Numismatica

curiosidades  histórico-numismáticas  sobre las  TETRADRACMAS ÁTICAS


La archiconocida y típica moneda ateniense de plata con la efigie de la diosa Atenea en el anverso y el mochuelo y la ramita de olivo en el reverso (decadracmas, tetradracmas, dracmas, hemidracmas, óbolos, y otras fracciones monetales) constituye sin duda uno de los modelos más originales, más estéticos y sobre todo más emblemáticos de toda la monetaria de la Antigüedad. Aquí trataremos brevemente de la tetradracma o "estatera de plata", con un peso aproximado de 1/2 onza de plata (unos 17 gramos) y un valor de cuatro dracmas, es decir, 4/100 de mina en el patrón ateniense, en el que la mina (=100 dracmas) y el talento (60 minas) no pasaron de ser "monedas de cuenta", pues las monedas reales acuñadas eran la dracma y sus diversas fracciones superiores e inferiores. Pero, antes de meternos en el asunto, se imponen primero dos precisiones preliminares.

Tetradracma de finales del siglo VI a.C.

La primera precisión obligada es sobre la verdadera identidad (taxonómica y filológica) de esa ave rapaz nocturna que constituía el emblema de la propia diosa Atenea, la divinidad epónima y patrona de la ciudad de Atenas. Los estudios más recientes sobre este tema (que no es, por cierto, nada nuevo en el ámbito de los estudios de la filología grecolatina) parece que van despejando cada vez más todas las dudas al respecto sobre este plumífero animalito, en el sentido de que no se trata evidentemente ni del gran búho ni del pequeño autillo (dos rapaces nocturnas de la familia de las estrígidas que se distinguen por sus dos característicos copetes o penachos de plumas sobre las partes superiores laterales de la cabeza, que sobresalen a modo de falsas "orejas"). Pero parece claro también que no se trata en absoluto de la "lechuza", como comúnmente se interpreta y se traduce desde antiguo en castellano el término griego glaúks (por lo menos en el ámbito hispánico). Hay, en efecto, dos convincentes razones que descartan a la lechuza como el ave de Atenea. La primera es que, al menos las representaciones artísticas más antiguas del ave emblemática de esta diosa, no autorizan desde luego a tal identificación, puesto que no son fácilmente identificables con el típico aspecto rechoncho de la lechuza y con sus ojos característicos (pequeños y de color negro, enmarcados en una especie de redondo y gran "antifaz" que le ocupa casi toda la parte frontal de la cabeza, como pequeños y negros son también los ojos de otra rapaz nocturna de tamaño más pequeño: el cárabo). Pero hay además otra razón mucho más determinante para excluir a la lechuza como el ave de Atenea, y es simplemente un hecho etológico: esta rapaz nocturna es muy poco frecuente en el territorio griego. Su hábitat europeo, en efecto, se extiende desde la península ibérica (donde es especialmente abundante y bien conocida, pues se caracteriza por su relativa sociabilidad y no es infrecuente que haga sus nidos en iglesias, graneros e incluso desvanes de casas de campo) hasta la península itálica en su costa adriática. Descartados, pues, el búho y el pequeño autillo (por sus respectivos copetes "orejudos"), y también el cárabo y la lechuza, sólo queda una rapaz estrígida europea de pequeño tamaño que pueda identificarse inequívocamente con esa ave de Atenea, y no es otra que el conocido "mochuelo", abundante en todos los países mediterráneos (y especialmente en Grecia, donde los olivos -árbol especialmente asociado a Atenas y a su diosa- suelen ser también uno de sus lugares favoritos para anidar), y cuyos ojos brillan en la oscuridad de un modo tan intenso como los de los búhos y autillos. Así pues, el ave de Atenea es muy probablemente el mochuelo, diminutivo castellano popular de "mocho", por evidente alusión y exclusión de las rapaces nocturnas "orejudas", como el búho o el cárabo, aunque en principio también a la propia lechuza le cuadre este adjetivo descriptivo de "mocha" y pueda usarse su denominación con carácter genérico para designar al ave de Atenea, siempre y cuando no se pierda de vista que el animalito en cuestión es en realidad el mochuelo (científicamente "Athene noctua"). El antiguo epíteto homérico de Atenea, llamada glaukópis, puede traducirse como "de ojos brillantes", "de ojos claros", "de ojos azulados o garzos", "de ojos luminosos", pero en absoluto como "de ojos de lechuza": en todo caso serían más bien "ojos (luminosos) como los del mochuelo" (en realidad, lo que ese adjetivo arcaico pretende denotar es sobre todo la "mirada inteligente y viva", generalmente asociada en todas las culturas antiguas con los ojos grandes, llamativamente brillantes y de aspecto "despierto"). Por lo demás, no hay que olvidar que las descripciones animalísticas y botánicas de los autores naturalistas grecolatinos son más escasas de lo que desearíamos para tener perfectamente identificados a todos los animales y plantas citados en los diversos textos (en lo referente a las aves, por ejemplo, subsisten ambigüedades léxicas que a veces sólo pueden resolverse parcialmente por el propio contexto, como es el caso del pájaro llamado strouthós, que generalmente designa al "gorrión" pero que luego -por lo menos desde la poetisa Safo y su oda a Afrodita, donde aparece el carro de oro de la diosa tirado por strouthoí- designa también a un ave que muy poco tiene que ver con el gorrión, sobre todo por el tamaño: el avestruz, el ave-struth). En lo referente al pájaro de Atenea, otras lenguas europeas modernas ventilan a su manera y de acuerdo a sus propias posibilidades léxicas la cuestión: en inglés, el término owl vale en general para cualquier clase de rapaz nocturna; en francés el término heule sirve indistintamente para "búho" y "mochuelo", y lo mismo el alemán Kauz para lechuza y mochuelo; en portugués, la coruja es nuestra lechuza y el môcho es el mochuelo; el latín, con un mismo campo semántico que el de los países mediterráneos en que existen estas distintas especies de rapaces, designaba al búho y a la lechuza con términos de origen onomatopéyico (bubo y úlula, respectivamente, evocando sus gritos característicos) y parece que reservaba el término nóctua preferentemente para el mochuelo. En la traducción castellana del término femenino griego glaúks ha influido también, sin duda, el género femenino -o epiceno más bien- de la palabra lechuza, asociando a la diosa un ave "femenina", y en los demás países europeos la confusión se ha debido sobre todo a la menor abundancia y distribución de esas especies de rapaces nocturnas en esos países y por tanto a las propias limitaciones terminológicas en esos idiomas para designarlas.

Tetradracma del segundo tercio del s. V a.C. Tetradracma de mediados del siglo V a.C.

La segunda precisión -propiamente más numismática y desde luego bastante obvia- se refiere al impacto económicosocial que representó en la Grecia arcaica (y en general en todo el ámbito económicocomercial del Mediterráneo) la introducción y generalización de la moneda y de la economía monetal (las primeras acuñaciones griegas conocidas salieron de la isla de Egina hacia el 650 a.C., seguidas de otras acuñaciones de diferentes ciudades helénicas). En el aspecto económico exterior la moneda representó una extraordinaria dinamización de los intercambios y del comercio, mientras que en el aspecto interior produjo también cambios sociales de gran trascendencia (pues, entre otras cosas, permitió a las clases aristocráticas y terratenientes de las ciudades-estado griegas atesorar riquezas de forma prácticamente ilimitada, a la vez que creó una nueva clase de riqueza -y de ricos- no exclusivamente ligada a la propiedad de la tierra y del ganado, y en definitiva terminó haciendo más ricos a los ricos y más pobres a los pobres, con los inevitables desequilibrios, convulsiones sociales y demás consecuencias políticas que ello trajo consigo en las diversas ciudades helénicas en los siglos siguientes). Un tercer aspecto es la utilización de la moneda como símbolo de prestigio político y propagandístico de estas ciudades e indirectamente de sus propios gobernantes (aunque en esos primeros siglos todavía ningún gobernante griego se atrevía a autorretratarse en las monedas, cosa que no ocurrirá en el mundo helénico hasta Alejandro Magno, prefiriendo que éstas se identificasen ante todo con la ciudad-estado que las emitía y respaldaba y utilizando en ellas determinados símbolos identificativos de carácter religiosoanimalístico que con el tiempo se hicieron representativos y exclusivos de determinadas ciudades griegas: así la tortuga de las monedas de la isla de Egina, la abeja de Éfeso, el pegaso o caballo alado en las de Corinto, o el popular mochuelo en las de Atenas). Aclaradas estas cuestiones taxonómicas, filológicas y socioeconómicas previas, vamos ya con las tetradracmas atenienses del famoso "mochuelo".

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Siglo IV a.C. Siglo III a.C.

Aunque algunos las suponen originarias de las primeras décadas del siglo VI a.C., las primeras monedas atenienses del mochuelo y de Atenea (decadracmas, tetradracmas, dracmas y subfracciones), que reemplazaban a otros modelos monetales más antiguos y más anodinos de comienzos del s.VI a.C., parece que se remontan a las últimas décadas de ese siglo VI a.C., durante la dictadura de Pisístrato, que revitalizó el culto a la diosa Atena o Atenea (en realidad una divinidad prehelénica y mediterránea) y fomentó entre los campesinos el monocultivo del aceite ateniense (de muy buena calidad) y de la vid, con vistas a su exportación y en detrimento de los cereales, recurriendo a la importación masiva de trigo para el abastecimiento general de la población de Atenas y de la región del Ática. Se utilizó para las acuñaciones la plata de las minas atenienses de Tracia, en la desembocadura del río Estrimón, explotadas por Pisístrato y los suyos durante su exilio y que en buena medida le ayudaron a costearse los medios y apoyos mercenarios para hacerse con el poder en Atenas (más tarde se explotarían también los filones de plata del propio monte ático del Laurión). Los diseños de estas monedas, y su diferente peso y tamaño según su valor, se mantendrían como modelo monetal durante mucho tiempo sin grandes variaciones en líneas generales. La tetradracma, p.e., de una media onza de plata maciza pura, tenía un grosor máximo aproximado, en medidas actuales, de unos 6 mm., y un diámetro de unos 24 a 26 mm., con más plata que las dracmas y sus subfracciones y menos que la decadracma. La tipología del mochuelo variaba también según la clase de moneda: de frente y con las alas desplegadas en las decadracmas, y con el cuerpo de frente y las alas plegadas en la hemidracma (en un aspecto un tanto grotesco, como en general solían tenerlo también en la pintura sobre cerámica las escasas figuras representadas de frente: sátiros, personajes cómicos, etc; sin embargo, es dudoso que en las monedas se buscase ese efecto, dadas las extrañas y bien conocidas particularidades fisionómicas de estas aves rapaces nocturnas, que como es sabido pueden girar la cabeza hasta ponerla completamente a su espalda, ya que sus globos oculares no son móviles, con lo que esos diseños monetales no podían resultar de hecho nada extravagantes o desconocidos para los propios atenienses y griegos en general); en las dracmas y tetradracmas, en cambio, la figura del mochuelo aparecerá siempre mucho más recatada y convencional: con el cuerpo en medio perfil y la cabeza de frente, siguiendo la frontalidad típica de la iconografía antigua en la representación de animales en dos dimensiones.


Tetradracma del llamado Nuevo Estilo. Mediados del siglo II a.C.

La serie monetal con estos motivos figurativos resultó un verdadero éxito, sobre todo a efectos de su asociación inmediata con la ciudad de Atenas, cuyo nombre (en su abreviatura AE ) figuraba también en los diferentes tipos (en las tetradracmas se colocaba invariablemente a la derecha del campo,  escrito  lateralmente,  junto   a la  figura  del  mochuelo).  Y  así,  al  igual  que las   bellas    cerámicas   atenienses   de  figuras  negras  habían  barrido  literalmente  del   mercado a   las   antiguas   y   afamadas   cerámicas   corintias,    estas   monedas   atenienses   características -progresivamente respaldadas por el creciente poderío comercial y político de Atenas- estaban destinadas a convertirse a lo largo del siglo V a.C. y aún en los siglos siguientes en la moneda de plata de mayor prestigio en todo el mundo griego y mediterráneo. Las ciudades-estado griegas propiamente dichas no acuñaron nunca moneda de oro, por lo menos hasta épocas helenísticas muy posteriores, en especial la estatera de oro (=veinte dracmas= 1/5 de mina), aunque algunas fuentes sugieren que desde antiguo hubo excepcionalmente "talentos de oro", en realidad lingotes y masas de este metal ocasionalmente grabado con un sello que autentificaba su peso y procedencia y que pudieron ser utilizados en grandes transacciones, indemnizaciones de guerra o tributos exteriores. Alejandro Magno adoptó el patrón monetario ateniense para el peso de las monedas de plata, seguido después con pocas variaciones en los diversos reinos helenísticos posteriores.

Sobre el valor real de estas monedas atenienses, es decir, su valor adquisitivo según las épocas, contamos con citas pormenorizadas muy diversas sobre precios y salarios. Así, p.e., sabemos que la dieta oficial diaria de los jueces, magistrados y miembros del Consejo ateniense era desde el año 450 a.C. de dos óbolos diarios, aumentados a tres (un trióbolo o hemidracma, es decir, medio dracma) veinticinco años después (hacia el 425 a.C.). Según las fuentes literarias de la época, por doce minas (300 tetradracmas) se podía comprar en la Atenas de Sócrates un buen caballo de carreras (Aristófanes, "Las Nubes"). Y precisamente en otra comedia aristofánica, "Las Aves", se hace una referencia cómica a estas monedas del mochuelo, cuando dice, en alusión a los sobornos de los jueces atenienses: "Los mochuelos del Laurión, tan apreciados por todos los jueces, no os han de faltar nunca; habitarán en vuestras casas, anidarán en vuestras bolsas, y empollarán en ellas monedas acuñadas".

Para hacernos siquiera una idea aproximada del poder adquisitivo de esta moneda, baste decir que con uno de estos "mochuelos" o tetradracmas de plata (en la Atenas de Platón o de Praxiteles, por ejemplo), un "meteco" o extranjero medianamente avispado, una vez cambiada la moneda en cualquier cambista por piezas más menudas y manejables (p.e. 24 óbolos, u ocho trióbolos, e.e., ocho hemidracmas, o cuatro dracmas, o de todo un poco), podría pagarse el alojamiento y una cómoda estancia en la capital del Ática durante doce días por lo menos, comiendo sabrosa cocina marinera ateniense y bebiendo buen vino del país; incluso le sobraría para conseguir que un "acomodador" le procurase un buen asiento en el teatro (pues aunque los espectáculos eran gratuitos, los primeros asientos estaban reservados de ordinario para los magistrados y personajes importantes de la ciudad), y desde luego podría costearse en alguna de esas noches áticas los favores de cualquier cortesana no muy cara (seguramente no los de la famosa y cotizada Friné, aunque por una sólida y argéntea tetradracma es posible que, si el meteco en cuestión le cayera bien a sus ojos, se dejase tocar algo más que uno de sus hermosos senos o darle un besito), y hasta podría adquirir de recuerdo algún hermoso vaso de perfumes en el barrio de los perfumistas y hacer luego alguna ofrenda en el templo de Atenea Parthenos en la grandiosa Acrópolis ateniense.

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Hacer una resumida historia numismática de estas emblemáticas monedas atenienses es sólo posible en líneas muy generales, pues las periodizaciones y épocas y su correlación con los diversos tipos conservados resultan casi siempre insuficientes y desde luego sujetas a revisión. No obstante, es posible una periodización muy general desde su aparición en las últimas décadas del siglo VI a.C. hasta el cese de sus acuñaciones (no su desaparición) a mediados del siglo II a.C.

Las de época pisistrátida, las más antiguas (y, para algunos, también las más bellas, y desde luego las más cotizadas actualmente y las más difíciles de encontrar fuera de museos o de subastas excepcionales), son fácilmente reconocibles por sus primitivos y encantadores diseños: un mochuelo con el plumaje tieso, como si acabara de salir del baño, y una efigie de Atenea con rasgos arcaicos y pendientes colgantes, no circulares como en las posteriores; a esta serie arcaica la podemos designar convencionalmente como A1 (cada letra mayúscula representa el siglo respectivo, y los números aluden a los diferentes periodos y series). La serie siguiente (B1, ya del siglo V) correspondería aproximadamente a los años 500 a 480, anteriores a las guerras pérsicas, y en las que el mochuelo y el rostro (el ojo) de la diosa conservan todavía ciertos rasgos estilizados del modelo arcaico. Entre el 480 y el 460 a.C., se acuñó la serie de "transición" (B2), en las que el mochuelo presenta una colita tripartita abierta (no cerrada como en las series posteriores), y sobretodo aparece grabada una pequeña media luna entre la cabeza del pájaro y la ramita de olivo (con dos hojas); la mayoría de los numismáticos consideran que ese creciente lunar representa la victoria de los atenienses contra los persas invasores en el 480 a.C. en la batalla de Maratón (la llanura cercana a Atenas en la que el legendario semidiós Heracles había vencido a un gigantesco toro en tiempos inmemoriales), un símbolo lunar que se mantendrá durante siglos en todas las tetradracmas áticas. La serie siguiente (B3), acuñadas entre el 460 y el 450 a.C. aproximadamente, presenta ya un modelo estandarizado de mochuelo que se mantendrá invariable durante décadas, con la colita no desplegada, sino cerrada, y un rostro de Atenea "serio", sin sonrisa arcaizante y con "ojo almendrado". Esta serie, la más "clásica", es posible que tenga su origen hacia el 460, tras la caída del político Cimón y el ascenso definitivo de Pericles al poder; según otros, su acuñación masiva se produjo tras la incautación por los atenienses del "tesoro" de la confederación ático-délica (454 a.C.), que entre otras cosas sirvió para costear las grandes obras públicas en Atenas (sería, por tanto, la tetradracma representativa de la época de Pericles y la de acuñación más abundante).
Después del 450 a.C., y hasta el 400, se producen varias series (B4) cada vez más descuidadas en su diseño, y en los años finales del siglo V, coincidiendo con el final de la guerra del Peloponeso (desastrosa para los atenienses), se hicieron algunas acuñaciones (B5) en plata de baja ley o directamente "forradas" (bronce con un baño de plata). En las series de los siglos IV y III a.C. (series C y D, respectivamente), el mochuelito se hace más desmañado y "caricaturesco", al tiempo que el rostro de la diosa imita el de los retratos femeninos de la estatuaria y la cerámica. Por último, en el siglo II a.C., hacia el 190, aparecen las acuñaciones de las series E y F que los numismáticos llaman de "nuevo estilo", con un primoroso diseño realista del rostro de la diosa y un mochuelo (que ya parece lechuza) visto de frente y con un ánfora de aceite a sus pies, sustituyendo a la tradicional ramita de olivo; en medio del campo aparecen los nombres de los respectivos magistrados bajo cuyo mandato fueron acuñadas; también en ese siglo II a.C. (hacia el 166 a.C., en vísperas del dominio romano) se acuñaron algunas tetradracmas directamente en bronce, no en plata.

Durante todo el periodo helenístico siguieron corriendo estas monedas atenienses por todo el Mediterráneo, e incluso hubo imitaciones directas (las más conocidas son las tetradracmas del reino árabe-nabateo). La tetradracma ática fue una moneda de prestigio internacional hasta bien entrada la época romana (algo así como el "dólar" actualmente) y eran comúnmente bien aceptadas incluso en las épocas en que ya hacía mucho tiempo que la propia Atenas había dejado de acuñarlas. No obstante, la mayoría de las que actualmente se conservan tienen casi siempre una antiestética raja o hendidura que a veces desfigura los grabados: es lo que los numismáticos denominan "marca de banquero", una incisión causada por un golpe de buril y martillo con que los cambistas y "argentarii" calaban la moneda para comprobar que era de plata maciza y no de bronce "forrado" (prueba de que circulaban casi tantas de las "buenas" como de las "malas"). Por lo demás, casi todas las conservadas aparecen ligeramente recortadas en los bordes (sobre todo en la parte superior de la cimera o cresta del casco de Atenea), para esquilmarles unos poquitos gramos de plata cuando ello era posible; y otras se han conservado partidas por la mitad (es decir, en forma de artificiales "didracmas").

Se discute mucho si (aparte de las tetradracmas nabateas, con motivos monetales propios e inconfundibles) hubo también acuñaciones facsímiles en época macedónica, imitando al detalle los tipos atenienses clásicos de la época democrática (p.e. durante el reinado del rey macedonio Demetrio I, instalado en Atenas), pero no hay documentación histórica que lo evidencie, aparte del hecho de que las tetradracmas genuinas y auténticas del siglo V eran todavía demasiado numerosas, pues se habían acuñado millones de ellas para sostener el imperio comercial y político ateniense del siglo V, y de que -salvo motivaciones fraudulentas- no había motivos para que un monarca acuñase monedas reproduciendo exactamente modelos monetales anteriores de prestigio pero ya desusados.

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Moneda romana: Denario de plata

DENARIO DE PLATA DEL EMPERADOR TIBERIO

Descripción general:

Metal:  Plata
Peso:  Unos 3'4 gramos
Grosor máximo:  Un milímetro aproximado en el canto y unos dos milímetros con el relieve del retrato
Diámetro máximo aprox.:  Unos 19 mm. (como las actuales moneditas de dos céntimos euro, poco más o menos)

Anverso:  Efigie del emperador Tiberio, con el cabello recogido con cintas por detrás de la nuca; leyenda alrededor con la inscripción típica: TI(berius) CAESAR DIVI AUG(usti) F(ilius) AUGUSTUS, ésto es, "Tiberio César Augusto, hijo del divino Augusto"

Reverso:  Retrato sedente, en silla curul, de la "Pax", con vara o cetro largo en una mano y ramo en la otra; leyenda desplegada en dos palabras laterales: PONTIF(ex) MAXIM(us), alusivas al "Pontífice Máximo", el más alto cargo sacerdotal del Estado romano desde la época republicana, encargado de regular el calendario, sancionar la emisión de moneda y de otras importantes funciones políticorrituales (el cargo fue asumido por los propios emperadores: Tiberio fue investido como Pontífice Máximo durante el primer año de su reinado, en el 15 d.C.)

Época:  Estos denarios corrieron por todo el imperio durante el reinado de Tiberio (entre el 14 y el 37 d.C.) e incluso de sus sucesores inmediatos; la alusión a su antecesor, Octavio Augusto, parece evidenciar que las acuñaciones con esa leyenda corresponden en todo caso a la primera mitad del reinado de Tiberio, entre el 15 y el 30 de nuestra Era; la efigie de Tiberio en estas monedas es menos "huesuda" que la de su sucesor, Calígula, pero menos agraciada que la de su antecesor, Octavio Augusto

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Denario tiberiano de plata Denario tiberiano áureo

Los denarios tiberianos son la famosa "moneda del tributo" mencionada en el conocido pasaje del evangelio cristiano de Mateo (22, 15-22): estando Jesús de Nazaret con sus discípulos y seguidores, se acercaron unos fariseos que le preguntaron -para ponerle en evidencia ante el pueblo o ante los romanos- si era lícito o no pagar el tributo al César; él pidió que le enseñasen la moneda del tributo, y le presentaron un denario; les preguntó entonces: "¿De quién es este retrato y esta inscripción?"; ellos le contestaron: "Del César"; y él les respondió con aquello de ta kaísaros kaísari (originariamente en arameo, no en griego): "Pues entonces, dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios".
El relato dice que la moneda que Jesús tuvo entre sus dedos era un denario romano, pero no dice si era de los habituales y corrientes (de plata) o más bien un denario de oro (aureus), equivalentes en valor a 20 de los denarios de plata y más escasos y raros entre la gente común (aunque dada la importancia del personaje y el mucho mayor aprecio que los judíos bíblicos de todas las épocas tenían por el oro, y sobre todo el hecho de que un denario áureo está mucho más en consonancia con lo que podría ser la cuantía anual del tributo por unidad familiar, no es nada improbable que el denario que le mostraron fuera de oro).
En todo caso, el denario argénteo corriente es también la moneda mencionada en otro pasaje evangélico (la parábola de los viñadores, en Mt. 20, 1-16), por el que sabemos que un denario de plata correspondía poco más o menos al sueldo o jornal diario de un obrero agrícola en tierras de Palestina y Siria en el segundo tercio del siglo I de nuestra Era.


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Moneda romana: Sólido bizantino de oro

SÓLIDO BIZANTINO DE ORO DEL EMPERADOR HERACLIO I

Descripción general:

Metal:  Oro
Peso:  Unos 4 gr.
Diámetro máximo aprox.:  21 mm.

Anverso:  Efigies de Heraclio I y de su hijo Heraclio Constantino, con la inscripción DD(ominorum) NN(ostrorum) HERACLIUS ET HERACL. CONST. PP(erpetuorum) A(ugustorum)

Reverso:  Cruz potenzada sobre gradas, con la leyenda VICTORIA AUGY, y letra gamma (=3ª oficina)

Reverso:  CON(stantinopolis) OB(ryzum) ="oro puro de Constantinopla"

Esta serie del sólido heracliano fue acuñada en la ceca de Constantinopla (3ª oficina) desde el 613 al 630 y fue una moneda de mucho prestigio en el comercio internacional de la época (usadas incluso entre los visigodos de Spania), lo que explica que se hayan conservado bastantes y que no estén muy cotizadas.


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Moneda romana de burdel

MONEDAS ROMANAS DE BURDEL

Se trata de varias series de monedas romanas no-oficiales, de época republicana indeterminada, que llevan por una cara su valor equivalente a fracciones de "as", "sestercio" y "denario" y por la otra una escena pornográfica de sexo explícito entre hombre y mujer (con frecuencia están bordeadas con el dibujo circular de una rama de mirto u otro motivo decorativo similar). Acuñadas en diferentes metales no nobles, no llevan inscripciones de leyendas nominales ni tampoco el nombre de la ceca que las acuñaba.

Monedas romanas de burdel

Durante mucho tiempo se ha pensado que eran una especie de tesserae, "fichas de burdel" que el cliente cambiaba previamente por moneda corriente legal y con las que pagaba luego los servicios de la prostituta (similares en cierto modo a las fichas de los casinos actuales). Con ello se pretendería evitar que las meretrices engañasen al lenón o proxeneta y se quedasen con más dinero del que les correspondía. La interpretación es aceptable, pero hay algunos hechos que son incuestionables: estas "monedas" parecen acuñadas en cecas oficiales emisoras de moneda corriente, sus modelos están hechos por grabadores profesionales (su factura y diseño, no obstante su carácter pornográfico, son muy estéticos y muy similares a los de las monedas romanas corrientes), y se utilizaron cuños labrados para troquelarlas. Cabe, por tanto, la posibilidad de que se tratase de acuñaciones "extra-oficiales" realizadas por el Estado para controlar el lucrativo negocio de la prostitución (con fines fiscales), y tal vez ideadas en su día por algún magistrado censor con fines más bien religiosorrituales que "morales" (p.e. para que las monedas romanas de curso legal acuñadas en el templo de Juno Moneta no se "contaminasen" con ese comercio "impuro"). También es posible que su acuñación se hiciese excepcionalmente en el templo de Venus, la "patrona" de las prostitutas. Sin embargo, no conocemos textos documentales de ninguna época que las aludan y que evidencien que los clientes de los lupanares romanos estuviesen obligados a canjear previamente en algún cambista o en el propio burdel las monedas de curso legal por estas otras.

Sea como fuere, el caso es que son monedas muy llamativas, cuyos diseños no desmerecen en nada de los de las monedas romanas de curso legal, y son muy buscadas por los coleccionistas.

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Decadracma del siglo V a.C. (reverso)
Decadracma del siglo V a.C. (anverso)
greca romana