diversas versiones evangélicas de un mismo episodio (el evangelio de Juan es la verdadera "piedra de toque" de muchos de ellos: p.e. el de la mujer "cananea" de los sinópticos, que, históricamente al menos, no parece haber sido otra que la mujer samaritana del relato joanista). Queda buscar y explicitar en cada evangelio los datos internos que explican por sí mismos algunos episodios que los propios evangelistas no aclaran o no quieren aclarar (p.e., es evidente y explícito que Jesús conocía la inminente traición de su discípulo Judas Iscariote, que le había "vendido" al Sanedrín judío; y es evidente -pero intencionalmente implícito- que Jesús conocía esa traicion no porque tuviera poderes "adivinatorios" especiales, sino porque, como los propios evangelios nos recuerdan en otros pasajes, en el seno del Sanedrín había un importante personaje, José de Arimatea, que era en secreto seguidor de Jesús y que era probablemente quien informaba a éste, a través de un fariseo de su confianza llamado Nicodemo, de todos los planes que ese Consejo religioso judío iba tramando contra Jesús). Queda, en fin, racionalizar todo lo racionalizable de unos relatos esencialmente históricos pero también esencialmente mitificados desde el principio y hasta el final.

Una crítica textual y filológica más flexible, menos rígida y menos "cientifista" que la ensayada hasta ahora, puede ayudar bastante no sólo aclarando el grado de historicidad de algunos episodios (detectando interpolaciones, usos lingüísticos propios y ajenos de cada evangelista, estratos redaccionales, contextos originarios, etc), sino también clarificando aspectos propiamente doctrinales, hasta que podamos saber, con mucha más certeza que hasta ahora, qué dijo realmente el propio Jesús y por qué o en qué sentidos lo dijo y qué ha sido adicionado después como reinterpretación de sus palabras y de sus doctrinas originarias.

Con todo, la interpretación doctrinal nos parece mucho más compleja que la puramente biográfica, y en todo caso mucho más interesante y productiva también (aunque, obviamente, ambas se completan y complementan mutuamente). Las limitaciones de la interpretación doctrinal son evidentemente mucho mayores, porque no se trata tan sólo de saber si Jesús dijo tal cosa o no la dijo, sino más bien si eso que dijo o no dijo, pudo haberlo dicho de todos modos, porque expresa sin lugar a dudas su pensamiento. Seguramente nunca sabremos si la ingeniosa anécdota de la cuestión del "tributo al César" fue real o no (merecería serlo), o si el episodio de la adúltera a la que Jesús libró de ser apedreada con solo una frase lapidaria y "cuasi-mágica" ocurrió realmente, si ocurrió de otra forma o si en realidad no ocurrió. Pero el hecho de que ésos y otros asombrosos episodios de la vida de Jesús ocurriesen o de que discípulos y seguidores suyos creyesen que ocurrieron, viene a decir casi lo mismo: que la persona que los protagonizó o a la que se le atribuyeron tuvo que ser (históricamente) una persona excepcional y fuera de lo común (mitificaciones y "milagrerías" al margen).


8-- ¿Contienen los famosos manuscritos del Mar Muerto información sobre Jesús de Nazaret?¿hubo relación de los esenios con Jesús y con el Bautista? ¿fueron Juan y Jesús originariamente esenios?


Los manuscritos de Qumrán no mencionan para nada a Juan el Bautista ni a Jesús, ni tendrían por qué, puesto que en su mayor parte esos escritos son muy anteriores a ambos. Pero en algunos de esos escritos sectarios antiguos (pertenecientes a la secta de los llamados "esenios") son constantes las alusiones a dos "Mesías" que habrían de venir de forma casi simultánea: el "Mesías de Aarón" y el "Mesías de David", y no cabe duda de que tanto el Bautista como Jesús conocían esos textos proféticos esenios y en cierto modo -no sabemos hasta qué punto consciente e intencionadamente- representaron y escenificaron esos respectivos papeles mesiánicos, pues las actividades de ambos aparecen coordinadas paralelamente en el espacio y en el tiempo.

Ante todo hay que partir del hecho históricoarqueológico de que el centro monástico de Qumrán, en el desierto de Judea, estuvo habitado y en funcionamiento en época de Jesús y aún después, hasta la guerra judía de los años 66-70, donde llegó a ser uno de los puntos de resistencia de los nacionalistas celotes, que ya habían tomado su control desde décadas atrás. Ahora bien, el centro de Qumrán, que había sido el principal centro de la secta esenia desde la época asmonea hasta la época de Herodes el Grande, fue abandonado precisamente durante el reinado de este monarca, no se sabe bien si por causas naturales (hay evidencias arqueológicas de que un terremoto dañó parte de las instalaciones) o por persecución o presión del propio Herodes, que no les puso las cosas fáciles a las sectas y grupos sacerdotales judíos que no estaban por la labor de aplaudirle su despotismo, su relajación religiosa y su helenización intensiva del reino hebreo. Tras la muerte de Herodes, Qumrán fue reocupado por los esenios (o más bien "neo-esenios") del siglo I. Se siguieron copiando por los monjes de sus instalaciones los escritos bíblicos, parabíblicos y sectarios propios, de los siglos anteriores, pero es claro que aunque el rigorismo e integrismo de la secta esenia en materia religiosa era mayor que el de los propios fariseos o que el de los judíos helenistas o el de los nacionalistas celotes, en modo alguno hemos de imaginarlo como una continuidad invariable del esenismo que esos escritos qumránicos de varios siglos atrás reflejan en cuanto a sus ritos propios o a sus rígidas concepciones escatológicas y doctrinales. Sin duda ese esenismo había evolucionado (doctrinas como las difundidas por el Bautista o por el propio Jesús parecen confirmar esa evolución, por lo menos cierta evolución ética, procedente de una mayor profundización en el estudio de la Ley judía y de las corrientes religiosas de la época). Las referencias sobre ellos del historiador Flavio Josefo, así como las de Filón de Alejandría o las del romano Plinio el Viejo, en gran medida pudieran proceder "de oídas" más que de un conocimiento directo de esos esenios del siglo I.

Precisamente por Flavio Josefo sabemos que los esenios de Qumrán eran una minoría dentro de la secta (aunque eran los que llevaban el liderazgo moral y espiritual de todos los demás) y que la mayoría de los esenios vivían ya en aldeas y hacían vida normal con sus mujeres e hijos, a diferencia de los de Qumrán. Precisamente a esos esenios rurales parece que se dirigieron las primeras convocatorias de Jesús, que envió a sus doce discípulos (de dos en dos, al modo esenio) a predicar en esas aldeas esenias de Judea, de donde saldrían sus primeros seguidores. Lo demás es fácil de seguir incluso históricamente: esos esenios rurales, progresivamente desligados del integrismo ultraconservador del centro-matriz, muy infiltrado ya seguramente por el beligerante nacionalismo ultra-integrista celote, se decantaron mayoritariamente por el pacifismo a ultranza de los discípulos de Jesús y por evitar el conflicto a medio y largo plazo con los ocupantes romanos, aglutinándose en un mesianismo ético, psicológico y escatológico, no belicista, ni antirromano ni tampoco "de este Mundo", lo que a la larga, sobre todo tras la desaparición del Bautista primero y de Jesús después, les proporcionaría una renovada cohesión como grupo religioso propio y en principio muy respetado y admirado por los demás judíos. El neo-esenismo, progresivamente disperso y en fase de desintegración por falta de liderazgo, acabó encontrando sus líderes en esos discípulos de Yehoshuá el de Nazaret, que lo revitalizaron de nuevo. No debió de ser, al menos no hay indicios de que lo fuera, una reconversión o transformación traumática la de ese "neo-esenismo" en "cristianismo" (por lo menos al principio, en las dos primeras décadas que siguieron a la desaparición de Jesús, del "Señor"; pero cuando el ex-fariseo Saulo de Tarso convenció a los demás apóstoles de la necesidad de incorporar a los gentiles y de hacerlo sin obligarles al molesto rito judaico de la circuncisión, sino sólo con el "baño" o "bautismo" ritual, la secta cristiana dejó de ser una secta más y se produjo el "anatema" y la ruptura por parte del judaísmo oficial, al tiempo que la "nueva" religión tuvo que incorporar sobre la marcha nuevas reinterpretaciones doctrinales -"dogmas"- para superar sus propias tensiones y sus crecientes dispersiones doctrinales internas).

Pero está fuera de duda que el aparato ritual externo del "cristianismo" originario es de origen esenio (empezando por el rito del "bautismo" popularizado por Juan, y siguiendo por ritos tan esenios como la "fracción del pan"). Y esenias son sus primeras concepciones ideológicas (como ese eslógan esenio procedente de una conocida frase de Isaías, y popularizado también por el Bautista, o como las contraposiciones típicamente esenias entre los "hijos de la luz" y los "hijos de las tinieblas"), o sus concepciones escatológicas, o su propio aparato organizativo (que traduce en términos griegos nombres esenios en arameo: asambleas o "ecclesias", inspectores o "episcopoi", presbíteros, etc). De modo que, cuando Josefo o Plinio hacen referencia a la existencia en su propia época de unos "cinco mil esenios" u "hombres santos" (ésa es también, junto con la costumbre de llamarse "hermanos" entre sí, la primera autodenominación de los que luego se llamaron "nazarenos" y finalmente "cristianos") en realidad están hablando, "de oídas", del número de las primeras comunidades de cristianos, que por otra referencia en los "Hechos de los Apóstoles" sabemos que eran algo más de 4000 individuos en toda Palestina.

Por eso, cuando se dice por algunos que ni Jesús ni Juan pudieron ser esenios, porque son más las diferencias que las afinidades, se está hablando también casi "de oídas", desde el momento en que se toma como término comparativo no a esos neo-esenios reales del siglo I contemporáneos de Juan y de Jesús, sino a los ritos y creencias esenias de al menos dos siglos antes (los reflejados en los escritos qumránicos). Pero los hechos conocidos son algo más que indicios: Juan practica un rito esenio de baño por inmersión y se mueve por el desierto de Judea, donde aparece por primera vez, proclamando un "eslógan" esenio ("Voz que clama en el desierto: proclamad el camino del Señor"); Jesús comienza también en ese mismo desierto, el desierto de los alrededores de Qumrán. En la conversación de Jesús con el fariseo Nicodemo (Jn 3, 1-15), Jesús se refiere expresamente a "vosotros" (es decir, los fariseos) en contraposición a "nosotros" (es decir, los esenios). Cuando Jesús practica curaciones, sanaciones y exorcismos de enfermos lo hace con unas técnicas que sólo pudo haber aprendido con un grupo cerrado que conocía y practicaba esas técnicas ensayadas y perfeccionadas durante generaciones. La última cena de Jesús con sus discípulos se hace al modo esenio, con verduras, no con carne, y un día antes de la Pascua oficial (como ha aclarado recientemente en un estudio el ex-Papa Benedicto XVI). Y finalmente, cuando en su sepultura algunos evangelistas aluden -en tono mitificado- a la presencia de dos misteriosos hombres "vestidos de blanco", está claro también -desde un punto de vista rigurosamente histórico- que no se trata de "ángeles" ni tampoco de "extraterrestes", sino simplemente de dos esenios (que por Flavio Josefo sabemos que vestían siempre como signo distintivo vestiduras blancas de lino). ¿Hay quién dé más?

Pero quedan un par de objecciones finales que en realidad son tan significativas como aclaratorias: ¿Por qué ninguno de los evangelistas menciona expresamente a los esenios y menos aun los relaciona directamente con el Bautista o con Jesús? Seguramente por la misma razón por la que en esos evangelios se evita también cualquier alusión demasiado expresa a los nacionalistas celotes. Los evangelios fueron compuestos -o terminados de componer- años después de concluida la terrible guerra judía contra los romanos en los años 66 al 70, que trajo la completa derrota de los judíos y la destrucción del Templo. Esa revuelta y esa guerra había sido promovida y capitalizada por los nacionalistas celotes, que no fueron nada populares en los años y décadas siguientes entre su propio pueblo y menos aun entre los romanos y demás ciudadanos del Imperio. Ello explica que el evangelista Marcos, que como Lucas escribe sobre todo para los gentiles, cuando se refiere al discípulo de Jesús conocido como "Simón el celote", encubra esa condición denominándole "Simón el cananeo", o que todos los evangelistas omitan la más que probable condición de celote del guerrillero-bandido Barr-Abás, indultado por Pilato a petición del pueblo durante el proceso de Jesús, o que no se especifique que los que propusieron a Jesús la capciosa cuestión sobre la licitud o ilicitud de pagar el tributo al César no fueran fariseos, saduceos o judíos filorromanos, sino más bien nacionalistas celotes.

Ahora bien, los celotes (que luego derivarían en los terroristas sicarios) no eran propiamente una secta religiosa en sentido estricto, pero buscaron unas señas de identidad religiosoideológica precisamente entre la secta religiosa judía tradicionalmente más conservadora e integrista (la de los esenios). Es un hecho que se infiltraron en Qumrán y que acabaron por controlarlo, en unión de los esenios más recalcitrantes, y que escritos qumránicos como "El Libro de la Guerra" están compuestos por esenios-celotes en la última etapa de existencia de Qumrán, antes de su definitiva destrucción por los romanos. En la guerra judía hubo incluso algunos líderes y cabecillas esenio-celotes, como el llamado Juan el Esenio. Y es precisamente de ese último esenismo fanáticamente politizado e irreductible del que los cuatro evangelistas se distancian y desmarcan conscientemente, omitiendo aludirlo ni directa ni indirectamente, aparte del hecho de que, en la época en que se compusieron los cuatro evangelios canónicos, el cristianismo (y la propia figura central de su Jesús-Cristo) había cambiado bastante respecto al neo-esenismo originario y se esforzaba por presentarse como algo enteramente "nuevo", "independiente" y "original", sin conexión alguna con ninguna de las sectas judaicas y menos aun reconociendo a ninguna de ellas como principal modelo y fuente doctrinal matriz.

Más conjetural, pero no menos probable, es que las actividades iniciales del Bautista y de Jesús (sin duda apoyadas secretamente por otros jefes esenios e incluso por personajes judíos de notable prestigio, como José de Arimatea) hubieran estado encaminadas precisamente a devolver al movimiento esenio (sobre todo en las aldeas y ciudades de Judea) una dirección espiritual concreta y una cohesión e independencia doctrinal que estaba perdiendo a marchas forzadas por obra del nacionalismo celote. Sea como fuere, lo que parece claro es que el "cristianismo" no nació de la nada, por obra y gracia un "Mesías-Hijo de Dios" llamado Jesús de Nazaret, sino que más bien renació a partir de ese neo-esenismo independiente que trataba de sobrevivir en medio del enrarecido y tenso contexto sociológico, político y doctrinal del judaísmo del siglo I.

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