La naturaleza metaforica de los antiguos dioses

Los inicios de la filosofía griega  (los milesios y los pitagóricos)

El paso o la transición del pensamiento mitológico al pensamiento racional y científico no fue en la Grecia arcaica (ni en ninguna otra parte) un proceso que excluyera definitivamente las formas de ver y de pensar pre-científicas, sino un desarrollo gradual, continuado, sucesivo y progresivo. Siempre habían existido formas de pensamiento metafórico (mitológicas y poéticas) coexistiendo con formas de pensar más conceptuales (pensamiento lógico) y con formas de pensamiento primitivo y pre-lógico, más o menos supersticiosas o mágicosimbólicas. Pero ninguna de estas tres formas básicas del pensamiento humano (conceptual, metafórico y mágico-simbólico) se dan ni se han dado nunca sin las otras dos, pues ninguna de ellas puede desenvolverse de forma absoluta sin las restantes ni "superarlas" de manera definitiva (incluso, sobra recordarlo, también se dan y coexisten actualmente en nuestra avanzada civilización contemporánea y en la propia mente y mentalidad del hombre contemporáneo y post-civilizado).

Lo que se produjo en la Grecia antigua de modo gradual y sostenido a lo largo del siglo VI a.C. y de los siguientes (y en otras partes y en otras épocas también, aunque ciertamente con otra intensidad) fue ante todo una progresión, ampliación y consolidación significativamente cuantitativas, y por ende cualitativas también, de determinados modos o ensayos de una cosmología racional más o menos desligada del pensamiento mitológico, unos nuevos modos de ver, de pensar y de comprender el mundo que irrumpieron de forma minoritaria y nada traumática (pero de manera progresivamente generalizada también) en otros ámbitos y espacios de pensamiento que hasta entonces eran de dominio exclusivo de determinadas formas metafóricas, poéticas y mitológicas de entender el mundo y su realidad fenomenológica, pero sin que esas formas míticas quedaran ni mucho menos superadas, excluidas o relegadas por esos nuevos esquemas de pensamiento más racionales (en realidad, las formas mitológicas continuarían siendo mayoritariamente predominantes en la literatura, en las artes figurativas y plásticas y en la propia visión estéticorreligiosa más generalizada en el mundo griego, ya fuera con un carácter convencionalmente metafórico, o ya fuera -en mentalidades mucho menos propensas a hacerse "preguntas inútiles"- con un carácter pragmáticamente utilitario y en todo caso predominante en la consideración de las realidades últimas y en la propia explicación unitaria del Mundo).

Pero las ciencias como tales, y mucho menos el pensamiento racional, no nacen -como es obvio- con los griegos. Ciencia y mito (racionalidad y mitología) fueron de la mano en todas las grandes civilizaciones urbanas del entorno mediterráneo, y de hecho la ciencia era un poco como la hermana pequeña, incapaz por sí sola de desenvolverse autónomamente con respecto a los grandes temas cosmogónicos de la mitología y sobre todo con respecto a las supersticiones generalizadas y a las propias prácticas mágicosimbólicas derivadas de ellas. El mérito de los griegos (de esos griegos iniciadores de esas nuevas explicaciones cosmológicas racionalizadas que desembocaron en lo que luego se llamó "filosofía de la naturaleza") fue extender esa incipiente racionalización del Mundo hasta límites y ámbitos que las mentalidades de otras civilizaciones más ligadas a formas religiosas totalizadoras no habían sabido rebasar y ni siquiera autonomizar, aunque de hecho los presupuestos científicos básicos de la primitiva ciencia griega (en matemática, en geometría, en astronomía, en medicina, etc) los tomaron los griegos precisamente en esas grandes civilizaciones de su entorno (Egipto y Mesopotamia, principalmente), para las cuales las ciencias teóricas y experimentales nunca sobrepasaron unos niveles exclusivamente utilitarios y prácticos. Por su parte, la tecnología (en arquitectura, en ingenierías diversas, en metalurgia, y en otras técnicas artesanal-industriales) tenía desde siempre sus propios caminos independientes desde unas bases racionales y empíricas plenamente autónomas, y tanto en el mundo helénico como en las civilizaciones vecinas fue una "hermana mayor" (o hermanastra) prácticamente emancipada en comparación con la propia ciencia teórica y especulativa y con las cosmovisiones mitológicas (en todas las civilizaciones mediterráneas, por poner un ejemplo, se construían barcos desde varios milenios antes de que el grecoitálico Arquímedes formulara a finales del siglo III a.C. su famoso principio científico que explicaba entre otras cosas por qué flotan los barcos).

Con todo, la "filosofía", el intento de un saber teórico integral, sistematizado y especulativo, no surge en Grecia de ninguna necesidad ni de ningún talento o predisposición o especial genialidad del pueblo griego, ni siquiera de unas características propias y exclusivas de la lengua helénica y de su capacidad y perfección para expresar todo tipo de relaciones mentales (aunque conceptos y tecnicismos tan filosóficos como el del "ser" parece que deben bastante a determinadas particularidades y categorías gramaticales de la lengua griega, por lo demás compartidas en mayor o menor grado por todas las demás lenguas indoeuropeas en general). Los filósofos y la filosofía, como se ha sugerido muchas veces, surgen ante todo como curiosidad de unos individuos curiosos y asombrados ante la Naturaleza y ante su des-cubrimiento por vía racional, unos individuos situados en un tiempo, en un lugar y en unas circunstancias apropiadas para observar y comprender el mundo no desde la necesidad o el mero utilitarismo, sino desde la pura curiosidad ociosa, pero en todo caso desde una mentalidad (la griega) que ya desde antiguo centraba su cosmovisión del mundo desde bases mucho más antropocéntricas que teocéntricas, una mentalidad en la que desde épocas muy tempranas el pensamiento mágico-religioso (animismo, superstición, magia) tenía su propio ámbito religioso y ritualizado y no interfería ni tampoco impregnaba demasiado el ámbito estrictamente colectivo, convivencial y político, por lo menos más allá de lo necesario y de los mínimos indispensables en las sociedades antiguas más desarrolladas (a diferencia precisamente de lo que ocurría en esas otras civilizaciones de su entorno).

El hecho es que los primeros filósofos (designados originariamente como sófoi, "sabios"), desde su propia libertad de pensamiento (impensable en esas otras civilizaciones), ni siquieran parten del escepticismo o de la "duda" religiosa propiamente dicha. Los griegos tenían sus rituales religiosos, sus ceremonias iniciáticas, sus sacerdotes u oficiadores de lo ritual, sus templos o espacios religiosos, sus costumbres religiosas, sus supersticiones religiosas, y por supuesto sus dioses (tanto los locales de cada ciudad griega como los más o menos comunes y panhelénicos). Pero ni tenían una "casta sacerdotal" propiamente dicha (los sacerdotes y sacerdotisas eran meros "funcionarios" retribuidos por la propia ciudad-estado), ni unos textos sagrados "revelados" e incuestionables, ni tampoco estrictamente una "teología" (con dioses más o menos "conceptualizados", es decir, creídos como "verdaderos"). En lugar de teología y de textos sacros, los griegos tenían una compleja y rica mitología, que llegó a ser en su desarrollo una de las más elaboradas y sistematizadas del mundo antiguo. Gran parte de esa reelaboración y sistematización mitológica, de base popular y tradicional, había sido sintetizada desde varios siglos atrás por esa poderosa tradición colectiva de los poetas épicos de Jonia a los que tradicionalmente se había dado en designar de forma convencionalmente mitificada con el nombre colectivo de Homero, desde la cual se armonizaron las creencias mitológicas populares y tradicionales con las leyendas heroicas de tipo aristocrático, dentro de una "selección" que dió preferencia a determinados dioses griegos (los llamados olímpicos) sobre otros, aunque algunos de éstos últimos fueron sin embargo mucho más populares a veces que los propios olímpicos. Posteriormente, la labor de sistematización mitológico-cosmogónica del poeta beocio Hesíodo, y los ciclos mitológicos atribuidos al mítico poeta Orfeo (en realidad otro nombre más o menos colectivo de determinadas tradiciones poéticas ligadas a los cultos del dios Apolo), completaron el cuadro mitológico general. Pero en la mitología no se planteaba en absoluto la cuestión de la veracidad-falsedad de sus relatos y de sus dioses. En general, los dioses griegos eran -por así decirlo- pura metáfora, dioses metafóricos (explicativos), no dioses con entidad conceptual (creídos o no creídos, creíbles o increíbles sin más): sencillamente, el mito era la mejor explicación para explicar lo inexplicable, y como tal se aceptaba (por ello los primeros filósofos no cuestionaban propiamente creencias, sino que más bien sustituían unas explicaciones mitológicas por otras más racionales). Por lo demás, ni siquiera las propias explicaciones mitológicas eran definitivas ni se excluían entre sí, pues si algún poeta posterior -más "inspirado"- era capaz de elaborar luego una versión más aceptable y completa (más estética en suma) de tal o cual mito, su aceptación y generalización no era difícil, de modo que no pocos episodios mitológicos determinados fueron reelaborados con posterioridad a Homero, Hesíodo y los órficos y terminaron por gozar de una mayor aceptación general.

La Atlántida platónica

A esta cosmovisión mitológica y más o menos metafórica, los filósofos contrapondrían una cosmovisión más conceptual y científica (naturalista, cosmológica, lógica, y ontológica o metafísica, sucesivamente, pero también antropológica, ética, e incluso "teosófica" en determinadas épocas, escuelas y pensadores). Y así, mientras que en la antigua India existió desde muchos siglos antes de los griegos una "filosofía" originada en la mitología y en la religión, en la Grecia antigua las primeras especulaciones propiamente religiosas o filosóficorreligiosas (las de Pitágoras y sus continuadores) fueron de hecho algo más tardías en relación con las especulaciones originarias sobre la naturaleza o realidad sustancial de las cosas, y en todo caso incluso esas especulaciones propiamente religiosas se desarrollaron de modo completamente autónomo con respecto a la religión y a las mitologías populares u "oficiales" (aunque quizá, como veremos, no tanto en lo que se refiere a determinadas experiencias, creencias y concepciones mistéricas de lo religioso, por ejemplo las del orfismo iniciático en relación con el pitagorismo religioso-filosófico).

La filosofía originaria, en efecto, no cuestionaba creencias religiosas (que no las había en cuanto tales, pues se trataba en todo caso de antiguas metáforas progresivamente conceptualizadas y más o menos "creídas" según el caso), sino que todo lo más cuestionaba determinadas explicaciones (fundamentalmente las homéricas) sobre determinados ámbitos cosmogónicos hasta entonces acaparados por el pensamiento mítico, avanzando al mismo tiempo otras explicaciones más verosímiles y más racionales, pero en absoluto excluyentes. Se abría así un espacio nuevo alternativo al mito, dentro de ámbitos específicos (cosmogonía, geografía, astronomía y cosmología en general) hasta entonces de cierta exclusividad mitológica, pero que sin embargo nunca habían constituido -ni siquiera en lo puramente mitológico- una explicación pretendidamente definitiva (precisamente por lo que acabamos de apuntar: porque los mitos se creaban, se recreaban y se perfeccionaban por un proceso de transmisión colectiva y de selección estética, de tal modo que si un afamado poeta creaba o inventaba sobre un mismo tema una variante de una leyenda mítica que fuera más perfecta que las vigentes, no era difícil que esa nueva versión se generalizase y terminase por ser preferida a las más antiguas; y así, no pocos de los episodios mitológicos narrados en los poemas homéricos fueron por así decirlo "superados" por otras versiones literarias posteriores mucho más logradas o perfectas, más estéticas en definitiva).

Pero en realidad la filosofía tampoco tuvo, desde sus orígenes, pretensiones de sustituir a las explicaciones mitológicas. Eran explicaciones racionales autónomas (o autonomizadas), más o menos personales o individuales, ensayadas desde la lógica y desde el pensamiento racional (aunque todavía inevitablemente impregnadas de fantasía y de concepciones míticas en muchos casos). Dicho de otra forma, ni en la mitología ni en la propia filosofía se planteaba en absoluto ningún problema de "fé" o de "creencia". Ni la cosmovisión homérica era una "re-ligio", una cosmovisión enteramente sistematizada o "religada", ni la filosofía originaria (la jónica o milesia y la itálica o pitagórica) estaban tampoco del todo atadas a una determinada forma de ver las cosas, a una "verdad" de las cosas, pues en cierto modo se trataba más bien de comprender las propias "ataduras" del Cósmos, de entender el orden de ese Cósmos o "mundo ordenado", y hasta cierto punto incluso de desatar y de atar más racionalmente esas "ataduras" metafóricas originarias, según el caso.

Los primeros filósofos no partían tampoco de la nada ni de la propia realidad "objetiva" (que, en cuanto tal, ni siquiera estaba objetivada y conceptualizada científicamente en aquella época), sino que se basaban implícitamente en lo que había, a saber, determinados esquemas mítico-cosmológicos de carácter explicativo, comparativo, convencional y necesariamente subjetivizados (metafóricos en todo caso), aunque poco a poco fueron creando desde esos esquemas míticos un lenguaje propio, una visión propia, una explicación más racionalizada, que de hecho constituía un modo de pensar alternativo al mito y tan coherente en su propia racionalidad como podía serlo el mito en su propia estética. Pero no por ello se apartaron demasiado -en esas explicaciones racionalizadas- de otras cuestiones especialmente prácticas y de saberes de aplicación utilitaria (así, por ejemplo, junto a sus especulaciones teóricas sobre la naturaleza y sobre aspectos cosmológicos generales, no dejaron de ocuparse -según el caso- de cuestiones de geometría, de geografía, de astronomía y de otros saberes científicos de aplicación práctica), tomando siempre como respectivos puntos de partida los propios avances realizados en esos campos tanto por los propios griegos como por las civilizaciones más avanzadas de su entorno (Egipto y Mesopotamia).

La filosofía, como se ha dicho, fue desde el principio una actividad minoritaria, obra básicamente de una élite de autodidactas, "amateurs", "dilettanti" o como se prefiera llamarlos, salvando todas las distancias y comparaciones excesivas. Sólo desde la segunda mitad del siglo V a.C. en adelante, se "profesionalizó" y generalizó la figura del sofista o "especialista", que enseñaba (a veces gratuitamente y a veces cobrando retribuciones muy elevadas) aspectos concretos y recursos utilitarios de una "filosofía práctica" (retórica y oratoria, política, etc); pero estos "expertos" o "intelectuales" o "sabios especializados" representan sobre todo una evolución sociológicamente necesaria -en otro contexto social y en otra época- a partir de la figura originaria del filósofo, que como tal nunca llegó a desaparecer en toda la historia posterior de la civilización griega (en cierto modo es aceptable la recurrida comparación formal entre la figura del filósofo en la Grecia antigua y la del profeta en la sociedad hebrea de determinadas épocas o la del jurisconsulto en la Roma republicana, y su influencia social o política no fue tampoco mucho menor en algunos casos muy concretos, aunque en general su importancia haya podido ser un tanto exagerada posteriormente).

En Grecia siempre había habido "sabios" (sófoi, en el sentido de personas especialmente "diestras" en diversos saberes y habilidades). La tradición griega ha conservado los nombres de varios de ellos, algunos plenamente históricos, que en algún caso destacaron incluso como legisladores y como poetas (caso de Solón de Atenas). Pero hay varios de ellos a los que los filósofos posteriores reconocieron además su condición de iniciadores de la filosofía propiamente dicha, por haber sido los primeros de entre esos sabios en dedicarse también a cuestiones puramente teóricas y especulativas sobre el origen y la naturaleza o sustancia esencial de las cosas, en la búsqueda de unos principios elementales de la fisis o naturaleza profunda del mundo físico, y luego sobre cuestiones más o menos ligadas racionalmente a determinados temas cosmológicos, teosóficos, psicológicos, antropológicos y éticos. Entre ellos destacan, por un lado, Tales de Mileto (contemporáneo de Solón de Atenas, y -como él- considerado también uno de los "siete sabios de Grecia") y sus supuestos discípulos y continuadores directos (Anaximandro y Anaxímenes, ambos también de origen milesio), y por otro lado Pitágoras de Samos y sus pretendidos discípulos y sucesores, los llamados "pitagóricos", que desarrollaron su labor pedagógica e intelectual en algunas de las colonias griegas del sur de Italia. Desde sus orígenes, en efecto, la filosofía griega tuvo dos núcleos o centros principales de creación y difusión, que fueron también en realidad dos concepciones o enfoques distintos de la incipiente filosofía: una (la jónica) más inclinada a especulaciones de tipo cosmológico y físico (=naturalista), y otra -la itálica- inclinada además a especulaciones propias de tipo teosófico o místico. Y ello es así hasta el punto de que los principales pensadores posteriores más o menos "sueltos" o "por libre" del siglo V a.C. se vinculan también en sus respectivas filosofías autónomas a uno u otro de esos planteamientos iniciales o en todo caso a uno u otro origen, el jónico o milesio y el itálico o pitagórico: el primero más "naturalista" (físico y cosmológico) y el otro más "antropológico" o más "religioso" (ético y teosófico), aun siendo predominantes en todos ellos las especulaciones cosmológicas y "físicas" originarias (por lo menos en todos los llamados "pre-socráticos", pues el ateniense Sócrates representa un verdadero punto de inflexión hacia la filosofía exclusivamente antropológica y moral); incluso las dos grandes figuras de la filosofía griega posterior (Platón y Aristóteles) representan también en cierto modo la culminación de ambas tendencias originarias, la mística y psicológica en Platón y sus sucesores y la física y "metafísica" en Aristóteles y en sus continuadores y discípulos.

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Ruinas de Mileto

La ciudad de Mileto, en la costa jónica de Asia Menor, era en los siglos VII y VI a.C. una de las colonias griegas más florecientes y prósperas de toda la costa anatólica o Grecia asiática, en la frontera con los lidios (neo-hititas) y con las civilizaciones orientales y en las rutas comerciales del Mediterráneo oriental. Era una gran metrópoli portuaria con numerosas colonias propias en el Mar Negro, famosa por su industria textil y por otros productos manofacturados que se exportaban a toda la Hélade, y era también la ciudad más avanzada y abierta dentro del avanzado y refinado mundo de los griegos jonios, con unas gentes de mentalidad asimismo abierta, ecléctica y sobre todo práctica (la propia en general de negociantes y mercaderes "de mucho mundo"). Mileto era, por muchas razones, la principal ciudad griega en la primera mitad del siglo VI a.C. en la que mejor se daban las circunstancias adecuadas para el nacimiento de esa nueva y original forma de comprender y racionalizar el Mundo que luego se llamó "filosofía".

Y en Mileto precisamente, en esa primera mitad del s.VI a.C., hubo algo parecido a lo que podría denominarse una "escuela" filosófica (por lo menos en el sentido de que hubo unos sabios o maestros que enseñaron directamente a unos discípulos unas enseñanzas y doctrinas propias más o menos integrales y sistematizadas, unas enseñanzas que abarcaban -entre otros- conocimientos de geometría, de astronomía o de geografía, y cuyos maestros tenían también concepciones, opiniones e ideas propias sobre otras cuestiones "secundarias" de física natural o de cosmología en general). Esta "escuela de Mileto" fue, cronológicamente, la primera de esta clase en la Grecia arcaica (por lo menos la primera conocida), y su figura más relevante -probablemente también su fundador o iniciador- era un acomodado ciudadano milesio llamado Tales (Thales).

La biografía de Tales de Mileto (aprox. 640-545 a.C.) resulta poco menos que irreconstruible, salvo en algunos pocos puntos concretos e incontrovertibles sobre su origen, su cronología aproximada y sus actividades propiamente científicas. Lo demás, que es casi todo, es pura anécdota acumulativa, más o menos verosímil o más o menos "chusca", según el caso (como aquella que le retrata como al típico "sabio distraído", que por ir observando en cierta ocasión las estrellas mientras paseaba se cayó en un pozo, de donde le sacó una criada jovencita de origen extranjero, que se burló de que fuera mirando a las nubes y no mirase primero el suelo que tenía bajo sus pies). La figura de Tales llegó a ser proverbial en la literatura griega posterior, de ahí que no sólo las anécdotas biográficas sino las citas mismas que se le atribuyen (del tipo "dicen que dijo") tengan que ser necesariamente cuestionables en la mayoría de los casos. Parece ser que era, ante todo y principalmente (pero no únicamente), geómetra y astrónomo, por ese orden, y se dice que predijo un famoso eclipse de sol (histórico) ocurrido en su época (lo que ha servido en todo caso para fijar su propia cronología biográfica, aunque la predicción como tal es bastante improbable, aun en el supuesto de que hubiese contado con tablas astronómicas babilonias sobre eclipses; lo más verosímil es que se limitase a explicar el fenómeno racionalmente y a-posteriori a sus conciudadanos, en base a los rudimentarios conocimientos de la astronomía mesopotámica, que seguramente conocía, y que con posterioridad esa explicación se recordase y se mitificase como "predicción").

También se cuenta, entre otras anécdotas, que estuvo en Egipto (lo que no es nada improbable, pues la ciudad de Mileto tenía en el Delta del Nilo la importante factoría comercial de Náucratis); y en Egipto precisamente, según se dice, midió la altura de las pirámides por un procedimiento empírico tan rudimentario como ingenioso: midió la sombra proyectada por éstas en el suelo en el momento preciso del día y del año en el que la sombra de otros objetos -su propio cuerpo o un bastón hincado en el suelo- era exactamente igual que su altura. En realidad, el procedimiento científico más verosímil que pudo estar en el origen de ese experimento pudo ser algún tipo de cálculo geométrico de "proyección de líneas paralelas en segmentos proporcionales" (ni los geómetras ni los arquitectos antiguos trabajaban de ordinario sobre planimetrías dibujadas, que eran bastante rudimentarias e imperfectas, sino principalmente sobre pequeñas maquetas a escala, pero ocasionalmente dibujando las figuras en la arena con la regla y el compás, instrumentos de medición a los que Tales supo sacar el máximo rendimiento, a juzgar por otras anécdotas que lo aluden). Muy probablemente, el procedimiento (teórico) de medición de las pirámides pudo consistir en una aplicación o ensayo práctico del famoso teorema al que la Geometría moderna continúa vinculando su nombre, el llamado "Teorema de Tales" (aunque no se trata de ninguno de los restantes teoremas geométricos que le atribuyen las fuentes antiguas). Según este "Teorema de Tales", si varias rectas paralelas son cortadas por dos rectas transversales, a segmentos iguales de una de éstas corresponden segmentos iguales en la otra, de manera que la razón geométrica de dos segmentos cualesquiera de una de ellas es igual a la razón de los correspondientes de la otra:Teorema de Tales

(Teorema de Tales)


 


 

Aplicado al problema concreto de la medición de la altura de una pirámide (mejor dicho, de la longitud de los lados menores de los triángulos de una pirámide), tendríamos que, con una recta imaginaria paralela a uno de los lados menores del triángulo y que cortase los otros dos lados por sendos puntos en los que resulten segmentos menores perfectamente medibles (segmentos dados), se puede hallar teóricamente la longitud total de ese lado menor, por reconstrucción del segmento proporcional de ese mismo lado (cálculo del cuarto segmento proporcional B' de los tres segmentos dados A, A' y B):

Teorema de Tales

Otra construcción, también basada en este mismo teorema y en el cálculo de segmentos proporcionales, se fundamenta en que toda paralela a uno de los lados del triángulo (en este caso las paralelas al lado imaginario que define la altura desde el centro de la base del triángulo y divide a éste en dos triángulos rectángulos iguales) determina sobre los dos lados restantes segmentos proporcionales; la construcción consiste en la mera división de los dos segmentos o lados de ese triángulo rectángulo en partes iguales entre sí y proporcionales unas a otras:

Teorema de Tales

En ambas construcciones, lo que se obtiene es la medida (en principio inaccesible a la medición empírica) de los dos lados menores de los triángulos de la pirámide real. Para hallar la altura o "apotema", el cálculo es similar, pero tomando como cuarto segmento la parte más extensa e igualmente inaccesible de ese apotema. Con ello, obviamente, todavía no se obtiene la altura real de la pirámide (la perpendicular que va desde el centro de la base de la pirámide hasta la conjunción de todos los vértices de los ángulos elevados), lo cual necesitaría una proyección sobre plano ("sombra") y otros cálculos adicionales(y ahí es donde caben perfectamente esos procedimientos empíricos de medición supuestamente empleados por Tales, aunque todo este ensayo o demostración geométrica lo pudo hacer Tales sobre una maqueta sin salir de Mileto y sin necesidad de ponerse a la sombra de las propias Pirámides en el país del Nilo).


Proyección diédrica de una pirámide
 

Pero lo que los filósofos posteriores destacaron de Tales, aparte de sus talentos como geómetra y astrónomo y como sabio en general (incluso en cuestiones políticas, pues se le atribuye la idea de que el Estado más perfecto es aquél en que "reina la igualdad en las fortunas"), fueron precisamente determinadas supuestas opiniones suyas (pues seguramente no fueron otra cosa) sobre la arkhé o "principio substancial" de todas las cosas y sobre la fisis o "naturaleza última" de todas ellas. Según dicen que dijo Tales, la arkhé de la fisis de todo era el "agua" (no hay, desde luego, ninguna maliciosa anécdota que le atribuyese esa supuesta frase de "todo es agua" en el momento de salir de aquel famoso pozo en el que se había caído mientras miraba las estrellas, o de que la desvergonzada criadita tracia que le ayudó a salir de él pudiera haber sido la primera en oírlo). El hecho es que no se sabe exactamente lo que dijo o en qué contexto lo dijo o lo que quiso decir con ello, o si en realidad se limitó a decir (metafórica y comparativamente) que la naturaleza básica de todas las cosas es "como el agua", o es "lo húmedo" o "lo líquido" (si Tales llegó en verdad a escribir algo, desde luego no se ha conservado ni se conservaba tampoco en época del propio Aristóteles, que es el principal comentador posterior de esa célebre frase). Tal vez Tales quería decir que el "ser" sustancial de las cosas (su fisis o arkhé) era "como el agua", que se deja coger en un recipiente y toma la forma interna de éste, y quizá lo dijo también en una expresión tan escurridiza que tampoco se dejara "coger" a su vez en un concepto completamente unívoco. O tal vez no dijo nada en concreto sobre el particular (salvo que "la tierra flota sobre agua, como un trozo de madera o algo así", que es otra de las frases que se le atribuyen), y todo se deba a la pretensión por parte de Aristóteles de querer hacer de Tales, el sabio proverbial y tradicional de más antigua reputación en el mundo griego (y del que el propio Aristóteles parece que no sabía mucho más de lo que nosotros sabemos), algo así como el "padre" putativo y simbólico de la filosofía natural, con preferencia a Anaximandro (que probablemente fue el "padre real" después de todo). De todas formas resulta extraño que el propio Tales, si en verdad consideró al agua como arkhé, no cayese en la cuenta de que el agua -supuesto origen de todo- no parece que pudiera serlo en absoluto de un elemento incompatible con ella (el fuego), aunque es probable que por entonces ni el fuego ni el aire entrasen en consideración como posibles arkhái o "elementos" (por lo menos hasta Anaxímenes en lo que al aire se refiere), sino quizá tan sólo "lo húmedo" (o mejor: el agua húmeda o la humedad del agua) y "lo no-húmedo" (lo seco o la tierra seca).

También parece que dijo -literalmente- que "todo está lleno de dioses", sin que sepamos si se refería a una materia o fisis más o menos "animada" (percepción panteísta bastante común al pensamiento primitivo o arcaico), o si -simplemente- estaba señalando con ello la naturaleza "imperecedera" (="inmortal) de esa fisis originaria.

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Conciudadano y más que posible discípulo o continuador de Tales fue Anaximandro de Mileto (aprox. 610-545 a.C.), a quien se le atribuye la invención de un reloj de sol o gnomón (en realidad, según el historiador Heródoto, los griegos lo copiaron de los babilonios; pero es posible que Anaximandro fuera su primer introductor en Grecia). También parece que fue el primero que ideó una maqueta de un mapa geográfico que sería reproducida en una lámina de bronce y montada en un tambor de columna, en lo que constituye la representación del primer mapamundi conocido por los griegos, y que sería perfeccionado posteriormente por otro famoso geógrafo milesio, Hecateo de Mileto; la tierra era representada como un disco plano, seguramente no muy diferente de las concepciones y descripciones homéricas tradicionales y de algunos mapamundis babilonios, pero con detalles geográficos mucho más precisos (en cierto modo la geografía -como ciencia descriptiva más o menos empírica- parece haber sido en su origen una primera transposición de la geometría a las realidades descriptivas de la superficie de las tierras conocidas, en forma de "mapas terrestres", del mismo modo que la astronomía lo pretendía ser con respecto a los "mapas celestes"); por lo demás, fueron precisamente los geógrafos jonios, en base a datos e informaciones de los navegantes y colonizadores de esa etnia griega, los primeros que habían ido configurando un conocimiento progresivamente detallado de las diversas tierras y regiones circundantes del Mediterráneo oriental y occidental, aunque también el santuario sacerdotal de Delfos, en la Hélade continental, fue un centro de interpretación geográfica de primer orden en la Grecia antigua, y muchos de sus conocimientos y datos fueron aprovechados para las colonizaciones de los griegos dorios, eolios y aqueos.

Mapamundi de Anaximandro de Mileto

A Anaximandro se le atribuye también un bosquejo conceptual de una pintoresca astronomía, que consideraba el sol y las estrellas como una especie de gigantescas ruedas de carro con un tubo en su centro (por donde suponía que expelían el fuego que las hace brillar), así como algunas explicaciones racionalizadas de determinados fenómenos meteorológicos, y también ciertas ideas "evolucionistas" muy esbozadas sobre el origen de los seres humanos a partir de determinados peces marinos, ideas que a más de uno en su época debieron de parecerles cuanto menos extravagantes (aunque no mucho más que las propias concepciones y explicaciones mitológicas al uso); pero los sabios griegos, precisamente por serlo, podían permitirse a veces ciertas extravagancias (y hasta se esperaba que ellos mismos fueran extravagantes de vez en cuando). Por otro lado, las concepciones astronómicas y cosmogónicas del pensamiento filosófico arcaico constituían una especie de "marco explicativo general" de las ideas cosmológicas de cada pensador y de cada sistema de pensamiento, con un valor puramente conjetural, referencial y contextual, según el caso, y no hay que perder de vista tampoco el importante esfuerzo intelectual, imaginativo y racional que representaron en su época frente a las arraigadas concepciones míticas predominantes.

Además de todo ésto, Anaximandro fue el primer griego que escribió un tratado filosófico, titulado "Sobre la fisis", del que sólo conocemos un brevísimo fragmento transmitido literalmente por un discípulo de Aristóteles y sin duda original, pues el lenguaje utilizado -en tono metafórico elevado- refleja concepciones bastante arcaicas. Dice así (ponemos en cursiva las partes de la cita textual que pueden considerarse plenamente literales de Anaximandro, aunque sin excluir que también pudieran serlo las demás, y forzamos la traducción sólo lo justo para intentar darle una interpretación poco habitual en los manuales de filosofía contemporáneos):

"(Las cosas tienen necesariamente un perecer, precisamente por lo mismo que [-o bien: en lo mismo que-]  tienen un origen),  porque  se  dan  justa  compensación y  resarcimiento  unas a otras de su propia injusticia  en  su  sucesión  temporal  [-o bien:  según  el  orden o  disposición del tiempo-]".

Lo que parece que quiere destacarse en ese fragmento es que el tiempo (la sucesión temporal) es la razón o el "ordenamiento" en que cada cosa tiene temporalmente su lugar, su presencia, su definición, su estar, su ser (lo que está fuera de la propia extensión temporal y espacial de las cosas lo llamará Anaximandro la infinitud, como necesaria fase previa y fase última de todo y también como "potencialidad" de todas las cosas, aunque este último concepto es forzadamente aristotélico y resultaría anacrónico aplicarlo a las concepciones originarias de Anaximandro). Es posible que Anaximandro se estuviera refiriendo -como el poeta y mitógrafo Hesíodo, pero no como Hesíodo ciertamente- a que la ordenación temporal de todo ha salido de una especie de "mezcla" o cáos (=abismo insondable). Según ésto, parece deducible que, si no existiera el tiempo como tal (procesos sucesivos del cambio de las cosas), las cosas mismas serían inmutables, con lo que quizá estaba aludiendo a lo que constituye otra de las opiniones filosóficas básicas que se conocen de este filósofo, a saber: que el "principio" (arkhé) de todas las cosas, es su propia indeterminación previa. Para Anaximandro, el "ser" de las cosas (su naturaleza o fisis) es algo mucho más profundo que ese "estar en el espacio" y "sucederse en el tiempo", y lo es hasta el punto de que esa naturaleza esencial no tiene límites, es i-limitada, es el ámbito y la "sustancia" misma de donde proceden todas las cosas y en el que todas las cosas han de disolverse para dar existencia a otras, indefinidamente.

Para Anaximandro, en efecto, la arkhé (el principio) de la naturaleza, y la realidad esencial de las cosas (fisis), es tò ápeiron, que puede traducirse según el caso como "lo indeterminado", "lo ilimitado", "lo indefinible", "lo infinito", "lo profundo", "lo insondable" (o quizá, más propiamente, "un algo indefinido", "un algo ilimitado", etc). Pero, como en el caso de Tales y su supuesta arkhé líquida, aquí también es difícil establecer a qué se refería concretamente y qué significaba exactamente tò ápeiron para el propio Anaximandro. Los tecnicismos filosóficos más elaborados de la filosofía posterior (la aristotélica, principalmente) no son de gran ayuda interpretativa, sobre todo porque falsean inevitablemente de modo anacrónico esas ideas y expresiones filosóficas arcaicas. No obstante, incluso el anacronismo interpretativo (cuando es consciente de serlo) puede ser a veces de alguna utilidad, por cuanto proporciona al menos una perspectiva comparativa para abordar un pensamiento arcaico difícilmente asequible de otra forma. Y así, aunque sea anacrónicamente, no podemos dejar de relacionar el ápeiron de Anaximandro con la posterior concepción "atomista" de los filósofos Leucipo y Demócrito, basada en una supuesta realidad material formada por partículas o átomos invisibles e "indivisibles" (idea que en último término pudo ser el resultado, consciente o inconsciente, de la propia reinterpretación personal de Leucipo y Demócrito sobre las ideas anaximandreas). Que la idea originaria del ápeiron pudiera ser una primera formulación embrionaria de la teoría atomista posterior no es desde luego inverosímil (siempre que se considere que, más que una idea que estuviera ya en la mente del propio Anaximandro, se trataría de una idea desarrollada y sugerida posteriormente a partir de sus concepciones), por lo menos en el mismo sentido en que se pueda pensar que incluso la posterior teoría de los "cuatro elementos" (agua, fuego, tierra y aire) como pluralidad de principios originarios, está de hecho esbozada ya en esa idea del ápeiron (y así al menos se interpretó desde Aristóteles).

De todos modos no parece haber duda de que Anaximandro consideraba ese principio indeterminado como algo en cierto modo "material" (=físico), aunque de una naturaleza o fisis indefinible (todavía no había surgido claramente en la mentalidad arcaica la distinción entre lo "físico" y lo "psíquico", y mucho menos aun la problemática de si esa fisis, ese "ser" subyacente, es tan sólo una entidad puramente lógica y mental, ni tampoco la idea del "tiempo" estaba del todo desligada de su concepción mítica originaria, sin implicaciones sobre su carácter de percepción subjetivizada). Tampoco está claro si Anaximandro llegó a esa concepción del ápeiron por pura intuición o más bien (como creyeron los aristotélicos) por consideraciones sobre las incompatibilidades de esos elementos contrarios o principios cósmicos elementales (agua, aire, fuego y tierra) o de sus respectivas mezclas o cualidades (húmedo, seco, caliente, frío), ni sabemos cómo pensaba que se producía esa generación de las cosas desde ese "algo indefinido" en movimiento eterno.

Lo más probable, con todo, es que ese ápeiron (en la mente de Anaximandro) no fuera más que otro nombre -más o menos metafórico también- de ese estado de indiferenciación de la materia cósmica originaria al que aluden todas las mitologías y cosmogonías de todos los pueblos y culturas antiguas, en las que sin duda representa un arquetipo mental de carácter universal. Pero todavía es incluso más verosímil que el ápeiron designase ante todo "lo imperecedero", "lo infinito", la sustancia inmortal (=divina) de todo el Universo (ello parece que concordaría al menos con la concepción de Tales de que "todo está lleno de dioses").

De lo que no cabe duda, en cualquier caso, es de que con Anaximandro (y a partir de él) comenzaron de forma embrionaria las preguntas-clave de toda la filosofía posterior. Más tarde se hablará no de "pago de culpas", sino de "movimiento causado"; no de arkhé, sino de "elementos" y de "causa material"; no de fisis, sino de "materia" y "forma" o de "esencia" y "sustancia", o -más tempranamente (desde Parménides de Elea)- de "el ser". Con los milesios, la incipiente filosofía estaba ensayando un primer lenguaje técnico construido desde la metáfora, un lenguaje que todavía tardaría en cuajar, en desarrollarse y en conceptualizarse filosóficamente, pero que de momento dió mucho juego y permitió el desenvolvimiento de nuevos conceptos y de concepciones y sistemas filosóficos cada vez más completos en sí mismos.

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El tercero de estos filósofos milesios precursores es Anaxímenes de Mileto (aprox. 585-525 a.C.), que también se ocupó de la polémica cuestión de la arkhé y de la fisis, y dijo y escribió que ese principio era el "aire", coincidiendo con su predecesor y maestro Anaximandro por lo menos en que la naturaleza de ese elemento-base de todas las cosas no era sólida ni líquida, sino -por así decirlo- "como el aire" (gaseoso, diríamos ahora en términos de física moderna). En realidad, algunas cosmogonías antiguas consideraban un estado inicial de una materia indiferenciada, sin forma y como disuelta en agua, envuelta a su vez por una materia "espiritual" (=gaseosa), y no es nada improbable que los tres filósofos milesios -cada uno a su manera- tuvieran presente ante todo el elemento de la Naturaleza en el que son más visibles estas transformaciones físicas (el agua), aunque uno de ellos (Anaximandro) no se quedó ni con lo líquido ni con lo gaseoso, sino con todo a la vez (lo in-determinado, o la "potencialidad indeterminada", para seguir usando el anacrónico modismo aristotélico).

Pero Anaxímenes dió un paso más con respecto a Anaximandro, al postular que los procesos de condensación y de rarefacción del "aire" eran los que daban origen a todas las cosas, es decir, que las diferencias cualitativas entre las cosas provendrían de diferencias esencialmente cuantitativas ("aire" más condensado o compacto o "aire" más desligado y suelto, según el caso). Otro aspecto interesante de esta hipótesis sobre el "aire" es su consideración como "soplo" o "aliento" del Universo y su identificación con el propio "aliento vital" o "alma" de los seres vivos (que sería parte de ese "espíritu" o "aliento cósmico"). En este sentido, su hipótesis, que está también en la base de las concepciones animistas propias del pensamiento primitivo y arcaico, puede ser considerada como el primer intento filosófico y racional de definir y explicar -todavía metafóricamente- "lo espiritual" (aire en estado puro) frente a lo meramente "material" (aire más o menos condensado o más o menos rarefacto, según el caso), en cierto modo comparable a lo que los antiguos poetas griegos llamaron el éther, es decir, la parte más pura de la atmósfera por encima del aire que respiramos. Aparte de ésto, Anaxímenes esbozó también su propio esquema astronómico (con las estrellas fijas clavadas como remaches o tachones en la cristalina bóveda celeste, que sería la que gira), explicación que, si bien no es muy científica, tiene a su favor el hecho de que resulta por lo menos bastante estética. También se ocupó de cuestiones ya tratadas por su maestro Anaximandro.

En realidad, las respectivas cosmologías de los tres milesios no parece que aspirasen a una verdad científica en el sentido estrictamente moderno del término, sino que más bien buscaban una cierta acomodación o aproximación racional, en una especie de "metáforas o mitologemas racionalizados" en los que la propia estética de la explicación no contaba menos a veces que su propio grado de verosimilitud o de racionalidad (puesto que se trataba de superar las estéticas explicaciones poéticas de los mitos cosmogónicos). Pero, entre tanto "tanteo cósmico", era inevitable que se hicieran algunos descubrimientos propiamente científicos, mucho más que con el mito en todo caso. Con todo, el ensayo de intentar separar y autonomizar racionalmente los procesos físicos de la naturaleza con respecto a las imaginativas explicaciones sobrenaturales (míticorreligiosas) estaba ya dado, y habría de tener importantísimas consecuencias en la filosofía y en la ciencia griega posteriores.

La pregunta básica de estos filósofos milesios sobre la realidad no era todavía "¿qué es", sino más bien "¿cómo es?" (se preguntaban ante todo por ese cómo, pero todavía no en el sentido de "causa" o de "llegar a ser", sino en el de "modo cualitativo", aunque ya hemos visto que Anaxímenes es el primero de los tres en preguntarse por ese "cómo" entendido también como proceso). Los filósofos itálicos posteriores (sobre todo a partir de Parménides de Elea) introducirían la cuestión del "qué es", con todas sus consecuencias e implicaciones lógicas y ontológicas, y no mucho después también el "por qué es" (con explicaciones que intentaron superar progresivamente la supuesta unicidad o "monismo" inicial a partir de una no menos supuesta pluricidad o "pluralismo" de unos elementos formativos y constitutivos originarios). Cuando se juntasen todas esas cuestiones previas, nacería la filosofía tal y como ahora la entendemos, y las preguntas se sucederían unas a otras (con diferentes propuestas y respuestas personales en cada caso).

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Si problemático es reconstruir lo que hicieron, escribieron o dijeron esos tres primeros filósofos milesios, mucho más lo es llegar a saber quién fue en realidad el famoso y mitificado Pitágoras de Samos, o quiénes fueron los "pitagóricos" y en qué consistieron básicamente las doctrinas filosóficorreligiosas del pitagorismo originario. En realidad, los pitagóricos y el pitagorismo no se circunscriben ni a una sola época ni a unas únicas doctrinas (hubo de hecho un pitagorismo antiguo, un pitagorismo medio, un pitagorismo tardío, y un "neopitagorismo"), pues se desarrolló en diversas étapas históricas y elaboró doctrinas sucesivas muy posteriores a las originarias (hubo también un pitagorismo religioso, otro político, otro filosófico y otro pedagógico), aunque siempre con un cierto vínculo doctrinal o referencial hacia las ideas del supuesto fundador de esta especie de "secta religioso-filosófica", "sociedad secreta política", "doctrina éticofilosófica" y "método escolar y pedagógico", pues todo ello fue sucesivamente el pitagorismo a lo largo de su historia (desde sus orígenes a mediados del siglo VI a.C. hasta el resurgimiento del llamado "neopitagorismo", ya en plena época romana avanzada). Las doctrinas originarias están por ello, obviamente, no sólo muy mitificadas, sino también muy mixtificadas, ya que proceden de escuelas pitagóricas desconectadas y dispersas a partir de la primera mitad del siglo V a.C. y sobre todo de ensayos neopitagóricos o "pitagorizantes" muy posteriores, con lo que el estudio actual del pitagorismo filosófico se ha convertido en uno de los temas más difíciles e intransitables para la crítica filológica moderna y para la propia historia de la filosofía griega.

Sobre su fundador, el polifacético Pitágoras, casi todo son noticias pseudobiográficas tardías y anécdotas muy mitificadas. La tradición quiere suponer que era un emigrado jonio de la isla de Samos, que su profesión originaria familiar era la de tallador de piedras preciosas (sus conocimientos cristalográficos acaso pudieron llevarle a profundizar en incipientes cuestiones de geometría), y que se estableció sucesivamente en diversas colonias griegas del sur de Italia (Crotona y Metaponto), donde fundó una serie de comunidades o escuelas filosóficas bastante ligadas al parecer a los ritos religiosos e iniciáticos órficos, y extendidas luego a otras ciudades italiotas, hasta que finalmente sus seguidores se implicaron demasiado en la política de esas ciudades y las escuelas fueron cerradas y sus partidarios exiliados y dispersados. Según ésto, Pitágoras habría sido algo así como un "reformador religioso" dentro del orfismo originario, una religión iniciática griega muy ligada a los cultos del dios Apolo.

El caso es que la verdadera identidad y personalidad histórica de este "reformador" es del todo desconocida, aunque hay una significativa noticia transmitida por el historiador Heródoto ("Historia, IV, 13-15") que acaso puede ponernos sobre su verdadera pista histórica, pues -sin referirse expresamente a él y sin que el propio Heródoto parezca percatarse de ello- es muy posible que nos esté revelando la verdadera identidad del Pitágoras originario: se refiere a las andanzas de cierto individuo procedente de Jonia (¿de Samos?) llamado Aristeas, a sus teorías sobre la metempsícosis o transmigración de las almas tras la muerte (doctrina supuestamente pitagórica, o por lo menos órfica) y a la fama que tuvo entre los habitantes de la colonia griega suritálica de Metaponto, que todavía le recordaban como un celebrado héroe local en la época en que el propio Heródoto recogió esas noticias sin relacionarlas de modo explícito con el mítico Pitágoras (el historiador lo relaciona más bien con otro personaje llamado Aristeas de Proconeso, algo anterior cronológicamente al de Metaponto, y con ciertas doctrinas religiosas de los cultos de Apolo que aquél habría divulgado en poemas de tipo órfico; por otro lado, las fuentes tardías del neopitagorismo mencionan a un tal Aristeo como discípulo y sucesor inmediato de Pitágoras al frente de las escuelas pitagóricas itálicas).

Según todo ésto, es posible que el propio nombre de "Pitágoras" pudiera haber sido en su origen una especie de sobrenombre o de denominación iniciática dada por sus seguidores y relacionada con el dios Apolo (Pitágoras = "voz pública o presencia pública de Apolo Pitio"). También hay otra figura problemática en el pitagorismo, Hípaso de Metaponto, un pitagórico que según la tradición fue expulsado de la secta (según otros fue ahogado en el mar) por haber revelado algunos conocimientos matemáticos o geométricos secretos, o bien por haber tenido algún tipo de desencuentro o de enfrentamiento con el orfismo oficial con respecto a la conveniencia de la divulgación de ciertos saberes. En realidad, también éste podría haber sido el Aristeas mencionado por Heródoto (Hípaso Aristeas, en el que el nombre de "Aristeas" sería también un sobrenombre apolíneo); pero ni siquiera falta la sospecha de que el verdadero Pitágoras (o uno de los principales "pitágoras" originarios de entre los reformadores órficos) fuera ni más ni menos que el maestro de Parménides, el filósofo jonio Jenófanes de Colofón, también emigrado a Italia y según parece también "pitagórico" inicialmente (a lo que no se opone una supuesta frase irónica que se le atribuye sobre la transmigración de las almas, ya que esa supuesta "ironía" no se deduce objetivamente de la lectura del propio texto de la frase y es posible que hablara totalmente en serio cuando mencionaba a alguien que decía haber reconocido la voz de un difunto amigo en los aullidos lastimeros de un perro maltratado).

De todo lo cual, parece verosímil suponer que el nombre o sobrenombre religioso de "Pitágoras" (que ha ocultado en todo caso al verdadero fundador del pitagorismo, quienquiera que fuese) probablemente se aplicó sucesivamente a algunos de los pitagóricos más antiguos e influyentes (como si hubiera sido un título o grado de "Gran Maestre" de la secta o algo similar). En otras palabras, no habría habido en realidad un solo "Pitágoras", sino varios sucesivos (por lo menos todos los "grandes maestres" de la secta reconocidos como tales por sus discípulos y seguidores). También cabe la posibilidad de que el nombre fuera originariamente algo así como un nombre colectivo aplicado a varios individuos de distintas cronologías y generaciones, como de hecho lo era el nombre de "Orfeo" (una especie de "Homero apolíneo"). Pero ni siquiera es nada inverosímil, e incluso bastante probable, la llegada a la Italia griega (a Crotona primeramente) a mediados del siglo VI a.C. de un personaje ciertamente excepcional (el primer "Pitágoras"), cuya supuesta llegada parece coincidir con importantes acontecimientos y cambios en esa ciudad y en otras de la zona (cambios legislativos, introducción de las primeras monedas grabadas, etc).

A "Pitágoras" -o a su escuela- se le atribuye también (y es verosímil) la creación de los términos "filosofía" y "filósofo" (="buscador de la sabiduría", "pre-sabio"), lo cual está muy en consonancia con un contexto éticorreligioso que considerase necesario que los propios sabios se autoimpusiesen límites a la inevitable "vanidad" del saber y del conocimiento mediante el ejercicio de la humildad intelectual (una de las máximas atribuidas al pitagorismo es precisamente la de que "el Mal es lo ilimitado", algo que seguramente no habría compartido el milesio Anaximandro, aunque la frase tiene sobre todo un profundo sentido moral e interesantes implicaciones de tipo ético). Un "filósofo" jonio algo posterior y nada pitagórico, Heráclito de Éfeso, en un supuesto fragmento que se le atribuye, alude despectivamente a esa denominación de "filósofo" y menosprecia el saber "enciclopédico" y poco original de esos "filósofos" grecoitálicos.

De lo que no caben muchas dudas es de que tanto Pitágoras como sus doctrinas más propiamente religiosas estaban vinculadas con las formas originarias de la religión de Orfeo (el orfismo), una religión elitista e iniciática (probablemente la más intelectual de las religiones mistéricas griegas) que estaba relacionada con cultos apolíneos y centrada sobre todo -a partir de determinada época- en la figura del héroe mítico Orfeo y en sus mitos principales. Muchas de las costumbres de la "secta" pitagórica (vegetarianismo más o menos generalizado aunque no obligatorio, prohibición de matar a seres vivos, etc) parece que eran comunes a las costumbres órficas (en realidad, parece bastante verosímil que el pitagorismo fuera en determinada época y entre los griegos italiotas uno de los nombres originarios de lo que luego se conoció con el nombre genérico de "orfismo"). Pero seguramente es tan anacrónico como excesivo el querer ver en los pitagóricos una especie de "monjes" o "ascetas filósofos", e incluso su propio carácter de supuesta "secta" (por lo menos en la acepción moderna del término) es bastante discutible, aunque es seguro que las enseñanzas doctrinales tenían varios grados, niveles o categorías (quizá grados puramente "escolares" en ciertos casos, más bien que grados iniciáticos o esotéricos en sentido estricto). Parece ser también que, entre los conocimientos propiamente iniciáticos y reservados, existía una rudimentaria psicología caracteriológica más o menos sistematizada y asimismo una cierta antropología moral bastante elaborada. En sus escuelas, y ello sí que constituye una auténtica novedad en la Grecia arcaica, se admitía a mujeres (las llamadas "pitagóricas" o "pitagórides").

Las enseñanzas de tipo filosófico-científico tenían como base cuatro disciplinas (matemática, geometría, música y astronomía), con lo que el "currículo" o "plan de estudios" pitagórico era algo diferente del milesio (basado a su vez en la geometría, geografía y astronomía). El sistema educativo pitagórico (en cierto modo "reinventado" por el neopitagorismo escolar de época romana) se generalizó posteriormente, superando la época propiamente romana y llegando incluso hasta la Edad Media (p.e. en el llamado "quadrivium" o sistema escolar de cuatro enseñanzas superiores). Sin duda hubo también, ya desde antiguo, diversas especializaciones entre los seguidores pitagóricos, que en todo caso se diferenciaban entre los llamados "filósofos" o "matemáticos" y los denominados simplemente "oyentes" (akusmátikoi).

A Pitágoras y al pitagorismo se les atribuye una elaborada aritmología o teoría del número, aunque los desarrollos propiamente matemáticos de esa "numerología" simbólica originaria parecen ser más bien del pitagorismo tardío. En todo caso, el número (y en especial la unidad, el número Uno) representaba para ellos la "ratio" básica con que opera la mente humana para comprender lo que constituye el orden mismo de todo lo existente, la arkhé o principio de todas las cosas (aunque considerado más bien en su aspecto cualitativo que cuantitativo). Se le atribuye asimismo el famoso teorema geométrico que lleva su nombre, el descubrimiento de los "números primos", y la invención (o la introducción en Grecia) de la tabla de multiplicar, y una anécdota neopitagórica sugiere que en cierta ocasión el Maestro ayudó a unos pescadores a contar los peces que habían pescado, colocándolos tal vez por grupos iguales sobre la playa, y luego les convenció para que los devolvieran -todavía vivos- de nuevo al mar (lo cierto es que la multiplicación era conocida por los matemáticos egipcios desde mucho antes, y también en Mesopotamia: un rey asirio, Assurbanipal, cuando no estaba ocupado en guerras, en cacerías de leones o en el nutrido harén real, se distraía resolviendo "difíciles problemas de multiplicación y división", según se dice en una de las tablillas de su biblioteca en la ciudad de Nínive). La matemática antigua era en realidad una matemática muy ligada a la geometría, una matemática de "números sólidos" en la que cada número o serie numérica se asociaba a una determinada figura geométrica (el instrumento habitual de cálculo numérico era un tablero con guijarros o piedrecitas de colores -el ábaco-, de difícil y engorroso manejo, complicado además por el desconocimiento del número cero, una invención de los matemáticos hindúes que sólo llegaría a Occidente en la Edad Media, a través de los matemáticos persas y árabes; hasta entonces, los números fraccionales o decimales se representaban en la matemática antigua por medio de números "quebrados").

Además de un conocimiento somero de los "números irracionales" y de cierta fascinación acerca del supuesto número simbólico de las proporciones segmentales perfectas (el llamado "número áureo"), con supuestas aplicaciones arquitectónicas, una de las figuras matemático-geométricas que tuvo para los pitagóricos de determinadas épocas unos valores simbólicos especiales (y que probablemente fue utilizada también como símbolo esotérico y como "contraseña" de las sociedades secretas del pitagorismo político posterior) era la tetráktys, la representación geométrica del número 10 en forma de triángulo equilátero, que estaba formada por la suma secuencial de los cuatro primeros números (1+2+3+4= 10).

También se le atribuye a Pitágoras (a los pitagóricos) el descubrimiento de los "intervalos musicales", o más propiamente: la definición numérica de dichos intervalos (en un instrumento de cuerda, de dos cuerdas pulsadas con la misma intensidad, si una mide la mitad de longitud que la otra, vibrará a la mitad de frecuencia que ésta, produciendo el intervalo musical de una octava, y así sucesivamente en los demás intervalos concordantes). Estas proporciones numéricas no eran evidentes hasta entonces, dado que las cuerdas de los dos instrumentos musicales básicos (lira y cítara) eran iguales en longitud, aunque con clavijas para tensarlas y afinarlas en distinto tono (también los propios constructores de flautas situaban desde siempre los agujeros en su sitio, pero de modo intuitivo y empírico). De lo que no cabe duda es de que los pitagóricos introdujeron importantes novedades en la teoría musical y en las escalas, y se les atribuye también el sistema de notación gráfica de la música griega por medio de las letras del alfabeto helénico.

En Astronomía, aparte de la extravagante (pero estética) teoría de la armonía musical celeste o "música de las esferas" (según la cual existe una música cósmica armónica entre los diversos "cielos", órbitas o esferas de cada planeta, que los humanos oídos no alcanzan a percibir), las principales innovaciones astronómicas se deben a pitagóricos tardíos (en especial a Filolao de Crotona o de Tarento, contemporáneo del ateniense Sócrates, que elaboró un sistema astronómico que pretendía ser un modelo analógico entre la astronomía y la música y que incluía los cinco planetas entonces conocidos, además del sol, la luna, un gran cuerpo ígneo o fuego central y una "anti-tierra", ésta última quizá como forma de explicar determinados fenómenos solares y lunares, como los eclipses); en todo caso, los progresos astronómicos teóricos fueron mucho más apreciables en los pitagóricos que en las originales y fantasiosas astronomías de los filósofos milesios.

Hacia finales del siglo VI a.C., los grupos pitagóricos de algunas ciudades griegas suritálicas, que habían intervenido activamente en política por medio de sociedades secretas oligárquicas y aristocráticas y predominado en el gobierno de esas ciudades, se encontraban en oposición a las cada vez más poderosas tendencias democráticas y populares. El propio Pitágoras (o uno de los principales "pitágoras" de esa época) parece que también se vió envuelto en esas luchas, que a la postre significaron la persecución de los pitagóricos, la desmantelación de las escuelas suritálicas, y la desbandada, el exilio y la emigración de no pocos de los miembros más destacados, sobre todo a partir de la segunda fase de esa confrontación (a mediados del siglo V a.C.). Algunos de esos pitagóricos y de sus sucesores continuaron en la Grecia continental sus actividades doctrinales y filosóficas a lo largo del siglo V a.C., aunque a finales de esa centuria el pitagorismo estaba ya desintegrado como tal (el propio Platón fue íntimo amigo de uno de los últimos pitagóricos importantes, Arquitas de Tarento, musicólogo y matemático brillante, general afortunado y político influyente en su ciudad de origen). El neopitagorismo posterior, ya en época romana, no tuvo en realidad una conexión directa con ese pitagorismo tardío, y mucho menos con el pitagorismo medio o con el originario, aunque la mayor parte de las mitificaciones posteriores sobre Pitágoras y sobre las supuestas doctrinas religiosas y filosóficas originarias provienen precisamente de esos "neopitagóricos".

Así pues, en lo esencial, el pitagorismo antiguo continúa siendo un enigma, aunque es verosímil suponer que representó una novedad radical en la época en que surgió y se desarrolló (por mucho que sea más que evidente que el pitagorismo como "doctrina filosófica" no se produjo de repente en un momento histórico dado, sino más bien como un desarrollo diacrónico a través de varias generaciones de "pitagóricos"). Por lo demás, su influencia en toda la filosofía grecoitálica presocrática (ya fuera como ambiente o contexto intelectual o ya fuera como corriente filosófica más o menos incipiente o más o menos desarrollada) es en todo caso indudable, y desde luego explica en parte los orígenes de la filosofía de un Jenófanes, de un Parménides, de un Empédocles, y sobre todo -posteriormente- la de un Platón (de hecho el "platonismo" parece ser en muchos aspectos la principal continuación y herencia filosófica del pitagorismo en su conjunto).

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