Arquitectura e Ingenieria

LA TEORÍA DE LOS "MODULOS CONSTRUCTIVOS" EN LA IDENTIFICACIÓN DE ALGUNOS PUENTES ANTIGUOS DE ORIGEN ROMANO: Un ejemplo concreto en un puente medieval del valle medio del río Iregua en la Rioja.


El concepto romano de "puente" era inseparable del propio concepto de calzada o vía terrestre (y en este sentido, un puente es ante todo un "trozo de calzada elevada", una pasarela para salvar los obstáculos naturales de ríos, torrentes o barrancos a lo largo de un camino). Puede, por tanto, afirmarse con rotundidad que allí donde hay un puente de origen romano, hubo también en su tiempo un camino romano, de manera que si se consigue demostrar la romanidad originaria de un puente antiguo, puede concluirse sin ninguna duda que el camino que pasaba por ese puente romano originario era asimismo una vía romana, principal o secundaria.

Pero el concepto romano de "puente" tiene también otros aspectos importantes y específicos, por ejemplo la sacralidad originaria de los mismos, aspecto nunca olvidado del todo por los ingenieros romanos. No es sólo que la construcción de los puentes romanos más antiguos (de madera, con técnicas constructivas etruscas, y construidos generalmente en el interior o en el extrarradio de las ciudades) fuera en su origen una función de gran contenido religioso y ritual, progresivamente desacralizada (el antiguo y prestigioso cargo sacerdotal romano del llamado pontifex, literalmente "constructor de puentes", parece remitir a ello); es sobre todo que los arquitectos e ingenieros romanos eran conscientes de que debían construir sus puentes viarios con una voluntad de duración y de permanencia (aere perennius, "más duradera que el bronce", como diría el verso de un célebre poeta latino), y además hacerlo con una estética característica (sometida a principios rigurosos de simetría y a determinados módulos y proporciones constructivas) y con una funcionalidad muy estudiada.

Los puentes fueron también, no está de más recordarlo, una de las especialidades de la arquitectura romana, y es por lo demás bastante significativo el hecho de que todos los puentes (y badenes y viaductos y acueductos) romanos de época imperial -grandes, medianos o pequeños- estuvieran construidos enteramente de sillares regulares de piedra, sin parte alguna de mampostería, como era usual en cambio en muchos puentes medievales e incluso postmedievales; la excepción son algunos puentes militares de madera, de uso provisional y puntual (naturalmente no se ha conservado ninguno de ellos, pero se conocen relativamente bien dos de los ejemplos más famosos: el puente de madera construido en dos ocasiones en puntos distintos por las legiones de Julio César para atravesar el Rhin, y que luego el propio César mandó destruir para que no pudieran servirse de él los enemigos germanos, en el cual parece que hubo algunas notables innovaciones con respecto a otros puentes militares anteriores; y sobre todo el construido en madera sobre grandes basas de piedra y con más de un kilómetro de calzada en el anchuroso Danubio, en época del emperador Trajano, obra del arquitecto imperial Apolodoro de Damasco; está representado este puente en los relieves de la Columna Trajana y se conservan algunas descripciones de su estructura).

Los "ojos" o arcos de los puentes romanos suelen ser invariablemente de medio punto, a veces algo rebajados en su centro, a veces algo peraltados, y a veces incluso escarzanos, pero casi siempre simétricos y sin grandes contrastes en cada puente; en la calzada o piso predomina la horizontalidad, con pocas concesiones a la línea oblicua, aun a costa de tener que ampliar y prolongar el puente "en seco" por ambas orillas (no son, pues, propiamente romanos los puentes antiguos que presentan una calzada angulosa, con vertientes "a dos aguas", y ni siquiera suelen ser muy "romanos" tampoco los de calzada demasiado alomada en su elevación). En todos los puentes romanos conservados predomina además la masa pétrea sobre los vanos o arcos.

Sin embargo hay también un hecho incuestionable: los puentes -por sólidos que puedan ser- son también una de las construcciones más precarias y frágiles de la arquitectura de todos los tiempos, y los puentes romanos no fueron tampoco la excepción. Son construcciones que, a diferencia de los acueductos o de los viaductos en seco, han de soportar constantemente la agresión cotidiana de las aguas y esporádicamente -sobre todo los puentes sobre ríos de montaña- las grandes y destructivas avenidas y riadas. No hay pues, en principio, "ningún puente que mil años dure" (y puede decirse que de hecho casi todos los puentes de piedra anteriores al siglo XIX necesitaron reparaciones y remozamientos por lo menos cada medio siglo, en el mejor de los casos). Y así, tenemos que, con ser tan extensa la red viaria romana en Hispania, y siendo asimismo numerosos los ríos, riachuelos y torrentes del territorio peninsular, apenas se han conservado unas cuantas docenas de puentes genuinamente romanos, gracias a que fueron construidos (conscientemente o no ) en algunos puntos fluviales excepcionalmente idóneos y de aguas relativamente tranquilas. El ejemplo más grandioso, sobradamente conocido, es el Puente de Alcántara, sobre el río Tajo, construido en época de Trajano por el arquitecto romano Gayo Julio Lacer, que en una inscripción en verso colocada en un templete de la calzada del puente se jacta del "arte de superar a la materia con la materia misma" (ars ubi materia vincitur ipsa sua), en alusión a los propios sillares de granito extraídos y tallados in situ de la piedra granítica de ambas orillas. Pero son la excepción. ¿Dónde están (ubi sunt ?) los grandes puentes romanos del Ebro, del Duero, los del Guadiana o Anas no conservados, los del Gualdalquivir o Betis, los restantes del Tajo, por mencionar solamente los ríos más caudalosos de la península y los puentes presumiblemente más grandes? La propia Naturaleza se encargó de derrumbarlos y de arruinarlos totalmente en los primeros siglos medievales, con la acción combinada de las riadas y de la falta de reparaciones constructivas continuas, de tal modo que los escasos restos no recuperables ni reutilizables de la mayoría de ellos están hace ya mucho tiempo bajo las aguas de esos mismos ríos.

Construcción de un puente militar romano

A la vista de ésto, cuando nos encontramos con un puente de piedra anterior al siglo XVIII, a menos que haya datos y documentación de que tal puente fue levantado de nueva planta en tal o cual época, lo más lógico es suponerle una secuencia constructiva muy amplia y muy dilatada en el tiempo, a tenor de las sucesivas remodelaciones y reconstrucciones en diversas épocas, de tal modo que gran parte de los puentes de los siglos XV y XVI, por ejemplo, pueden ser también "medievales", y en algún caso incluso "romanos" de origen, más allá de la fisonomía general externa que presenten. Sólo en este sentido es aceptable esa recurrida afirmación de algunos historiadores de que "la mayoría de los puentes hispánicos anteriores al siglo XVIII son de origen romano". En la alta Edad Media también se construyeron nuevos puentes, éso es obvio, aunque más generalmente se repararon muchos de los antiguos, de origen romano; y en la baja Edad Media todavía se construyeron y reconstruyeron otros muchos más. Y lo mismo en los siglos postmedievales.

....


Ahora bien, reconocer la romanidad originaria de un puente de piedra antiguo e indocumentado no es tarea nada fácil ni siquiera para los expertos. Si no hay elementos arquitectónicos claramente distinguibles como no-romanos y atribuibles a determinadas épocas (por ejemplo arcos apuntados o lanceolados bajomedievales, tajamares o espolones angulosos, barbacanas y otros elementos bajomedievales de fortificación militar de puentes, mampostería por hiladas, sillería irregular, sillería "demasiado grande y demasiado regular" -como la de algunos puentes del s. XVIII-, calzada en dos rampas o vertientes, predominio general de los vanos o huecos sobre lo macizo, asimetría en el tamaño y forma de los arcos, etc), y si no hay tampoco inscripción alguna ni "marcas de cantería" en algunos sillares (aunque, en realidad, las marcas de cantero no demuestran gran cosa la mayor parte de las veces, pues son incluso más abundantes en ciertas épocas medievales que en época romana), lo que queda son muy pocos elementos estructurales manifiestos que puedan certificarnos sin lugar a dudas esa supuesta romanidad. Uno de esos elementos, por ejemplo, es el tipo de "cemento" u hormigón utilizado: el hormigón romano, a decir de los especialistas, es durísimo y muy compacto, de color gris oscuro y fabricado con una adecuada proporción de argamasa y de gravilla menuda (contrastando con el hormigón medieval, de mayor proporción de arena y fácil de desmenuzar con una simple cuchara u otro utensilio de metal).

Pero acaso el método principal que desde hace varios años viene dando muy buenos resultados para el reconocimiento e identificación de los puentes genuinamente romanos que han sido notablemente desfigurados por reconstrucciones posteriores, es el del estudio de los "módulos constructivos" utilizados en cada puente (es decir, los patrones de simetría y de proporcionalidad en los elementos arquitectónicos de cada puente en particular, en base siempre a las medidas de longitud típicamente romanas). La principal de estas medidas es el "pie romano" (pes), con sus correspondientes múltiplos y divisores, equivalente a unos 29 centímetros en nuestro sistema métrico actual (no obstante, el "pie" romano presentaba ligeras variaciones según las provincias: en la Galia, por ejemplo, era de unos 0'295 metros, ésto es, 29'5 cm.; también se utilizó, especialmente en época romana republicana, el "pie griego", de unos 30'8 cm.; y se han hallado algunos "metros" romanos de dos o tres varillas plegables de hueso, planas y alargadas, unidas por dos clavillos que permitían girar las varillas, en las cuales figuraban diversas rayitas grabadas que señalaban las "pulgadas", con una longitud total de 30 cm. para toda la pieza plegable). La "pulgada" romana variaba también según las épocas y regiones: la equivalente a la falange o huesecillo extremo del dedo índice era de unos 25 mm.; la equivalente al ancho del dedo pulgar (el dígitus o grosor de un dedo) era algo menor y equivalía a 1/16 de pie (la otra pulgada, en cambio, equivalía a 1/12 de pie). Otras medidas eran el palmipes (1'25 pies o 15 pulgadas); el palmus (equivalente al grosor de cuatro dedos juntos y a 1/4 de pie); la pértica o decempeda (=10 pies), y sobre todo el passus ("paso", de 1'48 metros actuales), cuya quinta parte (0'296 m.) era precisamente el pie.

Estas medidas romanas (aunque en algún caso puedan coincidir casualmente en sus múltiplos o divisores con las sumas de otras medidas castellanas antiguas empleadas en los puentes medievales y postmedievales: "pies" castellanos y sus múltiplos, "varas" y sus divisores, etc) en general son muy útiles para determinar si estamos o no ante una construcción romana originaria: por ejemplo en las medidas de los sillares, en la altura de los sillares de la "rosca" que conforma el arco, en la anchura o "luz" de los arcos, en la distancia o "flecha" entre la dovela-clave y el centro del arco, etc (que aunque no siempre coincidan con medidas exactas -tantos pies justos, tantas pulgadas justas-, dado que las medidas se subordinaban en todo caso a las funciones constructivas y no a la inversa, y además tanto para las medidas de los sillares como para las tejas de las casas y otros elementos constructivos se dependía de patrones industrial-artesanales estandarizados según las provincias, sin embargo suelen ser suficientemente significativas para descartar meras coincidencias con medidas y patrones de épocas postrromanas o para descartar como no-romanos aquellos puentes antiguos en que sus medidas no coincidan al menos con alguna de estas medidas y patrones romanos). Hay que advertir, no obstante, que algunas medidas de los puentes, como por ejemplo su longitud, o su anchura de tablero, o su altura, son ya medidas mucho más relativas y variables (es decir, mucho más alteradas con las reconstrucciones y remodelaciones posteriores), por lo que hay que considerarlas en general como mucho menos relevantes y significativas.

....
Construcción de una muralla romana

La Rioja fue una región hispánica progresivamente romanizada desde al menos el último tercio del siglo II a.C., tras el final de las guerras celtibéricas.Sin embargo, no son muchos ciertamente los puentes antiguos de esta región reconocidos unánimemente como "romanos" por los especialistas (aunque también es cierto que este método de reconocimiento basado en los "módulos constructivos romanos" no ha sido aplicado todavía de modo riguroso, sistemático y predominante más que en muy contados casos, generalmente en los que esa "romanidad" ya estaba evidenciada y predeterminada por otras consideraciones y criterios).

Los ejemplos más conocidos y reconocidos son algunos puentes de la zona noroccidental riojana, donde había -como es sabido- una densa red viaria de caminos romanos secundarios. El principal y más "intacto" es el puente romano de Cihuri, sobre el río Tirón: las medidas de sus sillares son de 60x33 cms., o sea, de dos pies y algo más de un pie respectivamente; el "aliviadero" o desaguadero de la margen derecha tiene de luz 6 pies romanos justos (1'75 m.), con una flecha de 0'90 m. (=tres pies) y una rosca de 0'43 m. (=18 pulgadas= 45 cm., que considerando el desgaste ocasionado por el tiempo bien podría haber sido originariamente de 1'5 pies); el arco central tiene 8'85 m. de luz (=30 pies romanos), 4'30 m. de flecha (quizá 15 pies originarios,contando el desgaste) y rosca exterior de 0'30 m., ésto es, 1 pie (las medidas en metros son las del "Catálogo de puentes anteriores a 1800 en La Rioja", de J.G. Moya Valgañón y otros autores, Instituto de Estudios Riojanos, Logroño, 1998); el "módulo" propiamente dicho es aquí la proporción entre los 6 pies de luz del arco del aliviadero y los 30 pies (cinco módulos) del arco central, tal como lo reconocen algunos autores que se han ocupado de estudiarlo; el puente tiene otro arco en la margen izquierda (apuntado, y seguramente bajomedieval o postmedieval), que no parece romano ni por su forma ni por sus medidas; tampoco parecen serlo los tajamares triangulares y la calzada en doble rampa. Otro puentecillo reconocidamente romano es el baden o alcantarilla de Sajazarra, con un solo arco de medio punto de 3'70 m. de luz (=12'5 pies= 2'5 pasos) y 0'30 m. (=1 pie) de rosca; la bóveda del arco tiene una anchura de 3'10 m. (=2 pasos romanos).

Pero también en la zona meridional riojana, en el alto Najerilla concretamente, hay algunos puentes (y sobre todo badenes o "alcantarillas" de un solo arco) que parecen responder a medidas romanas originarias, aunque sus reconstrucciones y remozamientos posteriores son evidentes en muchos casos. En Canales de la Sierra hay algunos badenes que podrían tener un posible origen romano; en la vecina población de Villavelayo hay otro puentecillo con un arco de 0'30 m. de rosca (= 1 pie); en Mansilla de la Sierra (actualmente bajo las aguas del embalse) había otros dos, con roscas de 0'60 m. (=dos pies) y 0'30 m. respectivamente; otro más en Viniegra de Abajo, el llamado "Puente Viejo", con 0'60 m. de rosca (= dos pies) en uno de sus arcos, lo mismo también que otro en Ventrosa de la Sierra (todos ellos bien descritos en el mencionado Catálogo, aunque pasando por alto estos indicios de posible romanidad).

El ejemplo del que vamos a tratar brevemente aquí es un antiguo puente de piedra sobre el curso medio del río Iregua, en los límites de la Sierra de Cameros y la llanura riojana. Se encuentra en el término municipal de Viguera, a un kilómetro antes de llegar a la población, según se viene de la Sierra. En realidad, en el término municipal viguereño hay tres puentes antiguos de piedra: un puente mayor (aguas arriba del Iregua, que es éste que vamos a describir); un puente mediano, también sobre el Iregua y cercano al término municipal actual de Islallana-Nalda; y un puente pequeño (en realidad un puente-viaducto), llamado "puente de Canaleco", sobre un pequeño arroyo afluente del Iregua, a la salida de la población.

El puente mayor, cuya reconstrucción consta documentada desde el siglo XVI (pues fue destruido por algunas riadas en diversas fechas) presenta una morfología externa que, actualmente al menos, no es nada romana: tres ojos desiguales y dos vertientes en rampa, en "alforja" (según una noticia de finales del s. XVIII tenía cuatro ojos en esas fechas, por lo que es posible que ese cuarto ojo esté oculto actualmente por una manguardia y contrafuerte construidos en su margen izquierda); es de sillería más o menos regular (sillar y sillarejo), con la parte superior de ambos pretiles muy rehecha con mampostería; el ojo del gran arco central (de arco ligeramente apuntado) es bastante amplio (19' 70 m. de luz), mucho mayor que los ojos laterales, lo que proporciona al conjunto del puente una estilizada esbeltez y un predominio neto de los vanos sobre la masa pétrea, según un modelo que se repite en otros puentes riojanocameranos (por ejemplo el del vecino pueblo de Torrecilla, con un ojo aun más grande) y que encontramos también en otros puentes de montaña de diversas regiones del norte de España: varios en Navarra, otros en Cantabria (por ejemplo el de Liérganes), otros en Aragón (por ejemplo el conocido "puente de peregrinos" en Canfranc), y otros en Asturias (por ejemplo el no menos conocido puente grande de Cangas de Onís). En realidad, este modelo de puente es relativamente moderno (siglo XVI, con reimitaciones en el siglo XVIII), y en algún caso quizá hasta sea posible identificar al maestro constructor o arquitecto que los diseñó (varios maestros canteros procedentes de las Vascongadas y de la comarca cántabra de La Trasmiera trabajaron por estas zonas, según consta documentamente), aunque aquí no nos interesa especialmente seguirle la pista a este modelo de puente sino descubrir su romanidad originaria en algunos casos concretos, como éste de Viguera, a sabiendas de que el modelo en sí no es desde luego romano como tal, pero es muy probable que fuera prácticamente rehecho sobre otro muy anterior, por lo menos bajomedieval, y éste a su vez sobre uno romano.

A nosotros, en efecto, nos parece que este puente de Viguera concretamente (y quizá también algunos de los citados de esas otras regiones españolas) conserva algunos elementos de romanidad originaria. Su longitud es de 74 o 75 metros (cerca de 250 pies romanos de 30 cms., unos 50 pasos romanos o 25 pérticae), aunque la longitud -como ya se dijo- suele ser en general una medida bastante variable e irrelevante. Tampoco los 19'70 m. de luz del gran arco central (unos 66 pies o unos 13'5 pasos) parecen una medida muy romana. En cambio, las medidas básicas de arco mediano (rosca de 0'60 m. =dos pies; luz de 9'50 m.= 30 pies griegos o 31'6 pies romanos, o quizá 32 pies romanos justos si suponemos una luz originaria de 9'60 m., contando el probable desgaste de la piedra durante siglos) se acercan más a unas proporciones romanas; y otro tanto ocurre con el arco pequeño (quizá un simple "desaguadero" en su origen), con una rosca interior de 0'30 m. (= un pie), otra exterior de 0'20 m., y una luz de 3'80 m. (=12'6 pies), que quizá podría ser originariamente de 4'80 (=16 pies) si sumamos la medida de las dos roscas por ambos lados para obtener la supuesta luz originaria (3'80+0'30+0'30+0'20+0'20= 4'80), y aquí sí que parece que podríamos hablar de "módulo constructivo romano" para ambos arcos, el pequeño y el mediano: 32 pies (9'60 m.) de luz originaria del arco mediano y 16 pies de luz (la mitad justa) para el arco pequeño, añadiendo a éste las medidas duplicadas de las dos roscas a derecha e izquierda para obtener su abertura o luz originaria.

En nuestra opinión, este puente era perfectamente simétrico en sus arcos y en su morfología externa originaria (romana). Uno de estos arcos arrancaría muy probablemente de un gran bloque de piedra conglomerada que sobresale del agua y que sirve de arranque en seco a uno de los extremos del arco grande actual. Pero hay varias posibilidades para el modelo romano originario: pudo ser en origen un puente de tres ojos medianos centrales y dos pequeños laterales, quizá meros desaguaderos (FIGURA 1, modelo A), o bien un puente de seis o incluso ocho ojos pequeños, con forma de "peine" (FIG. 1, modelo B), aunque esta última posibilidad -si bien se mira- es seguramente la menos práctica y funcional, pues daría al conjunto un aspecto muy poco consistente contra las grandes riadas del Iregua, muy esporádicas pero en absoluto infrecuentes. Excluimos otros modelos posibles, por ejemplo un puente originario de únicamente cuatro ojos medianos, pues tal modelo no alcanzaría las medidas y proporciones del espacio disponible y el conjunto quedaría bastante desequilibrado, lo que va en contra de los propios criterios estéticos y arquitectónicos romanos de rigurosa simetría y proporcionalidad (en la FIG. 1 vemos el puente actual sobrepuesto al romano antiguo y los diversos modelos originarios posibles según nuestra reconstrucción aproximativa, y en la FIG. 2 podemos ver el que -a nuestro parecer- pudo ser el modelo originario más probable; y nótese también que en el espacio constructivo y arquitectónico del puente actual caben perfectamente y con total simetría diversos juegos de arcos de tamaño semejante al de los arcos mediano y pequeño actuales).

Quizá el actual arco mediano y sobre todo el paramento del arco pequeño conserven trozos más o menos intactos del puente romano originario, aprovechados luego en las sucesivas reconstrucciones y remodelaciones medievales y modernas (pero haría falta un estudio técnico muy detallado sobre el terreno para determinarlos con total seguridad y diferenciarlos de las partes rehechas posteriormente, que son sin duda mayoritarias, sin olvidar tampoco el estudio detallado de todos y cada uno de los sillares y de la cementación, de la cimentación y de las roscas). La vertical del arco grande actual (FIG. 1), que ya hemos dicho que no es en absoluto romano, cae probablemente en el arranque de dos de los arcos medianos del conjunto originario, a los que en su momento sustituyó, y aunque en principio pudiera pensarse que tiene que haber restos de la cimentación originaria bajo las aguas en ese mismo punto, lo cierto es que por esa parte el río sólo alcanza unos cuantos palmos de profundidad, y parece evidente que los sillares originarios se sacaron y se reutilizaron para rehacer otras partes (la piedra labrada era un material caro, y no era el caso dejar sillares antiguos sin aprovechar).

En cuanto a los otros dos puentes de piedra viguereños, el puente pequeño (el llamado "de Canaleco") es en realidad un puente-viaducto de dos arcos, adosado y adaptado en curva a la pared de roca sobre un pequeño barranco. Esta circunstancia le exime de la simetría habitual de los puentes rectilíneos. Parece ser, según la documentación disponible, que fue rehecho en los siglos XVI y XVIII. Su longitud (según el citado Catálogo) es de unos 18'45 m. (que quizá se puedan promediar en unos 60 pies romanos, ésto es, 12 pasos). La anchura de tablero, en uno de los extremos, es de unos 6'15 m. (promediando: unos 20 pies = 4 pasos) y la altura es de unos 11'30 m. (suponiendo que se haya rebajado con el tiempo y las sucesivas reconstrucciones, podría pensarse en una altura originaria de unos 12 metros, ésto es, 40 pies romanos, o lo que es lo mismo, 8 pasos). Tendríamos, por tanto, (y forzando un poco las medidas, como se ve) el siguiente módulo: 12 pasos (60 pies) de longitud, 4 pasos (20 pies) de anchura, y 8 pasos (40 pies) de altura. Las medidas de los dos arcos, en cambio, no parecen demasiado significativas con relación a ese módulo, salvo quizá los 2'95 m. (promedio: 10 pies o 2 pasos) de luz del arco pequeño. Las roscas de ambos arcos son de 0'20 m. (unas 8 pulgadas romanas) y 0'40 (16 pulgadas), respectivamente.

El puente mediano tiene cuatro arcos desiguales, de medio punto, y calzada rectilínea; presenta trazas de haber sido muy rehecho o quizá incluso enteramente reconstruido en épocas pasadas (especialmente a finales del s. XVI). Algunos investigadores lo catalogan como "romano, con reconstrucción medieval y del siglo XVI", aunque no aportan pruebas o criterios de esa supuesta romanidad originaria. Tampoco aquí podemos aportar demasiado al respecto, salvo algunas medidas. El arco más pequeño tiene 1'20 m. de luz (=4 pies), y los dos arcos más grandes tienen ambos 0'60 m. de rosca (=2 pies); la altura total del puente es de 5'40 m. (=18 pies). El resto de las medidas no parecen guardar ninguna proporción especial que pueda identificarse claramente como romana.

Ésto es lo que hay: algunas de las medidas y proporciones de estos tres puentes antiguos de Viguera (especialmente las del puente mayor) parecen presentar indicios de romanidad originaria, aunque tales indicios tampoco son concluyentes. No obstante, la hipótesis es sostenible y el criterio de los "módulos constructivos", a falta de otros elementos más decisivos, se revela como un método bastante útil para abordar estas difíciles cuestiones de los supuestos orígenes romanos de algunos puentes españoles antiguos, inabordables desde otras perspectivas arqueológicas.

Botón subir
Construcción de un puente romano
Puente mayor de Viguera (La Rioja)
greca romana