Escultura africana

SOCIOLOGÍA DEL ARTE AFRICANO


Generalidades sobre los modos de ver y de entender las artes plásticas y otras realidades del "África Negra"


Guerreros luba (hacia 1914-1918)

El arte africano, conocido en Europa desde el siglo XIX a través de colecciones particulares procedentes de las colonias africanas, llamó desde entonces la atención de algunos europeos que aisladamente apreciaron su valor etnográfico y asimismo su valor estético, aunque la aficción originaria a estas colecciones seguramente no tuvo en muchos casos otras motivaciones primarias que el mero "coleccionismo" de souvenirs por parte de los que las formaron en las colonias de procedencia. Los museos europeos se encargaron luego de darles a esas piezas artísticas africanas ese valor etnográfico, y los progresivos cambios en los "modos de ver" en el arte occidental del siglo XX les fueron dando después paulatinamente su valor estético.

En cualquier caso, es evidente que ese arte "primitivo" africano (plasmado sobre todo en pequeñas estatuillas o fetiches, en máscaras rituales y en otras obras de artesanía menores) tardó unas cuantas décadas en ser apreciado estéticamente por los occidentales y unas cuantas más en ser conocido, estudiado y sobre todo demandado como tal. No eran sólo los habituales prejuicios sobre lo "primitivo" (lo africano era precisamente el paradigma principal de ese "primitivismo"), sino también el hecho de que ese arte figurativo del África negra se salía generalmente de los propios parámetros y cánones del arte de Occidente y mostraba unos "modos de ver" desconocidos para la estética occidental (aunque se descubrieron también -por ejemplo en la antigua estatuaria en bronce de los yoruba- piezas de un realismo sorprendente y de una concepción completamente "clasicista", en nada inferiores a lo que en Occidente se entendía por "realismo" desde la época grecorromana y desde el Renacimiento).

Figura luba

Pero fue sobre todo, como es sabido, el cambio y la "ruptura" de esos cánones clasicistas en el arte occidental por las vanguardias artísticas del siglo XX lo que más predispuso y condicionó el cambio de perspectiva para apreciar y revalorizar ese arte "primitivo" africano, que en muchos aspectos parecía ir por delante (y desde luego con muchos siglos de ventaja) de esos nuevos experimentos -pictóricos más que escultóricos- del "cubismo", del "expresionismo" y de la "abstracción figurativa" del arte occidental de comienzos del siglo XX (cuyos artistas habían conocido ese arte africano en los museos europeos precisamente). Hacia la mitad de esa centuria (la más rupturista de la historia de Occidente en todos los aspectos) esos insólitos "modos de ver y de hacer" del arte africano estaban ya completamente asumidos por el arte occidental, y en la segunda mitad de ese mismo siglo habían sido asimismo asimilados por el mercado del arte y por el público occidental en general.

Actualmente los prejuicios y reticencias occidentales sobre ese arte del África negra son de otra índole, principalmente de índole historicista por así decirlo. En primer lugar hay ante todo un prejuicio de tipo conceptual, pues "África", el "África subsahariana", el "África negra", no son más que estereotipos occidentales para simplificar una realidad cultural muy compleja que abarca millones de personas, centenares de etnias, de países, de lenguas y dialectos, de realidades históricas, geográficas, culturales y sociales. Y lo mismo cabe decir del llamado "arte africano", un concepto casi tan difuso y simplista como sería el de hablar de "arte europeo" o "arte asiático", que sólo alcanzan a expresar "realidades" artísticas tan genéricas como difusas. En todo caso, es importante igualmente -para una mejor comprensión de ese "arte africano" en general- entender su contexto también en general, tanto el de carácter histórico y etnográfico como el de carácter propiamente cultural y estético.

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Taburete luba tallado en madera


El continente africano ha tenido, por sus propias condiciones geográficas e históricas, un desarrollo particular dentro de la historia de las civilizaciones. En cierto modo ha sido durante milenios "la periferia de la periferia" de las civilizaciones mediterráneas originarias, demasiado separado o aislado del flujo de las corrientes culturales y de los intercambios euroasiáticos por unas barreras geográficas naturales no impenetrables pero desde luego bastante disuasorias (el gran desierto y la selva tropical), lo que ha condicionado la propia evolución cultural y el desarrollo histórico de sus distintos pueblos. Por lo demás, antes de la llegada del colonialismo europeo y aun después, la intercomunicación del África blanca norsahariana y el África negra subsahariana se ha realizado casi siempre de norte a sur, no a la inversa, condicionada además por la prepotencia cultural previa de unos pueblos norteafricanos blancos más o menos ligados al ámbito de las civilizaciones mediterráneas y por un fuerte prejuicio distintivo y "racial" sobre unos pueblos negros que, por sus propias circunstancias históricogeográficas de aislamiento, quedaron mucho más atrasados culturalmente durante milenios y que desde siempre parecieron además especialmente extraños y "exóticos" para las gentes septentrionales por su llamativa "piel negra" y por su "salvajismo" (es significativo que las primeras referencias de los historiadores griegos -Heródoto IV,183- sobre las poblaciones subsaharianas negras aludan a los bereberes blancos dando caza con sus carros de guerra a los "etíopes" -negros- que vivían en cuevas y se alimentaban de serpientes, lagartos y otros reptiles semejantes).

Desde los descubrimientos portugueses y la primera colonización europea (siglos XVI al XVIII) el continente africano fue sobre todo, como es bien sabido, una inagotable cantera de explotación de sus recursos humanos, a través de un tráfico de esclavos de unas proporciones y un alcance como nunca antes lo había habido en toda la historia de la Humanidad. Los europeos (portugueses, españoles, ingleses) llenaron de esclavos africanos negros las colonias americanas hasta bien entrado el siglo XIX, mientras que los negreros árabes y bereberes surtían con esclavos de la misma procedencia subsahariana los mercados norteafricanos y de Oriente Medio prácticamente hasta principios del siglo XX. A esta explotación inhumana de los recursos "animales" del continente negro, le siguió una explotación depredadora e intensiva de sus recursos vegetales y materias primas (caucho, cacao, maderas preciadas, etc) durante toda la época colonial del siglo XIX y primera mitad del XX, y a partir de la segunda mitad de esa última centuria lo ha sido y sigue siendo la de sus recursos minerales (petróleo, oro, diamantes, minerales estratégicos...).

Muchacha makonde

Ésta ha sido la forma en que el África negra se ha "integrado" y se "integra" en los circuitos económicos globalizados del mundo depredador civilizado o Primer Mundo. El nombre que se le dé a este modo de relación, de integración, de expoliación, de depredación y de producción económica ("neocolonialismo", "explotación del Tercer Mundo", etc) es ya lo de menos. Sus efectos y consecuencias para los propios africanos son bien conocidos también: nuevos países post-coloniales artificiales con grandes dificultades para superar sus propias diferencias entre sus bases étnicas y tribales; cruentas guerras civiles (con armas importadas de Occidente principalmente); matanzas continuas; genocidios espeluznantes; hambrunas endémicas; flujos migratorios hacia Europa de población subsahariana joven que ya no tiene nada que perder (salvo la vida) en sus conflictivos y depauperados países de origen; enfermedades de mortíferos virus desconocidos y fuera de control (sobre cuyos oscuros orígenes cabe ya pensar casi cualquier cosa), etc. Parece como si sobre el "Continente Negro", sobre sus poblaciones más desfavorecidas, pesasen desde siempre todas las plagas y maldiciones bíblicas.

Éste es el contexto (que también afecta, por supuesto, al llamado "arte africano"), o por lo menos el contexto más negativo; pero ni siquiera puede decirse que sea todo el contexto. África es algo que se sale de todo lo que los estereotipos occidentales puedan configurar para entenderla. Junto a todas esas espantosas y desesperadas realidades hay también otras realidades actuales mucho menos conocidas y bastante más esperanzadoras. El África negra no es sólo un continente especialmente rico en recursos naturales, sino también en recursos humanos, en potencial humano, en riqueza humana (y hasta parece que el atávico e indesarraigado "prejuicio racial" de los europoides sobre los negroides se está invirtiendo justo en el sentido contrario: no sólo los negros no serían ni mucho menos "inferiores" a los blancos, sino -se podría pensar y quizá sería incluso mentalmente saludable pensarlo alguna vez, aunque sólo fuera de modo metafórico y momentáneo- que acaso son o podrían ser incluso "superiores", en todos los aspectos; pero a los africanos negros les han faltado, y les siguen faltando desde luego "por culpa de Occidente", condiciones económicas, circunstancias favorables y oportunidades históricas para evidenciarlo).

En realidad, es muy posible que el continente más rico, con más futuro, sea precisamente África, el África subsahariana, el África negra. Pero quizá, en general, los occidentales sabemos todavía pocas cosas de ese continente, o no queremos verlas, o las vemos más bien distorsionadas por demasiado estereotipo o demasiado prejuicio. Tenemos todavía, en general, una imagen de "tribus" con taparrabos (o casi), de "safaris" y "películas de Tarzán", de hambrunas permanentes, de mercenarios sanguinarios, de conflictos interminables, de guerras y masacres intermitentes, de enfermedades que matan silenciosamente a millares de personas. Todo lo más, tenemos las imágenes más apacibles del África moderna montadas sobre países como Kenia (que es un ejemplo muy poco estimulante de tutelada pseudoasimilación post-colonial británica) o imágenes africanas de modernidad en países postcoloniales de base colonizadora europea (tipo Suráfrica, etc).

Estatuilla femenina makonde

Pero en África hay otras realidades. Hay, por ejemplo, grandes ciudades con Universidades magníficas (mil veces más dinámicas intelectualmente que las europeas o las norteamericanas). No son ya unas pocas "élites" educadas a la europea en las metrópolis excoloniales (eso ya pasó). Son generaciones africanas nuevas, muy cultivadas, muy preparadas para el Mundo que viene (mucho más preparadas en todo caso que la media de los ciudadanos europeos o norteamericanos). En el África negra hay por supuesto cultura, pero además cultura viva, cultura auténtica, cultura en expansión. Países como el Congo (ex-Congo belga, ex-Zaire) son potencialidad pura: en recursos materiales, en recursos humanos, en ideas, en capacidad de asimilación y progreso. En esas Universidades africanas, por ejemplo, se enseñan cosas que hace ya siglos que no se pueden aprender en las caducas Universidades de Occidente: se enseña a pensar (a ver y a pensar), a asimilar y evaluar la información, a comprender las realidades desde sí mismas, no desde los conceptos o ideas que podamos hacernos de ellas.

Es difícil, para un europeo o norteamericano medio, entender esto: pero África es en cierto modo el futuro de la humanidad, del mismo modo que fue su origen. África es actualmente el continente más vivo de la tierra, a pesar de las muertes, de los conflictos, de la pobreza endémica de gran parte de sus habitantes, de las dificultades cotidianas de supervivencia, de la extensión de mortíferas pandemias como el SIDA o el "ébola", y de otros muchos problemas. Pero a los occidentales nos siguen engañando los estereotipos y las imágenes mediatizadas. Se nos ha venido vendiendo una imagen falsa de África, una imagen casi decimonónica, neocolonialista, "paternalista" o interesadamente parcial y parcializada.

Un ejemplo lo tenemos en conflictos tan cruentos y recientes como los de Rwanda o el Congo-Zaire: detrás de esos espantosos genocidios estaban al parecer dos países occidentales (Francia y EEUU), luchando por la supremacia en la zona, armando a los contendientes, provocando indirectamente las matanzas. Pero la desinformación en Occidente ha sido total (y desde luego muy mal evaluada), incluso a "alto nivel", a nivel político: nadie ha dicho, por ejemplo, que la famosa "ayuda humanitaria" ha sido una de las causas de la reproducción de la crueldad del conflicto interétnico; nadie se ha atrevido a decir que esas "ayudas" (medicamentos, alimentos, etc) en ocasiones han hundido mercados en esos países africanos destinatarios. Europa concretamente, desde hace décadas, parece que sólo sabe hacer el mal incluso allí donde se propone "hacer el bien", y últimamente parece que sólo sabe "hacer el ridículo a alto nivel" incluso cuando se propone misiones "humanitarias". Recordemos que al comienzo del reciente conflicto del Congo, varios ministros de Asuntos Exteriores europeos creían ingenuamente poder resolver el problema con una localizada intervención militar de unos cuantos paracaidistas, aunque en seguida se dieron cuenta (cuando los EEUU o Francia tuvieron a bien "ponerles al día") de que los rebeldes congoleños no eran unos "guerrilleros" más, del tipo de los de los años '60 y '70 del siglo XX, sino un verdadero ejército, perfectamente armado e incluso bien equipado y uniformado (dicen que por EEUU, pero no sólo por EEUU seguramente).

Guerreros del reino de Benín

En África, en efecto, se están produciendo grandes cambios, trascendentales cambios y transformaciones, más o menos traumáticos en ocasiones, como todos los cambios bruscos (y cuya culminación será obra probablemente de sus generaciones más jóvenes, los supervivientes de entre esos niños muertos-de-hambre que actualmente no parecen tener ningún futuro). De todas formas, podemos estar seguros de que genocidios como los que allí se están produciendo últimamente, hubieran sido cien veces más espantosos aquí mismo, en Europa, si las condiciones socioeconómicas y políticas hubieran sido similares a las de allí. Nos gusta creer (y eso forma parte esencial de nuestro prejuicio general) que los occidentales somos los "civilizados" y que aquí no seríamos capaces de semejantes atrocidades; pero se nos olvida que, hace tan sólo setenta años, aquí mismo, en la civilizada Europa, se produjo la más gigantesca carnicería -entre europeos- que se ha producido nunca en toda la historia de la Humanidad (la Segunda Guerra Mundial), precedida veinte años antes por otra catástrofe bélica previa de proporciones gigantescas también. Y al lado de aquello, todo lo que haya podido ocurrir en el África postcolonial contemporánea no dice nada en contra de los africanos en general ni de sus propias capacidades para autogobernarse.

África ha sido el continente permanentemente esquilmado (por la trata de esclavos primero, por el colonialismo europeo después, por el neocolonialismo hasta ahora mismo). Pero África ha aprendido por sí misma. Las "élites" dirigentes formadas por los antiguos colonizadores, las formas políticas artificiales y postizas heredadas de ese colonialismo, están llegando a su fin, y con ello pueden llegar a terminarse también el expolio y la corrupción de esos gobiernos autóctonos. De hecho esas formas son ya cada vez más residuales. En África, en muchos países del África negra, se está operando una transición, en otros una gran transformación. El africano está demostrando que no sólo no es -en nada- "inferior" al occidental, sino que incluso le supera: le supera por ejemplo en capacidad de asimilación, en flexibilidad mental, en versatilidad de esquemas mentales. Aquí, en Europa, somos ya prácticamente incapaces de pensar sin unos conceptos estereotipados y cada vez más huecos y vacíos (p.e. conceptos como "progreso", "democracia", "derechos humanos", etc). Pero desde hace mucho tiempo, casi desde sus orígenes, la democracia occidental -nadie lo ignora pero nadie lo reconoce tampoco- es cada vez más una auténtica falacia, es una democracia "aparente", mediatizada, virtual (no real). Y lo mismo los cacareados "derechos humanos". África -ya lo veremos- va a dar a Occidente lecciones de auténtica Democracia (democracia de base, de aldea a aldea, de ciudad a ciudad), de formas auténticamente integradoras de democracia, de una democracia en la que quepan absolutamente todas las tendencias. Y, por supuesto, también de auténticos Derechos Humanos, de auténtica humanidad.

¡Europa y sus filosofías! Somos cada vez más el hazmerreir del Mundo y estamos enredados en nuestros propios prejuicios y conceptos vacíos. Europa no puede ya exportar nada en el campo de las ideas. Pensemos, p.e., en el marxismo de los años '60: los africanos lo han aprendido, lo han digerido,... y lo han evacuado (no les sirve ni como medio, ni como análisis de la realidad, y mucho menos como fin). Fijémonos, p.e., en la cultura africana actual: es algo fascinante, increíble. No tiene nada que ver con lo que aquí llamamos "cultura", con lo que aquí llamamos "arte": fijémonos en la escultura africana, en la música africana contemporánea, en esas manifestaciones de sus "formas de ver multidimensionalmente la realidad". Pronto conoceremos también sus "formas de pensar", desde luego mucho más avanzadas que las nuestras. No nos queremos dar cuenta, pero -en un futuro no muy lejano- los occidentales vamos a ser (lo somos ya en muchos aspectos) los nuevos "bárbaros", y los africanos son y serán los verdaderos civilizados y civilizadores.

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Fetiche femenino luba


Bien -se dirá-, pero ¿qué tiene que ver todo esto con el "arte africano" propiamente dicho? Todo tiene que ver, desde luego, y si aquí lo subrayamos es precisamente para terminar de desmontar un poco la subjetivista percepción con la que los prejuicios occidentales suelen contemplar todo lo africano, incluida la estética de sus sorprendentes manifestaciones artísticas, literarias, musicales, etc. Pues otro de esos "prejuicios", como ya se ha dicho, es el del primitivismo, un concepto que hay que coger casi "con pinzas", como suele decirse, si no queremos que se nos deshaga entre los dedos.

Porque si, por un lado, es evidente que esas formas estéticas del arte africano han sido en muchos aspectos uno de los principales modelos de las vanguardias artísticas occidentales del siglo XX (el "cubismo", p.e.), con lo que ese supuesto "primitivismo" sería -estéticamente- más bien todo lo contrario, también es obvio por otro lado que su origen está en culturas -tecnológicamente- "primitivas", en las que el arte es prácticamente inseparable de sus funciones religiosorrituales dentro de unas religiones de tipo animista (es decir, no evolucionadas hacia formas religiosas más complejas y menos "primitivas"). De modo que, separado de ese contexto mágicorreligioso, ese arte africano (nos referimos, claro está, al arte africano antiguo, al "arte africano de época colonial") sólo es asequible para la percepción occidental como una estética, no como objetos de una religión o de un ritual. Lo cual afecta también obviamente a la propia confección y elaboración de esos objetos artísticos (una máscara antigua, por ejemplo, puede llevar elementos adicionales "mágicos" -plumas, pinturas, etc- que una máscara moderna de imitación generalmente no lleva, por ser del todo superfluos e innecesarios para su efecto estético; y sin embargo esa máscara moderna puede ser incluso más estética, más "agradable" de ver y más perfecta que la antigua o "primitiva").

En el África contemporánea ha habido y sigue habiendo, junto a un arte africano moderno no menos interesante, mucho arte de imitación, un arte en el que los artistas africanos se inspiran en modelos de ese arte tribal antiguo, pero descontextualizado ya de las antiguas funciones mágicorreligiosas, en parte por evolución de su tradición artística y en parte por exigencias del propio mercado de ese arte y de las demandas del consumidor occidental (y de sus prejuicios sobre lo "primitivo" y lo "auténtico"). Pero el arte de todas las épocas y de todas las culturas es siempre, en un grado o en otro, imitación de modelos anteriores o modificación consciente de esos modelos. Y el artista depende siempre de los gustos y demandas del consumidor. Con todo, para expresarlo con un símil, podría decirse que hace ya mucho tiempo que el arte africano se mira y se imita a sí mismo en su propio espejo, sin dejar de mirar y de asimilar tampoco el arte occidental, pero en todo caso en un espejo en absoluto empañado por los "prejuicios" de las formas occidentales de ver y de entender lo estético. Y en ello precisamente está también su mayor originalidad y quizá su más prometedor futuro.

En realidad, una bonita talla en madera de una estilizada gacela de esas que se venden a los turistas occidentales en mercados callejeros de "top-manta" de cualquier capital africana actual no es menos estética (y por tanto no menos "auténtica") que un fetiche antiguo de marfil de época colonial. Es más, ni siquiera es menos "auténtico" un fetiche en madera de factura moderna que imite fielmente los rasgos de otro antiguo de origen tribal y mágicorreligioso (el valor económico de la pieza es ya otra cuestión, una mera cuestión de "mercado de coleccionismo"). Por ello, hablar de "falsificaciones" es también a veces hablar desde ese prejuicio del "primitivismo". Hay muchos artistas africanos actuales que se dedican, de forma artesanal, a ese arte de la imitación mimética, para satisfacer esa demanda occidental, y lo hacen a veces con una maestría insuperable (envejeciendo artificialmente las piezas hasta el punto de que ni el ojo más experto es capaz de diferenciar las piezas antiguas de las modernas sin ayuda de instrumentos tecnológicos como el análisis de radiocarbono -en el caso de los objetos de madera, que además no se remontan nunca más atrás del siglo XIX- o los análisis espectroscópicos en el caso de objetos de metal, para detectar las patinas de oxidación artificial y las "auténticas"). Podemos hablar en esos casos, si se quiere, de un "arte de la falsificación", pero ni podemos negar la calidad estética de ese arte falsificado (a veces incluso superior a la de las piezas originales) ni podemos dejar de considerar esas imitaciones como una parte o evolución del arte tribal africano tradicional de acuerdo con las propias demandas del mercado artístico occidental contemporáneo.

Los ejemplos son demasiado numerosos para reseñarlos aquí pormenorizadamente, pues hay tanto "arte africano antiguo" como etnias y grupos tribales antiguos. Quizá uno de los más conocidos (y demandados) es la estatuaria (en marfil o en madera) de la etnia Luba o ba-Luba (del sureste del Congo-Zaire), una etnia bantú que en los siglos anteriores al colonialismo europeo llegó a formar un poderoso Estado centralizado, finalmente desintegrado por guerras civiles, y que llegó a ser también uno de los paradigmas del "primitivismo africano" no tanto por su desarrollo cultural, muy superior al de otras etnias congoleñas, sino por su particular estética en sus objetos artísticorreligiosos y por su propia percepción de la belleza corporal y del adorno personal. El arte del área Luba viene a ser un ejemplo característico de esa "autenticidad" y "primitivismo" tan buscado y tan rebuscado por los occidentales.

Otro de los ejemplos más representativos (y mejor conocidos en Occidente), pero en este caso como "arte de la imitación" de sus propios modelos tradicionales, es el arte de la gran etnia bantú de los Makonde, del norte de Mozambique y sureste de Tanzania (formalmente cristianos y musulmanes, pero también tradicionalmente animistas en su mayor parte). Sus estatuillas de antepasados (de "muertos") son especialmente fáciles de reconocer por el diseño anguloso y de planos en arista de los rostros y el dibujo labrado de líneas en zig-zag para representar el cabello; las estatuillas más antiguas están confeccionadas en marfil, hueso o madera de ébano (una de las pocas maderas que por su densidad característica no flotan en el agua), aunque actualmente se siguen fabricando de forma artesanal-industrial en otras maderas y materiales más vulgares. El arte makonde (especialmente en sus objetos de marfil) incluso se utilizó hace unas décadas como medio adicional de financiación de revoluciones y grupos guerrilleros de Mozambique.

Placa de bronce. Guerreros de Benín

Un tercer y último ejemplo, en este caso del "arte de la falsificación" (o por mejor decir, de la "imitación mimética" de los modelos antiguos) es la artesanía en bronce de Nigeria, en especial la del antiguo reino de Benín (Dahomey), una floreciente cultura nigeriana caracterizada por sus trabajos en bronce fundido. Destacan las placas de bronce configuradas en altorrelieve y ahuecadas por detrás, realizadas por el procedimiento de la "cera perdida", representando guerreros y cortesanos, a veces flanqueando a la figura del "oba" o rey. Estas planchas, a modo de metopas, se fijaban como adornos y símbolos protectores regios en las puertas de madera (de una pieza) del palacio del rey de Benín, y también se clavaban a lo largo de los altos pilares de madera de las salas de audiencia de su palacio; junto con las cabezas de bronce en busto redondo (realizadas también "a la cera perdida"), estas placas son las muestras más características del arte de la antigua corte beninesa. Se han conservado un millar aproximado de estas placas, pertenecientes en general al llamado "periodo medio" o "clásico" (de mediados del siglo XVI a mediados del siglo XVII), aunque hay muchas de imitación moderna casi perfecta (y "envejecidas" artificialmente imitando los procesos de oxidación del bronce antiguo) realizadas en el siglo XX por artesanos nigerianos contemporáneos, algunas de las cuales incluso pasaron por "auténticas" durante algún tiempo para expertos y museos occidentales.

La cultura de los fundidores de Benin (Dahomey), con estatuaria de un realismo más estilizado que el de la vecina cultura de los Yoruba de Ifé, de donde proviene, es una de las más representativas de la industria del bronce en el bajo Níger, la protagonizada por los pueblos bini, de la etnia sudanesa Edo, vecinos de los Yoruba de Ifé y Oyo. El reino beninense se constituyó hacia mediados del siglo XII de nuestra Era y perduró hasta 1897, año en que la capital del reino fue arrasada y completamente destruida por las tropas coloniales británicas, que la asaltaron durante la celebración de unas fiestas secretas en las que se realizaban actos masivos de canibalismo ritual (varios jefes tribales fueron ahorcados por los horrorizados británicos, que deportaron al último oba a la isla de la Martinica).

El arte beninés recibió notables influencias de la estatuaria en bronce de las culturas precedentes (la de los vecinos Yoruba principalmente, y posteriormente también de la plástica occidental a través de los portugueses primero y de los británicos después). Pero a su vez influyó desde antiguo en la plástica figurativa del arte árabe y llegó indirectamente hasta el norte de África y el sur de Europa (los conocidos "leones" de piedra de la fuente de la Alhambra de Granada, por ejemplo, datados en el siglo XIV, estarían inspirados -según algunos- en este arte beninés africano mucho más que en supuestos modelos orientales antiguos).

  

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Máscara luba
Leopardo en bronce (Benín, Nigeria)
Maquillaje ceremonial, muchacha de la etnia Makonde
Placa grabada con la figura de un soldado portugués, acompañado por su perro (Benín, Nigeria)
Estatuilla en marfil